La coordinadora del programa ‘El Lago’, para religiosas y laicas, reflexiona desde la fe sobre los anhelos que surgen a la edad de la jubilación
Profundizar en las preguntas más difíciles sobre la vida es una característica del ser humano que se acentúa, o, al menos, cobra mayor protagonismo al llegar a la tercera edad. Ante esto, y con el afán de ofrecer una reflexión, desde la fe, al momento vital que se abre a partir de los 60 años, Ruaj Vedruna organiza una nueva edición del programa ‘El Lago’, orientado a mujeres, laicas y religiosas. Vida Nueva profundiza sobre ello con Dolors Ribes, coordinadora del programa.
PREGUNTA.- ¿Cómo es el momento vital que empieza a partir de los 60?
RESPUESTA.- En torno a los 60-65 años se inicia una nueva etapa. Es a partir de ese momento, cuando vamos viendo como, por circunstancias de la vida, en ocasiones se producen importantes cambios en el ámbito laboral en el que nos movemos. Para otras personas, los cambios vienen dados en relación a su salud, que hace que tengan que replantearse algunos aspectos de la vida.
También se da, sin cambios físicos importantes o de trabajo, cuando llega un momento vital en que las personas se plantean preguntas de difícil respuesta y que entienden necesitan profundizar en ellas, aprovechando, por ejemplo, un curso de formación como el que se ofrece. La persona debe hacer frente a distintas situaciones y a veces no dispone de herramientas suficientes para afrontarlas. El reto es mantener una actitud positiva frente a la vida y a los cambios que se avecinan.
Después de tantos años de permanencia en la entrega, vida laboral, familiar, se recoge el fruto de una mayor gratuidad y libertad interior. Para las personas creyentes son unos años decisivos para reactivar el seguimiento de Jesús y cultivar el sentido de misión a fin de mantener una presencia evangelizadora, en cualquiera que sea su opción de vida.
P.- ¿Se vive de forma diferente este momento siendo religiosa que siendo laica?
R.- Tiene sus matices, pero hay muchos puntos en común. Puede ser el momento en que se deja el activo laboral o de ceder responsabilidades en el ámbito en el que se trabaja y se entra en otra modalidad de trabajo/acción. Esto tiene su complejidad. Se producen cambios importantes en la vida de la persona. Son experiencias que obligan a plantearse la propia existencia como plenitud o como fracaso.
Se puede experimentar, de alguna manera, un vacío interior (las cosas van adelante con otros, los hijos se han emancipado y viven sus vidas, ya no somos imprescindibles). En esta situación pueden buscarse formas de compensarlo constructivas o saludables.
Se puede vivir este nuevo tiempo como una oportunidad de servicio gratuito sin tener que ajustarse a un horario laboral. Por ejemplo, en la familia el cuidado de hijos nietos, padres de edad avanzada, implicarse a fondo en voluntariados,etc.
En definitiva, se abren nuevos horizontes y es momento de hacerse nuevos planteamientos. Existe la posibilidad de profundizar en la formación, y también desplegarse en alguna actividad que nos gusta y a la que hasta ese momento no era posible dedicar tiempo…
P.- ¿Qué papel tiene la fe en este momento de la vida?
R.- En este tiempo ya cercano a la jubilación o el cese de la actividad laboral, o ya inmersas en ella, la persona se percibe más integrada. El Dios que se le revela es un Dios de cercanía y misericordia, aun en medio de la oscuridad. Es un Dios que invita más que a hacer, a abandonarse y dejarse hacer por Él. Desde su ser creyente es un Dios que nos sigue llamando a la misión, a profundizar en las raíces creyentes que nos sustentan.
P.- En las semanas abordan desde el papel de algunos iconos bíblicos hasta el cuidado corporal ¿por qué son importantes estos aspectos?
R.- Porque la mayoría de las personas de esta edad, al estar tan implicadas en sus responsabilidades profesionales o familiares, no han tenido oportunidad a veces, para ahondar en una formación suficientemente actualizada en temas básicos de Teología, Psicología de la mujer en esta etapa, Realidad mundial, Vida creyente, Palabra de Dios.
Al poder abordar estos temas desde las diferentes áreas troncales, podemos resituarnos en esta nueva etapa con un horizonte más amplio y con más seguridad, para mantener una presencia evangelizadora y una vida más plena. Sí, es una formación integral que busca posibilitar que la persona profundice en su vida toda teniendo en cuenta el cuerpo, la mente y el espíritu.
P.- En estos años ¿qué preguntas y anhelos han detectado en quienes accedían al programa?
R.- Las preguntas que se hacen las participantes son algunas como las siguientes: “Hasta ahora tenía muchas responsabilidades y trabajos pero ahora que eso ya ha acabado ¿cómo situarme? ¿Sabré encontrar ritmo a esta nueva etapa? ¿Qué horizontes se me abren? ¿Cómo canalizar toda la vida y energía que tengo a favor de los demás, del Reino?”
Y en cuanto a los anhelos, escuchamos entre otros, el “seguir ofreciendo esta vida que se siente palpitar, pero no se sabe muy bien cómo hacerlo. Las personas que ya habían iniciado pequeños voluntariados, aun en medio de sus trabajos, desean hacerlo a pleno pulmón. Está la búsqueda de un tiempo amplio de formación, actualización. Y el descubrir nuevos horizontes y relacionarse con otras personas creyentes, que se encuentran en esta misma etapa.
P.- ¿En qué situación estaban al acabar?
R.- Bastantes mujeres participantes del Lago llegan a valorar la Formación Permanente en dinámica de proceso. Un proceso que dura toda la vida, y cómo no esta etapa también, y propicia personalizar la gestión de la propia vida y alimentar la fe recibida de Dios y acogida por cada una.
Expresaron en la evaluación su estar contentas y agradecidas de que exista un programa de acompañamiento para mujeres en esta etapa, religiosas de diversas congregaciones y laicas vinculadas a diferentes carismas.
Estas mujeres se toman muy en serio la tarea de acompañarse mutuamente, siendo acompañantes y acompañadas. Existe la cultura de que la misión dura toda la vida, que no se acaba con la jubilación. Las mujeres se implican activamente en nuevas tareas de misión en el voluntariado y se preocupan de conocer y abrirse a nuevas posibilidades. Desarrollan una actividad importante y ésta es reconocida y celebrada en las provincias de las diversas congregaciones, en el caso de las religiosas.
Amplían sus horizontes y valoran la comunidad interprovincial e intercongregacional. Valoran la apertura a otros y otras, el diálogo inter como actitud de comunicación y encuentro. Se amplían las redes por la relación con otras mujeres de distintos lugares.
Viven su vocación con más calidad humana y espiritual, se hacen planteamientos importantes, toman decisiones en dinámica de discernimiento sobre modos y maneras de seguir entregando la vida en su edad y circunstancias concretas.
Varias de las participantes, a partir de ‘El Lago’ se animan a vivir experiencias apostólicas –por un tiempo– en latitudes diferentes a las de su entorno habitual.
Realmente desde el equipo RUAJ que anima el programa, en colaboración con el equipo de formación Vedruna Europa, constatamos que tras siete ediciones, casi 25 años de programa, cuyos contenidos hemos ido actualizando, han pasado por EL LAGO 350 participantes de diferentes congregaciones y nos han dado testimonio de cómo la vida se vive en proceso y en misión, hasta el final de nuestros días. Hoy vemos importante ofrecer esta oportunidad a la participación de mujeres laicas que viven la misión y se plantean entrar en procesos formativos como este.