“Ser cristianos significa vivir sin venenos. Es decir, no mordernos entre nosotros, no murmurar, no acusar, no chismorrear, no difundir maldades, no contaminar el mundo con el pecado y con la desconfianza que vienen del Maligno. Oremos para que por la gracia de Dios podamos ser cada vez más cristianos, testigos alegres de la vida nueva, del amor y de la paz”. Así ha concluido el papa Francisco su homilía en la única misa que celebrará en Nursultán, capital de Kazajistán, durante su peregrinación para participar en el VII Congreso de Líderes de las Religiones Mundiales y Tradicionales, que finalizará mañana.
Tras darse un paseo con su papamóvil para saludar a los fieles congregados en la plaza de la Expo, ha comenzado la celebración eucarística en la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, que se ha desarrollado a caballo entre el ruso y el latín. En torno a la cruz, las serpientes que muerden y la serpiente que salva ha guiado el Pontífice su sermón.
En relación a la cruz de Cristo, Jorge Mario Bergoglio ha recordado que desde ahí “aprendemos el amor, no el odio; aprendemos la compasión, no la indiferencia; aprendemos el perdón, no la venganza”. Y ha continuado: “Los brazos extendidos de Jesús Nos indican el camino, el camino cristiano; no el de la imposición y la coacción, del poder o de la relevancia, nunca el camino que empuña la cruz de Cristo contra los demás hermanos y hermanas por quienes Él ha dado la vida. El camino de Jesús, el camino de la salvación, es otro: es el camino del amor humilde, gratuito y universal, sin condiciones y sin ‘peros’”.
Antes se detuvo en las dos imágenes de la serpiente. En primer lugar, las serpientes que muerden. “No es casual que, agotándose la confianza en Dios, el pueblo sea mordido por las serpientes que matan”, ha señalado, para luego resaltar que en la historia de Kazajistán no han faltado mordeduras dolorosas. “Pienso en las serpientes abrasadoras de la violencia, de la persecución atea; en un camino a veces tortuoso durante el cual la libertad del pueblo fue amenazada, y su dignidad herida”, ha expuesto.
“Nos hace bien custodiar el recuerdo de todo lo que se ha sufrido; no hay que eliminar de la memoria ciertas oscuridades, pues de otro modo se puede creer que son agua pasada y que el camino del bien está encauzado para siempre. No, la paz nunca se consigue de una vez por todas, se conquista cada día, del mismo modo que la convivencia entre las etnias y las tradiciones religiosas, el desarrollo integral y la justicia social. Y para que Kazajistán crezca todavía más es necesario el compromiso de todos”, ha completado.
En segundo lugar, se ha referido a la serpiente que salva: Jesús, que, “elevado sobre el mástil de la cruz, no permite que las serpientes venenosas que nos acechan nos conduzcan a la muerte. Ante nuestras bajezas, Dios nos da una nueva estatura; si tenemos la mirada puesta en Jesús, las mordeduras del mal no pueden ya dominarnos, porque Él, en la cruz, ha tomado sobre sí el veneno del pecado y de la muerte, y ha derrotado su poder destructivo. Esto es lo que ha hecho el Padre ante la difusión del mal en el mundo; nos ha dado a Jesús, que se ha hecho cercano a nosotros como nunca habríamos podido imaginar”, ha subrayado.