Parolin afirma que la situación de las cárceles implica “a todos nosotros” porque “el hombre no es su pecado ni su delito”

En la introducción a un libro sobre las prisiones, el secretario de Estado de la Santa Sede invita a los católicos a preguntarse sobre lo que hacen “para evitar” que los detenidos “se hundan en sus propias miserias”

Parolin afirma que la situación de las cárceles implica “a todos nosotros” porque “el

Lo que ocurre en las cárceles no debería importar solo a los detenidos y a sus familiares y amigos, sino que se trata de una cuestión que nos implica “a todos nosotros” porque “el hombre no es su pecado ni su delito”. Lo afirma el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado de la Santa Sede, en la introducción al libro ‘Come è in cielo, cosa sia in terra’ (Así en el cielo como en la tierra), recién publicado en italiano por la editorial Paoline.



“Todos somos custodios de nuestros hermanos porque nadie se salva solo”, afirma el purpurado italiano, insistiendo en que la situación de las prisiones afecta “a todos y no sólo a esa parte de la sociedad, la peor, que algunos querrían encerrar para siempre y luego tirar la llave”. En sus palabras de prólogo al libro en el que los periodistas Agnese Pellegrini y Stefano Natoli dialogan con el sacerdote Vittorio Trani, veterano capellán de la cárcel romana de Regina Coeli, Parolin considera que “era necesario” un volumen sobre las prisiones “escrito y leído en una óptica cristiana”.

La realidad “torcida” de los presos

Los católicos deberían tener en cuenta que quien comete un delito “lo hace porque hay a su alrededor una realidad “torcida”, lo que no debería olvidarse. “Frecuentemente los detenidos provienen de situaciones de pobreza social, material, económica y espiritual. Eso no hace menos graves sus crímenes, faltaría más, pero tomar conciencia de ello debería hacer que nos preguntáramos, sobre todo nosotros cristianos, sobre lo que hemos hecho para evitar que ese hombre se hunda en sus propias miserias”, escribe el ‘número dos’ de la jerarquía vaticana.

Pide en particular a los fieles que se “manchen las manos” para seguir el ejemplo de la Verónica y “lavar el rostro de aquel hombre o aquella mujer que subía el monte de su propio Calvario”. Gracias a ‘Come è in cielo, cosa sia in terra’, al lector le llega una serie de “rostros y de nombres, de historias y de miedos” que permite “ver” a los presos y contemplar sus “errores y también sus ganas de volver a comenzar, de volver a esperar”.

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