España

El Seminario de Madrid recibe a 17 nuevos inquilinos

  • Un total de 84 jóvenes se preparan, en los diferentes cursos, para ser sacerdotes
  • “No es una lacra ser célibe, es un don de Dios”, afirma el rector





El Seminario Conciliar de Madrid ha iniciado este curso 2022-2023 con 84 jóvenes en proceso de formación, de los que 17 están recién incorporados, ya que comienzan este año el propedéutico (curso inicial). “Hay que seguir pidiendo al dueño de la mies obreros a su mies”, indica el rector, José Antonio Álvarez, según informa el propio Arzobispado.



En un encuentro con medios para dar a conocer el seminario y sus instalaciones, Álvarez se ha referido al itinerario formativo de estos jóvenes, siguiendo las indicaciones del papa Francisco de formar “pastores misioneros”. Un total de 12 sacerdotes, entre formadores, directores espirituales y él mismo, acompañan a unos chavales que suelen llegar en torno a los 23-24 años (habiendo acabado sus estudios superiores). No obstante, el más joven tiene 18 años y el mayor 51.

“La formación humana es esencial, forjar hombres libres que dialoguen con el mundo y esto requiere hombres maduros. Es un drama, una lacra en la vida de la Iglesia los abusos, es algo que no podemos permitir”, ha afirmado Álvarez, al tiempo que ha defendido el celibato. “No es una lacra ser célibe, es un don de Dios, pero no es para ser solterones sino para amar con generosidad y entregándose a este mundo con un corazón indiviso”, ha subrayado, según recoge Europa Press.

Sobre los retos formativos actuales del futuro sacerdote, Álvarez señala que tienen “grandes ilusiones”, son chicos “muy generosos, con deseos de vivir en plenitud, pero también hay que ayudarlos a que vivan con fidelidad” y con “autenticidad”. La cultura hoy es muy “individualista”, marcada con la “emotividad” y el “sensacionalismo”. Pero “reconocer la llamada del Señor” lleva a comprender que la vida hay que vivirla “en el amor verdadero”, que “es entrega”.

Dimensión comunitaria e impulso misionero

En su formación, además, hay dos notas importantes: la dimensión comunitaria, “porque estos jóvenes van a ser pastores en una comunidad”, y el impulso misionero, porque “vivimos para evangelizar”. Son dos líneas transversales a los cuatro pilares formativos del seminario: humano, espiritual, intelectual y pastoral.

En este sentido, tanto Álvarez como Fernando Murga, uno de los formadores presentes en el encuentro, han destacado la formación humana. “Es esencial —ha subrayado el primero— hacer hombres libres y maduros que den respuesta a lo que esta Iglesia quiere, que es el bien de los hombres y especialmente de los más vulnerables”.

Murga ha apuntado que, igual que Cristo hizo con los apóstoles, que los sacó del mundo para devolverlos a él, así se hace en el seminario: “Vienen del mundo y van al mundo, y tienen que saber dar respuestas. Tienen que ser expertos en humanidad”. Se aprecia cómo va cambiando su mirada, observa el formador, pero también la de quienes los rodean: “Se acercan a ellos buscando algo que les ayuda a encontrar en sí mismos lo que los seminaristas han descubierto”.

La vida del seminarista

En el encuentro han participado los seminaristas Sergio García (35 años) –ex militar y licenciado en Magisterio– y Borja Lizarraga (30 años). Si en sus propias familias hubo cierta resistencia inicial, “lo que en un principio vieron como un ‘nos quitan a mi hijo’, acaban viéndolo como un don”, sostiene el rector. Y también con sus amigos, con quienes “tocas temas que antes no”, explica Borja. “Hay una confianza distinta, de abrir más el corazón. El miedo inicial a contar que vas al seminario se transforma en una amistad profunda”, añade Sergio.

Comienzan el día a las 7:15 horas en la capilla de su comunidad [hay seis, una por curso], con una hora de oración. Después, el desayuno y, tras esto, a clase. Todos estudian Teología en la Universidad San Dámaso. Se reúnen de nuevo para comer en el seminario y, después hay tiempo para hacer vida de comunidad, estar juntos charlando, estudiar… La jornada acaba rezando juntos y celebrando la Eucaristía.

Los seminaristas también tienen tiempo para jugar al fútbol o bajar al gimnasio –’Mens sana in corpore sano’, recuerda el rector–, jugar al billar, y momentos de cinefórum, salidas culturales… Y, por supuesto, sacan hueco para lavarse la ropa, plancharla, arreglar su habitación… Los que ya están en la última etapa, de pastoral, se desplazan los fines de semana a la parroquia asignada, donde acompañan la vida parroquial.

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