Cáritas y la REPAM luchan para frenar la deforestación en el territorio, que se ha visto duplicada
“En Colombia, nosotros decimos que tenemos dos Amazonías, una oriental y la otra occidental, porque la cordillera central la parte en dos”, cuenta Bibiana Rodríguez, integrante de Cáritas y coordinadora del proyecto ‘Agrofvida amazónica’, que se articula con Repam nacional desde 2019.
Así se distribuyen las gemelas amazónicas: la oriental, Guaviare, Meta, Guainía y Vaupés; y la occidental, Caquetá, Putumayo y Amazonas; en total siete departamentos que abarcan el 42% del territorio nacional. Por ello, en tono jocoso, afirma que “casi la mitad del país es Repam”. Bajo esta premisa, asegura que las acciones emprendidas en esta región se han centrado en Caquetá y Putumayo, porque “cuando tú te ubicas en un mapa está el Parque Nacional de Chiribiquete, que lucha por no ser alcanzado por la desforestación”.
“La deforestación en estos territorios se ha duplicado convirtiéndose en áreas despejadas para la ganadería extensiva, monocultivos, cultivos de uso ilícito, extractivismo forestal y minero. Además, matizado por la reconfiguración del conflicto armado, develan no solo una crisis ambiental, sino social”, apunta Bibiana.
Por consiguiente, desde 2019 han decidido empoderar a 250 familias indígenas y campesinas desde lo comunitario y organizacional con el apoyo solidario de Cáritas Alemania y BMZ (Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo de Alemania), porque, además del grave problema ambiental y social, el incumplimiento de los acuerdos de paz ha creado el caldo de cultivo perfecto para que grupos al margen de la ley libren una batalla por el control del territorio. Para esta laica colombiana, se trata de un tema “muy complejo, puesto que también tienen limitaciones de llegar hasta el territorio por la ola invernal”.
La agroforestería ha sido la respuesta ‘balsámica’ frente a este viacrucis, producto del olvido de los gobiernos. Por ende, “desde ‘Agrofvida amazónica’ se han dado respuestas frente al viacrucis del deterioro de los bienes comunes (bosque, agua, biodiversidad, prácticas y saberes). Por eso les brindamos a las comunidades la oportunidad de experimentar otras maneras de ser, estar y hacer en el territorio”.
¿Por qué un sistema agroforestal? A la cuestión, Bibiana argumenta la importancia de “la conservación de semillas nativas, la recuperación de prácticas y saberes, la búsqueda de economías alternativas a través de la producción, transformación y comercialización de productos, así como, la promoción de mercados campesinos, que permiten a estas comunidades mejorar la sostenibilidad de las condiciones socio-económicas y ambientales en sus familias”.
Además otra de las apuestas de este proyecto es la Escuela de democracia para la incidencia por una ecología integral en la Amazonía, que formó a más de 70 personas en participación ciudadana, políticas públicas, derechos humanos y ambientales, apropiándolos de las temáticas para realizar iniciativas de incidencia en las cinco comunidades acompañadas.
Asimismo, se capacitaron a más de 50 mujeres en los “Grupos autogestionados de ahorro y crédito – GAAC” con la meta de impulsar la autogestión financiera, a través del ahorro y de iniciativas de emprendimiento. Sin duda, son los frutos que se recogen a las faldas del Chiribiquete. Aquí seguimos caminando, con las voluntades de hombres y mujeres de Iglesia que conocen las dos caras de la Amazonía en una misma Colombia.