El ex ministro de Exteriores socialista Miguel Ángel Moratinos ha sido uno de los observadores del VII Congreso de Líderes de las Religiones Mundiales y Tradicionales celebrado en Nursultán, capital de Kazajistán, del 13 al 15 de septiembre. Como Alto Representante de Naciones Unidas para la Alianza de Civilizaciones, ha sido testigo de esta importante cita en la que los líderes religiosos se han comprometido por la paz en medio de una guerra que se libra entre países vecinos.
- PODCAST: Francisco en Kazajistán, un grito por la paz
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Así, en paralelo al encuentro, han celebrado una nueva reunión del Alto Comité para la Fraternidad Humana –nacido tras el Documento sobre la Fraternidad Humana. Por la paz y la convivencia común firmado en Abu Dabi en 2019 por el papa Francisco y el Gran Imán de Al-Azhar, Ahmad Muhammad Al Tayyeb–.
PREGUNTA.- Las continuas guerras con tintes religiosos de fondo hacen pensar a muchos que las religiones son fuente de conflicto y no de paz…
RESPUESTA.- No, no lo creo. Hay que distinguir claramente, porque la religión no es elemento ni origen ni causa de conflictos ni de guerras, simplemente que algunos actores internacionales, por razones diversas, a veces aluden a cuestiones religiosas para justificar lo injustificable. Sin embargo, la presencia de todas las principales religiones del mundo en Nursultán, con el añadido de la presencia de Francisco, muestra el compromiso de los líderes religiosos con la paz.
P.- Hablando de líderes religiosos y paz, no se puede obviar la figura del patriarca Kirill de Moscú, abiertamente pro Putin…
R.- Todos hubiésemos deseado que el patriarca Kirill estuviera en este congreso. Es la intención que tenían los organizadores y el gobierno de Kazajistán. Eso sí, la presencia del patriarcado ortodoxo ruso es muy numerosa. Por tanto, hay que dar relevancia a que, aunque el máximo líder no esté, haya enviado a sus emisarios. Precisamente, la voluntad de este congreso es de diálogo, que es lo que creo que busca la Iglesia católica con la presencia del Papa, quien ha venido a elevar su voz por la paz y el entendimiento.
Esta ha sido una de las líneas principales de su pontificado y es en lo que debemos trabajar todos. En los últimos meses hemos escuchado –tras la violación de la integridad territorial de Ucrania– muchas voces hablar sobre las alianzas militares y la necesidad de recuperar territorios. Todo esto es absolutamente necesario, pero creo que ha faltado una vocación diplomática más intensa para tratar de encontrar soluciones y para poner fin a una guerra en la que, como siempre, los que más sufren son los propios ucranianos.
Una solución urgente
P.- El Papa se ha mostrado en todo momento cercano a Ucrania. Sin embargo, algunos le acusan de no condenar a Putin. ¿Cómo valora la posición del Vaticano en el conflicto?
R.- Francisco es la única voz, junto al secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, que desde el primer día ha condenado la invasión rusa. El Papa ha sido el primero que ha hecho un llamamiento para frenar la guerra y buscar una solución política y negociada. Por lo tanto, creo que solo hay que estarle agradecido. Hoy en día es una de las referencias más importantes. Es el mayor tesoro que podemos tener como humanidad.
En estos momentos debemos seguir impulsando el ‘Documento sobre la Fraternidad Humana’. El Vaticano trabaja siempre para acompañar los esfuerzos por la paz. En relación con Ucrania, lo importante es buscar soluciones. Hay que conseguir cuanto antes un alto el fuego. Necesitamos una solución con perspectiva de futuro y que dé un sentido de conciliación y fraternidad. Estas no son palabras huecas ni utópicas. Esto es lo único que nos permitirá poder mirar al futuro con esperanza. Precisamente, esa esperanza es lo que tenemos que recuperar en estos momentos, en los que, desgraciadamente, todos los indicadores son bastante sombríos.