México

Integrante mexicana de la Comisión Pontificia para la Protección de Menores habla de los desafíos en su nueva encomienda

En entrevista para Vida Nueva, la doctora Patricia Espinosa asegura que se ha trabajado mucho en materia de protección de menores, pero es una pandemia que tiene que atacarse desde la raíz





El pasado 30 de septiembre, el papa Francisco nombró nuevos miembros para la Comisión Pontificia para la Protección de Menores, entre ellos la doctora mexicana Irma Patricia Espinosa Hernández.



En entrevista para Vida Nueva, la especialista en temas de protección de menores en ambientes eclesiales, habla sobre los retos de formar parte de esta comisión, instituida por el papa Francisco en 2014.

La doctora actualmente forma parte del Centro de Investigación y Formación de Protección al Menor en Latinoamérica (Ceprome), y desde su punto de vista, la Iglesia ha hecho un gran esfuerzo y concientización acerca del abuso de menores.

“Hay un gran trabajo –dice– pero también hay mucho por hacer; hay un gran esfuerzo de los obispos, de los superiores de las instituciones religiosas, del propio clero y sobre todo una concientización del laicado”.

En el tema de los abusos –apunta la doctora Espinosa, quien también es miembro del Consejo Nacional de Protección de Menores de la Conferencia Episcopal de México- “lo que necesitamos es evitar los nuevos casos… este es el elemento en el que nos tenemos que enfocar particularmente, y seguir considerando a las víctimas en primer lugar”.

Rendición de cuentas y transparencia

PREGUNTA.- ¿Cómo recibe este nombramiento como miembro de la Comisión Pontificia para la Protección de Menores para el periodo 2022-2027?

RESPUESTA.- El llamado del Santo Padre fue un nombramiento sorpresivo, pues hay mucha gente con un currículum y una preparación muy vasta, por eso para mí es un gran honor recibir el nombramiento, pero también una gran responsabilidad y compromiso porque esto implica ya a la Iglesia universal.

P.-  ¿Qué compromisos adquiere con este nombramiento?

R.- Al formar parte de esta comisión nosotros nos vamos a regir por los lineamientos que establece el Papa para la misma; trasladados en varios puntos principales en que él ha hecho énfasis: tiene que regirse en sus actividades de acuerdo a la responsabilidad en la rendición de cuentas y la transparencia.

La comisión está encargada de realizar todas las líneas guía o los códigos de conducta que habrán de aplicarse a toda la Iglesia católica, y a partir de estos códigos de conducta, generar ambientes seguros para la salvaguarda de niñas, niños y adolescentes. El papa Francisco está buscando, a través de la cero tolerancia, estos ambientes seguros para proteger a los niños, niñas, adolescentes y personas en situación de vulnerabilidad, para que no vayan a ser objeto de ningún tipo de abuso.

Como miembros de esta comisión también estamos obligados a generar un reporte anual sobre la salvaguarda en la Iglesia, pensando en esto de rendición de cuentas y transparencia, y esto va a permitirnos, como Iglesia, reflexionar introspectivamente sobre los avances y las áreas de oportunidad, basándonos también siempre en la constitución apostólica que va a revisar todos los procedimientos que vayamos desarrollando como comisión.

Cada miembro vamos a aportar en lo que es nuestra área de ‘expertise’; somos 20 miembros con diversas profesiones y currículums: educadores, abogados, obispos; somos diez mujeres y diez varones, eso es muy importante también; el 60% de los integrantes somos laicos, lo que garantiza un equilibrio de perspectivas, y eso es lo que ha estado buscando el Papa, que se pueda garantizar la neutralidad de la comisión en su trabajo.

Todos hemos venido trabajando en la protección de menores en distintas trincheras desde hace un tiempo, y esto nos permite entonces generar redes de interacción con otras instituciones porque uno de los lineamientos del papa Francisco es que sabemos que hay muchas instituciones fuera del ámbito de la Iglesia que están trabajando muchísimo en la protección de menores, y tenemos cosas que aprenderles también a ellas: herramientas, formas, recursos que ellos también utilizan, que entre todos podamos apuntalar la protección de menores.

Acompañamiento, asesoría y prevención

P.- En particular, ¿qué aspectos específicos de su experiencia considera que pueden aportar a esta comisión?

R.- He trabajado la parte de formación, capacitación, a nivel de agentes de pastoral, obispos y clero en los temas de prevención de abuso sexual. En Ceprome Latinoamérica hemos trabajado mucho el ámbito de atención, prevención, evaluación, así como formación, capacitación e investigación.

Yo coordino la dirección de formación y atención clínica del Ceprome Latinoamérica; soy de origen médico psiquiatra y he tenido experiencia en el ámbito de la psicología criminal porque acompaño y evalúo tanto a víctimas como a los agresores sexuales.

P.- ¿Considera que la Iglesia ha avanzado en la protección de menores?

R.- La Iglesia en general, y también la de México, ha hecho un gran esfuerzo y trabajo. Desde febrero de 2022 soy miembro del Consejo Nacional de Protección de Menores de la Conferencia del Episcopado Mexicano, que también está enfocado en el tema de cómo desarrollar, establecer y consolidar comisiones; que cada diócesis de la Iglesia en México debe de tener, pues son aquellas que reciben las denuncias de las víctimas.

También estamos enfocados en la prevención, no solo en el acompañamiento y asesoría a las víctimas, sino también en la prevención para que no se den estos casos nuevamente.

Somos muchos laicos trabajando en este campo; nuestra participación también es una apertura que ha tenido la Iglesia; cada vez participamos más laicos y esto permite una mayor neutralidad en el trabajo que hacemos como comisiones locales; hay mucho por hacer, pero estamos en la mejor disposición y apertura.

Una pandemia que no ha podido erradicarse

P.- ¿Es posible erradicar de tajo este flagelo en la Iglesia?

R.- El tema de los abusos de niñas, niños, adolescentes y personas vulnerables es un tema social; es una pandemia y seguimos en el coletazo, una pandemia que tiene miles de años y que no ha podido erradicarse, de manera que es un tema de urgencia a nivel social.

Esto implica también el trabajo desde la raíz, en el ámbito de las familias, de los jóvenes, de los niños, porque las víctimas y los agresores sexuales surgen de estas familias; y las familias y los agresores sexuales actualmente provienen de familias con problemas importantes de violencia, de abuso mismo.

Entonces si no coincidimos, si no trabajamos a nivel pastoral desde la perspectiva de la Iglesia, como a nivel social desde la perspectiva de la sociedad en general, no hay forma de que podamos erradicar este tema; de otra manera lo único que estaríamos haciendo sería siempre teniendo que levantar los pedazos y lo que necesitamos es evitar los nuevos casos.

Este es el elemento en el que nos tenemos que enfocar particularmente y seguir considerando a las víctimas en primer lugar. Deben estar en el centro de la perspectiva de la Comisión Pontificia, de las conferencias de los distintos episcopados del mundo, siempre considerándolas en el centro, siempre pensando en el bien superior de la niña o del niño, del adolescente, basándonos en los derechos fundamentales, pero entrar siempre también en la familia como el núcleo en la sociedad, donde se inicia todo, se da todo y termina todo.

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