“Cuando el comandante de la Gendarmería Gianluca Gauzzi Broccoletti y el comisario Stefano de Santis me dijeron que el dinero utilizado por la señora Marogna no había sido utilizado para sus fines, dije: ‘Estoy dispuesto a dar lo que tengo y reembolsar a la Secretaría de Estado, porque si el dinero ha sido mal utilizado es por mi culpa’. El comandante me paró: ‘tú no tienes la culpa, te han estafado’. Yo procuré el dinero, se lo entregué a la señora porque estaba encargada de hacer una operación de la que el Santo Padre y yo sabíamos”.
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De esta manera ha relatado hoy el cardenal Angelo Becciu lo ocurrido cuando el comisario De Santis mantuvo, tal como ha declarado este, una conversación con el ex prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos con la que pretendía “hacerle entender” las consecuencias de que Cecilia Marogna hubiera “recibido tanto dinero en el que él era el remitente de las transferencias”.
Las declaraciones, tal como relata Fausto Gasparroni para ANSA, han tenido lugar durante la 28ª audiencia del juicio en el Vaticano sobre la gestión de los fondos de la Secretaría de Estado. De Santis había señalado, previamente, sus advertencias al cerdenal Becciu acerca de Morogna, con quien se le habría relacionado y la cual estaba “usando el dinero de manera diferente a la prevista en el motivo de las transferencias”, que era, en principio “causas humanitarias”.
Devolver el dinero
“Nos pidió que protegiéramos a Cecilia Marogna, que no hiciéramos nada, porque, dijo, ‘me causaría un daño grave a mí y a mi familia’. Nos preguntó cuánto dinero había gastado la señora Marogna y dijo que daría la orden, a través de su cuenta personal al IOR, de devolver ese dinero a la Secretaría de Estado”, añadió De Santis.
“Ese encuentro no fue solicitado por mí”, añadió Becciu. “Ese día, exasperado por el título del Corriere della Sera ‘Becciu envió 700.000 euros a Australia para financiar los testigos contra el cardenal Pell‘, telefoneé al comandante para expresarle toda mi amargura y preguntarle por qué se publican cosas falsas”, explicó.
“Me llevé las manos a la cabeza cuando me hablaron de la señora Marogna”, continuó. “Existía el riesgo de que se publicara esta noticia porque era una operación de la que sólo el Santo Padre y yo teníamos conocimiento, la liberación de la monja sudamericana secuestrada en Malí. No fue por mi familia. Me preocupaba todo lo que decían de mis familiares”.