Sacerdote nicaragüense abandona su país antes de ser aprehendido

En una carta, el padre Erick Díaz explica que lleva más de un mes en el exilio debido a que la policía de Daniel Ortega estaba a punto de detenerlo

sacerdote nicaragüense

Erick Díaz es un joven sacerdote de la diócesis de Matagalpa, Nicaragua, que desde hace más de un mes se encuentra exiliado debido a la persecución que sufría en su país por parte del gobierno del presidente Daniel Ortega.



Fue apenas el pasado 23 de septiembre, fiesta de Nuestra Señora de la Merced, cuando el presbítero hizo del conocimiento público, a través de sus redes sociales, que se vio en la necesidad de dejar Nicaragua ante su inminente captura.

El sacerdote explicó que el gobierno sandinista le había prohibido asistir a la misa del Congreso Mariano que se celebró del 11 al 15 de agosto pasado en Matagalpa, por lo que tuvo que quedarse encerrado en su parroquia, la cual estaba sitiada por la policía. El 19 de ese mismo mes debía celebrar una misa en una comunidad, pero por seguridad prefirió no asistir. Ese día -dice- habían llegado al lugar policías a bordo de una patrulla.

Y detalla: “El sábado 20 logré salir, pero unos agentes que cercaban la entrada a la parroquia me lanzaron improperios y tomaron muchas fotografías al vehículo en que me trasladaba”.

Al día siguiente, domingo 21, en la misa dominical el sacerdote detectó la presencia de agentes vestidos de civil, que fotografiaron y tomaron videos dentro de la misa. “Y el martes 23 se me comunicó, por un buen ‘Nicodemo’ -que por seguridad no puedo revelar-, que debía escapar porque ese día iban por este servidor“, dice.

Carta desde el exilio

“No ha sido fácil esta decisión –explicó–, pero por encima de todo está la vida y los derechos inherentes a cada ser humano que han sido irrespetados. Gracias de corazón. Sé que ustedes los fieles, son hombres y mujeres de Dios que están muy cerca de cada pastor y les agradezco su cercanía”.

Asegura el padre Erick Díaz que su único delito fue estar del lado de la verdad, del lado del sufrido pueblo, de la defensa de los derechos de cada ciudadano, y aclaró que la Iglesia nunca ha estado defendiendo ideas, pues no es su cometido.

“Porque un sacerdote nunca ha deseado (ni deseará) ser alcalde, concejal o diputado. Un obispo nunca ha deseado ser presidente u otro servicio público, ya que somos pastores, y es el mejor regalo que Dios en Jesucristo nos ha dado, ser ministros y embajadores de las cosas del cielo en la tierra”.

Voz que clama desde el exilio

El pasado 19 de septiembre, al cumplirse un mes de la detención del obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez, el sacerdote Díaz exigió su liberación “porque él (el obispo) no es ningún delincuente, sino un hombre de Dios que se ha desgastado por llevar almas al cielo. Nuestro obispo debe ser libre y regresado a su misión pastoral para seguir apacentando al rebaño que Dios le ha encomendado. Miles y miles de fieles seguimos orando por él, para que regrese a donde tanto lo esperamos. Nuestra diócesis le ama, le respeta y estamos con él”.

“Nosotros defendemos la dignidad humana, sea de donde sea, es nuestro deber alzar la voz por el pisoteado, por el marginado, por el indefenso”, añadió.

El sacerdote hizo suyas las palabras de monseñor José Antonio Canales, obispo de Danlí, Honduras: “ser cristiano y ver que a tu hermano lo están pisoteando, mancillando y hacerme de la vista gorda, para no meterme en problemas, significa cuestionarme sobre qué cristianismo practico. Jesús mismo lo enseñó. El verdadero prójimo es aquel que ve el dolor, la herida de su cercano y lo ayuda, haciendo referencia al buen samaritano”.

Dolor y esperanza por la patria

Tras asegurar que lleva un gran dolor en el corazón, como todos los que les ha tocado dejar la patria para salvaguardar la vida y la libertad, Erick Díaz aseguró que en Nicaragua se tiene un dolor sin precedentes, “un dolor muy grande para todos”.

Sin embargo -concluyó- aunque todo parezca perdido, no lo es. San Juan Pablo II en una ocasión nos dijo: ‘Jesús en la cruz parecía impotente’, parecía que hasta ahí llegaba todo. Sabemos que ese no fue el final. Había algo mejor y que es la esperanza del cristiano, la resurrección. Hoy Nicaragua está sumida en el dolor, en el miedo, en el terror. Pero de todo ello se construye un nuevo porvenir”.

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