El pontífice reúne en audiencia a los peregrinos de todo el mundo que acuden en Roma a la canonización de Artémides Zatti
El papa Francisco ha querido tener un encuentro con los salesianos laicos presentes en Roma para la canonización del religioso ítalo-argentino Artémides Zatti. Así lo ha desvelado el superior general de los salesianos, el rector mayor Ángel Fernández Artime, en la celebración de la eucaristía con los peregrinos de la Familia Salesiana en el Aula Pablo VI. Más de 500 salesianos laicos –‘coadjutores’ según la denominación tradicional empleada en la congregación– se han reunido en el Vaticano junto a cardenales, obispos, provinciales y miembros de diferentes grupos de la Familia Salesiana.
El pontífice ha destacado cuatro aspectos del nuevo santo. El primero de ello su ser “inmigrante” como tantos italianos que acudieron a Argentina –Bergoglio destacó la presencia de los salesianos en Buenos Aires en uno de los barrios más difíciles por la presencia de “comunistas”–. “Lamentablemente, muchos inmigrantes perdían el valor de la fe, absorbidos por el trabajo y los problemas que encontraban. Pero los Zatti, gracias a Dios, fueron una excepción. La participación en la vida de la comunidad cristiana, las relaciones cordiales con los sacerdotes, la oración común en su hogar y la frecuencia de los sacramentos no disminuyeron”, destacó el Papa que entró sin necesidad de silla de ruedas. Con la participación de Zatti en la parroquia salesiana “maduró su opción por la vida salesiana”.
Para el Papa, Zatti fue “pariente de todos los pobres” –que es la familia de los santos– tras haber sufrido él mismo un tuberculosis que superó “gracias a la curación obtenida por intercesión de María Auxiliadora” lo que hizo que dedicara “toda su vida a los enfermos, sobre todo a los más pobres, a los abandonados y a los descartados”. “El heroísmo de Zatti los convirtió [a los hospitales en los que trabajó] en lugares de irradiación del amor de Dios, donde el cuidado de la salud se volvió experiencia de salvación”. “En esa pequeña porción de tierra de la Patagonia donde transcurrió la vida de nuestro beato, volvió a escribirse una página del Evangelio: el Buen Samaritano encontró en él un corazón, unas manos y una pasión, principalmente para los pequeños, los pobres, los pecadores y los últimos”, destacó el pontífice. “Los salesianos son los grandes educadores del corazón”, añadió.
Zatti consiguió convertir el hospital “en la ‘Posada del Padre’, signo de una Iglesia que quiere ser rica de dones de humanidad y de gracia, morada del mandamiento del amor a Dios y a los hermanos, lugar de salud como signo de salvación”.
“El hospital y las casas de los pobres, que visitaba noche y día desplazándose en bicicleta, eran la frontera de su misión. Vivía la donación total de sí a Dios y la consagración de todas sus fuerzas al bien del prójimo”, apuntó Bergoglio. “El trabajo intenso y la disponibilidad incansable para atender las necesidades de los pobres estaban animados por una profunda unión con el Señor, mediante la oración constante, la adoración eucarística prolongada y el rezo del rosario”, prosiguió. “Artémides era un hombre de comunión, que sabía trabajar con los demás; con las religiosas, los médicos, los enfermeros. Y con su ejemplo y su consejo formaba a las personas, forjaba las conciencias, convertía los corazones”, sentenció.
Como coadjutor, prosiguió el Papa, destacó el agradecimiento tras la curación cuando hizo la promesa “Creí, prometí sané”. Para Francisco, “esta vida que había recuperado ya no era más su propiedad, sino que era totalmente para los pobres”. “Vivió esta misión en comunión con sus hermanos salesianos. Era el primero en estar presente en los momentos comunitarios y con su alegría y simpatía animaba la fraternidad”, añadió.
Como “intercesor por las vocaciones”, Francisco confesó que “cuando era Provincial de los Jesuitas de Argentina conocí la historia de Artémides Zatti, leí su biografía y le confié a él la petición al Señor de santas vocaciones a la vida consagrada laical para la Compañía de Jesús. Desde el momento que empezamos a rezar, por su intercesión, aumentaron considerablemente los jóvenes coadjutores; y eran perseverantes y muy comprometidos. Y de esa forma di testimonio de esa gracia que recibimos”.
“Los hermanos tienen un carisma especial que se alimenta en la oración y en el trabajo. Y hacen bien a todo el cuerpo de la Congregación. Son personas de piedad, alegres, trabajadoras. En ellos no se ven “complejos de inferioridad” por el hecho de no ser sacerdotes, ni aspiran a ser diáconos. Son conscientes de su vocación y la quieren así”.