En carta al director del diario El Mercurio, Fernando Chomalí, arzobispo de Concepción, describe los rasgos de los conflictos en Chile e indica las que considera sus causas últimas.
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En su carta, Chomalí responde a otra aparecida el día anterior en el mismo diario: “A la pregunta del señor Andrés Hortal en carta al Director de ayer viernes, “¿Qué nos pasó?”, me permito un intento de respuesta: creo que estamos pagando las consecuencias de haber convertido la sociedad en una pista atlética donde algunos quisieron ganar la carrera a como diera lugar (malas prácticas, amiguismo, evasión y elusión de impuestos, corrupción, colusión, cohecho, tráfico de influencias, malversación de fondos públicos, etcétera), quedando muchas personas heridas en el camino que se están rebelando”.
Condiciones que facilitan la crisis
Agrega que “quienes pagan las consecuencias con mayor intensidad de este panorama son esa inmensa mayoría de hombres y mujeres que de manera honesta y sacrificada llevan el pan a la mesa de sus casas día a día”.
Chomalí agrega nuevos rasgos de la crisis social: “la desintegración galopante de la familia, la pauperización de la educación (limitada solo a la obtención de resultados medidos en calificaciones y tremendamente segregada) y la exacerbada valoración de los bienes materiales por sobre los espirituales, las condiciones para vivir lo descrito en la carta del señor Hortal están dadas”.
Ante ello, el arzobispo de Concepción señala que “la razón última está en que se pretendió construir un mundo al margen de Dios y ese mundo se volcó contra el propio hombre. La respuesta a una sociedad que se gesta sin ley ni Dios es sin ley ni Dios. He ahí el drama que hace que los problemas que nos aquejan no sean de índole policial o política, sino de índole moral, pero sobre todo espiritual”, concluye la carta del arzobispo Chomalí.
Pérdida del respeto a las normas de convivencia
En su edición del mismo día, el Mercurio incluye un artículo sobre “las razones que explican la pérdida del respeto a las normas de convivencia”. Afirma que “las propias autoridades reconocen que existe un problema de violencia nunca antes visto en la ciudadanía” con índices que muestran aumento en varios tipos de delitos, incrementados últimamente por “hechos de violencias o episodios que dan cuenta de una pérdida del respeto a las normas cotidianas de convivencia que van más allá de la criminalidad como tal”.
La nota del diario cita al ex fiscal nacional, Jorge Abbott, quien, en su ceremonia de despedida del Ministerio Público, el día anterior, aseguró que “el mayor desafío que hemos debido enfrentar en estos últimos años, ha sido el recrudecimiento de la violencia. Hoy tenemos instalada la violencia en nuestra sociedad como una forma de relacionarse de manera cotidiana, lo vemos en nuestras calles, lo vemos en los estadios”.
El subdirector de Desarrollo del Instituto de Estudios de la Sociedad (IES), Rodrigo Pérez de Arce, citado en el artículo, señala que “la pandemia potenció la violencia, (…) porque hay formas de moderación o control social que disminuyeron su importancia durante la misma pandemia”.
Gana el más fuerte
Mónica Vargas, socióloga, académica de la Universidad de Santiago, sostiene que “tenemos un Estado reducido, un mercado que regula las relaciones en sociedad y eso hace que se vaya configurando la manera de ser de nuestro país. Y en esa manera de ser la competencia, el individualismo hace que las personas entiendan, en su imaginario y en su foro interno, que aquí gana el más fuerte en todo ámbito. Entonces, gano si protesto más fuerte, gana el más fuerte si yo grito más, gana el más fuerte si me salto la fila, porque hay una lógica de ‘o me comporto de esta manera o soy un perdedor'”, explica en El Mercurio.
Por su parte, la antropóloga y académica del Departamento de Salud Pública de la Universidad de Talca, Giselle Davis, afirma que “hay una pérdida de referentes de sociabilidad en los sectores más vulnerables, que no es lo mismo que lo más pobres. Estamos hablando de negligencia, aislamiento, precariedad social y cultural“, indica. Agrega que “los referentes tradicionales, es decir, valores o normas son reemplazados por la falta de los mismos y por lo más violento de las redes sociales, donde hay menos control social. Los actos tienen nula o escasa consecuencias; y se desata la violencia impunemente en el lenguaje”, sostiene Davis.
A ese contexto social se refiere el arzobispo Chomalí en su carta al diario El Mercurio.