La Fundación Cristo Vive mantiene una residencia para acoger a personas que viven en la calle y apoyarlas en su reinserción social
Casi 20 mil personas, en Chile, viven en la calle, de ellas unas 8 mil en Santiago. Muchos son chilenos, solos, mayoritariamente varones; los extranjeros aumentan con rapidez y suelen ser familias, con niños. Comunidades parroquiales suelen organizarse para darle algún apoyo afectivo, alimentos, ropa…
Desde 1990, la Fundación Cristo Vive mantiene 23 centros, en 10 comunas de Santiago, con 500 trabajadores que atienden a más de 30 mil personas en extrema pobreza, promoviéndolas en sus dimensiones social, física, espiritual y material. Lo hace de manera participativa, acompañando a pobladores y a sus familias para que adquieran herramientas (capacitación en oficios, por ejemplo) y encuentren sus propios caminos de crecimiento, e invitando a distintos actores a sumarse en los esfuerzos de superación de la pobreza.
La atención a personas en situación de calle está a cargo de la hna. Teresa Winter quien llegó a Chile como religiosa Misioneras Siervas del Espíritu Santo, y desde 2007 colabora en Cristo Vive. En 2010 deja su congregación y se adscribe a la Comunidad de Jesús, formada por la hna. Karoline Meyer, fundadora de Cristo Vive. Teresa compartió su experiencia con Vida Nueva.
PREGUNTA.- ¿Cómo se inicia este servicio?
RESPUESTA.- En el invierno del 2012, el Ministerio de Desarrollo Social pide a la Fundación hacerse cargo de un albergue con atención básica desde las 17 pm a las 8 am. Al final de ese invierno lo transformamos en residencia, con atención individual las 24 horas y con el objetivo que las personas salgan de la calle, logren su reinserción social. El Ministerio financió un recinto apropiado, que fue esta casa inaugurada en julio 2013.
P.- ¿Cuántas personas viven aquí?
R.- Nuestra capacidad es para 25 personas. Actualmente está completa: 2 son mujeres; 7 extranjeros de Colombia, Haití y Venezuela. Para llegar acá deben ser mayores de 18 años y menores de 65. Nuestro objetivo es la reinserción y para los mayores hay programas especiales. Nos preocupamos que cada persona cumpla desde lo más básico: tener cédula de identidad, estar inscrito en un consultorio de salud, chequeo de salud y desde ahí, con más confianza, identificar sus principales problemas: droga, alcoholismo, salud mental, siempre atendidos con profesionales. Si no tiene este tipo de problemas iniciamos un plan de reinserción laboral. Cuando tienen dos contratos: el de trabajo indefinido y el de arriendo de una pieza donde vivir, se hace el egreso.
P.- ¿Cuánto tiempo permanecen?
R.- En promedio dos años. Los extranjeros suelen no tener problemas de droga o alcohol, se quedan menos tiempo porque consiguen pronto trabajo. Los chilenos suelen tener problemas de droga, alcohol y/o salud mental, por lo que su proceso tiene un semestre para consolidar la confianza, un año trabajando en profundidad y otro medio año para su salida. Llegan por derivación del Hogar de Cristo, hospitales, de municipalidades o de nuestros albergues.
P.- ¿Qué es lo más difícil?
R.- Superar las dependencias y la salud mental porque tienen que asumirlo como problema. Si no aceptan su enfermedad, no hay posibilidad de superarla. Tenemos alianzas con organismos especializados en superación de adicciones o problemas de salud mental. Tenemos voluntarios que acompañan a nuestros residentes en sus trámites en hospitales, municipalidades u organismos del Estado para asegurar que sean bien atendidos. La dignidad de las personas es lo más importante.
P.- ¿Todos se adaptan?
R.- Hay personas que no se adaptan y se van pronto; otros no dan pasos de crecimiento, aun con un programa de ayuda, y también se van porque esto no es un hotel, sino que hay exigencias para superarse. La primera es querer salir de la situación de calle y eso se nota en su actitud al tomar responsabilidades, mejorar el trato con los demás, conversar sus problemas, responder bien a pequeñas pruebas con responsabilidades que se les van dando. Tener que mostrar esos pasos es una dificultad para algunos porque están acostumbrados al asistencialismo. El cambio de mentalidad es muy difícil. Algunos creen que es deber del Estado darles lo que necesitan y es difícil ayudarles a reconocer y defender su dignidad. Además, se necesita mucho coraje para ver la propia herida.
P.- ¿Cómo es la reinserción laboral?
R.- En el 2012 la mayoría trabajaban en la construcción. Hoy los campos de trabajo se han diversificado: hay varios como guardias de seguridad, reponedores en supermercados, cocina (especializados en sushi, por ejemplo) y también en construcción.
P.- ¿Cómo está hoy este problema en Chile?
R.- La población en situación de calle está aumentando por llegada de extranjeros al país, pero también por gente que ha perdido su trabajo por el Covid o por la inflación ha perdido la casa que arrendaban. Debo decir que la situación de calle no corresponde para nadie. Aunque yo hago con gusto este trabajo, no debería hacerlo. No debería haber personas en situación de calle. Agradezco al gobierno de Chile que desde el 2010 ha mantenido el apoyo a esta línea de trabajo. Es indispensable salir del asistencialismo. Hay programas que están más cerca del asistencialismo que de la superación. Esta es una crítica con cariño y respeto, pero necesaria. Falta sensibilizar a la sociedad completa frente a esta situación que viven tantas personas. Se dice que hay 600 niños viviendo hoy en las calles de Santiago, la mayoría hijos de inmigrantes. Esta es una situación alarmante y urgente.