Miguel García-Baró tumba el imaginario del abusador dentro de la Iglesia como un ser oscuro, que se convierte en un depredador reproduciendo un trauma vivido en la infancia. Desde su experiencia a pie de obra, para el responsable de Repara, la plataforma de la archidiócesis de Madrid para acompañar a las víctimas, estos agresores son “narcisos llevados al extremo” que en su gran mayoría responde a un perfil de “líderes eclesiales y eruditos”. “Es infrecuente en ellos el arrepentimiento sincero”, añadió.
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Así lo manifestó en el marco de las XIX Jornadas de Teología organizadas por la Universidad Pontificia Comillas, bajo el lema ‘Los abusos de poder, conciencia y autoridad en la Iglesia”. El catedrático de Ética también alertó de cómo “sin una renovación radical de la vida cotidiana real dentro y fuera de los ambientes cristianos, la lacra de los abusos no se puede frenar”.
Más adultos que niños
En este sentido, al abordar un perfil de quienes sufren este tipo de agresiones, desde la experiencia de Repara, “los abusos a adultos que nos llegan están siendo mucho mayores que a menores”. Entre los efectos inmediatos en la persona, se encuentra “el escándalo, la desesperación y la autoinculpación”.
En este sentido, describió en sentimiento de la víctima como “puro dolor extremo” que contagia todas las facetas de la vida acompañado del “sentimiento de no ser inocente”. “El desdichado no es cómplice del que le ha hecho desdichado, pero se siente indigno”, constató. Todo este contexto hace, en palabras de García-Baró, que se retrase la “restauración del equilibrio personal” y que se torne en complicado llevar encuentros restaurativos entre víctimas y victimarios.