Entrevistas

“Los musulmanes de Chipene llaman ‘madre’ a Maria de Coppi”





El pasado 6 de septiembre, la Diócesis de Nacala, en Mozambique, fue golpeada trágicamente con el ataque islamista a las misioneras combonianas de Chipene, arrasando toda la misión y acabando con la vida de Maria de Coppi (ver página anterior). Su obispo, el mercedario español Alberto Vera, cuenta a Vida Nueva que vivió aquellas horas tan duras “con mucha preocupación, inseguridad e impotencia”.



Una auténtica “vigilia de dolores, pues, desde el momento en que los terroristas entraron en la Misión de San Pedro de Chipene, ya estaba recibiendo informaciones por diferentes canales de su presencia aterradora. A las 21:00 horas, el párroco, Lorenzo Barro, me informa por mensaje telefónico de que hombres armados están quemando la casa de las hermanas combonianas y la iglesia; por otra vía recibo la noticia de que hay muchos disparos y han asesinado a Maria de Coppi; y, por otra, que los terroristas han asesinado a varias personas cerca de la iglesia. A las una y media de la madrugada se corta la comunicación con los sacerdotes de la misión y comienza una noche interminable. Rezo para que la Virgen María cuide de todos los que están en la Misión de Chipene: las hermanas combonianas Maria, Ángeles López y Eleonora Reboldi, que están con las 12 adolescentes de la residencia que no han podido salir, y los dos sacerdotes, Lorenzo Barro y Loris Vignandel.

Entrega total

Tras casi 60 años de entrega total al pueblo mozambiqueño, Vera valora inmensamente el testimonio de vida de la misionera italiana asesinada: “Maria era una mujer que transmitía bondad y mucha serenidad al pueblo pobre con quien compartió casi toda su vida. Los días uno y dos de octubre visité la Misión de Chipene, acompañado del padre Lorenzo; fuimos recibidos por multitud de cristianos y musulmanes y sus rostros expresaban el dolor y la condena por su muerte. En todos los discursos, al referirse a la hermana, el pueblo la llama “nuestra madre”.

Sus compañeras combonianas manifiestan su ilusión por poder recomenzar la misión, aunque sea partiendo de cero. Por supuesto, podrán contar con su pastor: “La misión de San Pedro de Lúrio-Chipene comenzó el 27 de diciembre de 1959. Durante estos 63 años se construyeron muchas estructuras: la iglesia, el centro de salud, la escuela primaria, la casa para las hermanas, la de los padres, residencias para jóvenes estudiantes, instalación de agua potable, energía solar… Las diferentes guerras de independencia (1964-1975), la civil (1976-1992) y, ahora, el terrorismo, han hecho que se camine un paso para adelante y tres para atrás. En la noche del 6 de septiembre, casi todo se convirtió en cenizas”.

Una Iglesia viva

Con todo, el obispo tiene claro que “la obra evangelizadora que con mucho sufrimiento se ha construido en estos difíciles años de guerra está viva en las 138 comunidades cristianas que componen la Misión de Chipene, en sus responsables, animadores, catequistas y cristianos. La Iglesia está viva y este es el motivo por el cual continúa la misión en todas sus comunidades. Y sí, un día esperamos que las hermanas combonianas puedan regresar al trabajo diario”.

Ante el mensaje violento de una minoría de fanáticos, que les trasladan a los misioneros que han de abandonar a su gente y marcharse del país, Vera les responde “que la gente, el pueblo, llora ante la posibilidad de que nos marchemos. A las hermanas que nos acompañaron el día 1 de octubre a Chipene, oí como les decían: ‘Hermanas, no nos dejen solos, ¿qué vamos a hacer sin ustedes?’. Esta es la voz de Dios, la del pueblo pobre y abandonado.

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