A estas alturas, Nacho Cano está curado de espanto. Es lo que tiene llevar más de 40 años de carrera a sus espaldas y haber logrado superar que, una y otra vez, se deje caer en cualquier conversación pública con él, el retorno de Mecano. “Es como si te divorcias de una mujer y el día que te vas a casar con la que ahora es tu novia, lo primero que te pregunta alguien es cómo está la anterior”, bromea a los 59 sobre la recurrente cuestión. “Ahora estoy casado con Malinche. Toda la carrera de Mecano duró menos que el tiempo dedicado a preparar este musical”, matiza orgulloso sobre la década larga invertida en el nuevo espectáculo.
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Gracias a este callo, lleva con algo más que buen humor los dardos envenenados revestidos de crítica. “A nadie le gusta que le digan que lo que ha hecho está feo, pero intento mirar más allá. Críticas también recibieron Evita y Jesucristo Superstar y ahí están”, apostilla, mientras el ritmo de venta de entradas para los próximos dos meses parece imparable. No en vano, Nacho sabía que abordar este capítulo de la colonización provocaría no pocas reacciones.
“Aquello era un mundo de hombres, donde todos eran muy bestias, de un lado y de otro”, apunta, subrayando que “el musical busca celebrar una historia de amor entre Malinche y Hernán Cortés, como elogió Armando Manzanero en su última entrevista antes de morir, así como la diversidad que nace de ahí”. Y se pregunta: “¿Debemos juzgar nosotros cómo se comportaban los de hace 500 años? Imagínate cómo nos verán los de dentro de cinco siglos cuando vean lo cabrones que hemos sido por cómo estamos contaminando el planeta, por la guerra de Ucrania… Aquello pasó y hoy no toca sentenciar quiénes eran los buenos y los malos”.
De ahí que él detuviera la mirada en Malinche: “Que los españoles le dieran a una esclava indígena el tratamiento de Doña, nos habla de la fortaleza y relevancia de una figura femenina y del respeto que se le concede”, expone sobre el personaje en torno al que vertebra el espectáculo que esboza el nacimiento de México como nación. “Es la mujer con más impacto en la construcción de América. Es símbolo del encuentro, no solo por dar a luz al considerado como el primer mestizo reconocido. No olvidemos que fue una de las grandes precursoras del cristianismo. Para ella, ser bautizada se convirtió en signo de libertad”, asevera acerca de la que fue una auténtica diplomática en una guerra. “Fue una especie de comandante en jefe de su pueblo, por eso me niego a admitir a los que la consideran una traidora de los suyos”, expone.
Zarpazos católicos
Lo que no se esperaba Nacho son los zarpazos de algunos foros católicos a su propuesta. Tras unos primeros pases de testeo, ha pulido del guion todo lo que pudiera resultar ofensivo. Entre otras cosas, porque él mismo se sabe creyente. “Siempre lo he sido. Para mí, es imposible no tener fe. A veces, cuando echo la vista atrás, entiendo que no me puedo quejar de nada… Cuando empezábamos en la música, luchábamos contra un montón de imprevistos, y luego fíjate todo lo que ocurrió con Mecano”, comparte pensativo sobre la trayectoria recorrida. Y añade espontáneo: “¡Está claro que Dios ha sido maravilloso con nosotros!”. A partir de ahí, destapa su yo más íntimo: “Siempre he tenido un lado bastante espiritual que me ha ayudado a contrarrestar mi lado canalla, que también es muy potente…”.
Lo cierto es que su mirada trascendente a la realidad le viene de lejos. “He escrito muchas canciones que hablan de Dios, como ‘Te busqué’ o ‘J.C.’”, rememora. En ‘Te busqué’, incluida en el disco Entre el cielo y el suelo, comparte su particular rastreo vital, confesado que “te busqué en los templos de oración, y en los libros que hablan del amor. Te busqué por toda la ciudad, y en el pozo de la soledad”. La canción de la abreviatura habla, sin nombrarlo, del Crucificado, con el que dialoga al pie del Calvario: “Colgado de los palos y amarrado, por los pies y por las manos. Me pregunté ¿quién lo pudo hacer? Trepé por la madera y aparté de tu cara la melena, y te besé”.