El papa Francisco no se olvida de Ucrania. En su saludo en los distintos idiomas al final de la audiencia general que presidió este miércoles en la Plaza de San Pedro del Vaticano, volvió a recordar a la “martirizada Ucrania, que tanto está sufriendo” y a “ese pueblo tan duramente puesto a prueba”. El Pontífice explicó que había podido hablar durante la mañana con el cardenal polaco Konrad Krajewski, limosnero apostólico, que ha concluido su cuarta visita a este país de Europa oriental desde que comenzó la invasión rusa, hace ya siete meses. “Me ha contado cosas terribles. Pensemos en Ucrania y recemos por este pueblo martirizado”.
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En su catequesis, Jorge Mario Bergoglio continuó con su ciclo sobre el discernimiento deteniéndose en esta ocasión en “uno de sus elementos constitutivos, la oración”. Ésta permite dirigirse a Dios “con simplicidad y familiaridad, como se habla a un amigo”, propiciando así que se entre en “intimidad” con el Señor.
¿Dios pide mucho?
El discernimiento, destacó el obispo de Roma en su alocución, no pretende que se alcance una “certeza absoluta”, porque tiene que ver con la vida, que “no es siempre lógica” y presenta muchos aspectos “que no se dejan encerrar en una sola categoría”. Respondiendo a quienes consideran que Dios “nos pide mucho”, el Papa recordó que es “la alegría” la primera señal del encuentro con el Señor. “Cuando lo encuentro en la oración estoy alegre. La tristeza o el miedo son en cambio signos de lejanía de Dios”, dijo. Esta situación es fruto de la libertad que Dios deja a los hombres, lo que para Bergoglio supone “la cosa más hermosa de la oración con Jesús”.
Repitiendo una idea que ya había expresado en otras ocasiones, Francisco señaló que la oración no significa “decir palabras y palabras como un papagayo”, sino que consiste en “abrir el corazón a Jesús”, dejar que “entre en mi corazón y haga sentir su presencia”. Esta es, a su juicio, la relación que debe tenerse con la oración: “cercanía, cercanía afectiva, como hermanos, cercanía con Jesús”.