La dignidad de los refugiados. Eso es lo que representa Shigeru Ban (Tokio, 1957), el arquitecto japonés que recibirá el Premio Princesa de Asturias de la Concordia el próximo 28 de octubre en el Teatro Campoamor de Oviedo. Doña Leonor entregará el preciado galardón a un “activista de la arquitectura”, que –a decir del jurado encabezado por Adrián Barbón, presidente del Principado– destaca por “su destacada contribución solidaria al proporcionar refugio en condiciones dignas a personas en situación precaria derivada de emergencias sociales y naturales o situaciones de conflicto”.
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El “arquitecto de las emergencias” –como es nombrado– también es famoso por el empleo del papel como material constructivo. Suyos son, por ejemplo, dos templos católicos, únicos y reconocidísimos. Primero, la iglesia de Kobe, que construyó en papel tras el terremoto de 1995. Una estructura erigida en el barrio de Takatori en cinco semanas y compuesta por 58 tubos de papel que formaban una elipse siguiendo los diseños de Bernini. Desmontable, y con solo 168 m2, el templo católico fue trasladado a Puli en Nantou (Taiwán) en 2008 tras el azote del tifón Morakot.
El segundo es la denominada “catedral de cartón” creada en Christchurch (Nueva Zelanda), tras el terremoto de 2011 que mató a doscientas personas y dañó gravemente la catedral del arquitecto Francis Petre inaugurada en 1901. La intervención de Ban es un templo de más de veinte metros de altura y capacidad para 700 personas, cuya estructura está formada también por tubos de papel y que ha logrado convertirse en referente internacional de la comunidad católica. “Incluso un edificio de cartón puede ser permanente si entusiasma a la gente”, llegó a decir Ban tras la aceptación del templo, que confía que sobreviva al menos cincuenta años.
La arquitectura de Shigeru Ban es, y más con el ejemplo de sus templos católicos, eminentemente humana y humilde. Él mismo ha hablado de sus valores. “La modestia, la complejidad que se necesita para hacer las cosas sencillas. Odio el desperdicio. Siempre empleo lo que está disponible en cada lugar. Antes de que comenzara a hablarse de sostenibilidad, en 1986, ya me parecía de sentido común. No es solo una cuestión ecológica, simple lógica: en las emergencias sobra lo que no es necesario”, describió tras una visita a España, donde inauguró en 2013 su primera obra: un pabellón de papel prensado en el jardín del Instituto de Empresa, en Madrid.
Enseña a construir
Ban no solo construye arquitecturas efímeras y sostenibles para alojar a damnificados por catástrofes naturales o por guerras, sino que enseña a construir. Son muchas veces los propios refugiados los que erigen sus creaciones. “Antes de la Revolución Industrial, los arquitectos solo trabajaban para las clases pudientes, con la Revolución Industrial, atendieron a las clases medias y a los obreros. Ahora, también atendemos a las minorías”, expuso cuando le preguntaron por el diseño de campamentos de refugiados para la ONU, como las tiendas de campaña de papel que creó para las víctimas de la guerra civil en Ruanda.
Los arquitectos tienen una “obligación moral” –así la describe el japonés– que es ineludible. Él mismo narra cómo se acercó a esta “arquitectura de emergencia” que le llevó a conseguir en 2014 el Premio Pritzker, el mayor reconocimiento de la profesión. “Me desilusionaba que la profesión de arquitecto solo fuera conocida por la gente privilegiada y rica”, expuso. “La arquitectura se acerca al poder y al dinero porque ambos son invisibles y necesitan que la arquitectura los haga visibles –añadió en su visita a Madrid–. Pensé que los arquitectos tenemos un conocimiento que puede serle útil a mucha más gente”.