El Papa ha viajado este domingo a Matera para la clausura del 27º Congreso Eucarístico Nacional
“Este es el desafío permanente que la Eucaristía ofrece a nuestra vida: adorar a Dios y no a nosotros mismos. Ponerlo en el centro y no la vanidad de uno mismo”. Con estas palabras ha expresado el papa Francisco su tristeza por la “realidad aún hoy, cuando confundimos lo que somos con lo que tenemos, cuando juzgamos a las personas por la riqueza que tienen, por los títulos que exhiben, por los roles que desempeñan o por la marca del vestido que usan”. Y lo ha hecho durante su visita a Matera para la clausura del 27º Congreso Eucarístico Nacional.
“Si nos adoramos a nosotros mismos, morimos en la asfixia de nuestro pequeño yo; si adoramos las riquezas de este mundo, ellas se apoderan de nosotros y nos esclavizan; si adoramos al dios de la apariencia y nos emborrachamos con derroches, tarde o temprano la vida misma nos pedirá la cuenta”, ha señalado el Pontífice. Sin embargo, cuando adoramos a Jesús presente en la Eucaristía, “recibimos también una nueva mirada a nuestra vida: no soy las cosas que poseo y los éxitos que logro obtener; el valor de mi vida no depende de cuanto logre exhibir ni disminuye cuando encuentro fracasos y fracasos”.
Por otro lado, Francisco ha recordado que la Eucaristía “nos llama al amor de los hermanos”. “Este Pan es el sacramento del amor por excelencia. Es Cristo quien se ofrece y parte por nosotros y nos pide que hagamos lo mismo, para que nuestra vida sea trigo molido y se convierta en pan que alimenta a nuestros hermanos”, ha aseverado.
“Soñamos con una Iglesia así: Eucarística, hecha de hombres y mujeres que se parten como el pan por todos los que mastican la soledad y la pobreza, por los que tienen hambre de ternura y de compasión, por aquellos cuya vida se desmorona porque ha faltado la buena levadura de la esperanza”. Una Iglesia, además, “que se arrodilla ante la Eucaristía y adora con asombro al Señor presente en el pan; pero que también sabe inclinarse con compasión ante las heridas de los que sufren, socorriendo a los pobres, secando las lágrimas de los que sufren, haciéndose pan de esperanza y de alegría para todos”.
Así, el Papa ha finalizado la homilía haciendo un llamamiento a “volver a Jesús y a la Eucaristía”. “Volvamos al gusto del pan, porque mientras estamos hambrientos de amor y de esperanza, o estamos quebrantados por las fatigas y sufrimientos de la vida, Jesús se convierte en alimento que nos alimenta y nos sana”.