España

Fundación Hogar Santa Lucía: la pastoral de las lágrimas

  • Fundada por una parroquia coruñesa, hoy la dirigen las Misioneras Esclavas del Inmaculado Corazón de María
  • Desde 1996 se ha abierto la casa a 463 mujeres en situación de calle, algunas de las cuales aún siguen allí
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La Fundación Hogar Santa Lucía es una entidad coruñesa sin ánimo de lucro y cuyo fin esencial es promover “la recuperación integral de la mujer más necesitada” y, desde esa “dignidad restaurada”, favorecer “su inclusión social y laboral”. Con el fin de concretar su ayuda del mejor modo posible, complementándose con otras iniciativas sociales que en la localidad gallega dan cabida a otros perfiles con sus propias necesidades específicas, el hogar dirige su ayuda de un modo particular a “mujeres de entre 18 y 60 años, sin cargas familiares, que no presenten consumos activos de tóxicos y que, por diversas circunstancias, carezcan del apoyo familiar necesario, no cuenten con los recursos necesarios para asegurarse una vida digna o incluso vivan en situación de calle”.



Como explica a ‘Vida Nueva’ su directora, Rocío Barros, “el proyecto nació en 1996 cuando un grupo de laicas de la Parroquia de Santa Lucía, acompañadas por el párroco, decidieron no mirar a otro lado ante la situación de pobreza y marginalidad de las mujeres que pedían en la puerta de la iglesia. Encabezadas por Carmen Rodríguez-Losada Trulock, que fue la fundadora, tenían claro que la respuesta debía de ir más allá de dar dinero o ayudas puntuales. El objetivo era tratar de cambiar sus vidas. Por ello, se erigieron en fundación social y comenzaron la acogida para un grupo de mujeres sin hogar en una casita en Borroa, a las afueras de A Coruña”.

De la parroquia a una congregación

Muy pronto, el hogar se quedó pequeño y, en 1998, decidieron trasladarse a otra casa más grande ya en la propia ciudad gallega. Ante la conciencia de que “el proyecto iba creciendo y necesitaban ahondar en la profesionalización, sobre todo de cara a conseguir en lo posible su integración social y laboral, las mujeres de la parroquia decidieron cedérselo a una congregación”. Analizaron numerosas comunidades y, finalmente, optaron por las Misioneras Esclavas del Inmaculado Corazón de María, congregación religiosa fundada en Lleida en 1823 por Esperanza González Puig y cuya sede central está hoy en Madrid.

Como detalla Rocío, “les atrajo su carisma, centrado en la restitución de la dignidad de la mujer excluida. Además, la congregación se volcó con el proyecto y, desde el primer momento, siempre ha habido varias de sus religiosas en el patronato y viviendo a tiempo completo en la casa, desempeñando labores concretas en la administración y el día a día del hogar”.

Implicación de las religiosas

Ahora mismo, son tres las esclavas encarnadas en el proyecto, complementando su vocación religiosa con una formación profesional que les permite aportar lo mejor de sí mismas a las mujeres acompañadas: una educadora (Teresa González), una psicóloga (Victoria Recalde) y una trabajadora social (Elisa Pino), aunque las tres hacen de educadoras con las usuarias. Como destaca esta última, “la congregación se vuelca con el hogar y nos apoya en todo lo posible. En lo económico, ayudándonos a completar los pagos pendientes, pues somos un centro muy pequeño y llegamos donde podemos. Pero lo que más se agradece es el apoyo humano. La actual madre general, Encarnación Herrero, estuvo mucho tiempo aquí y sabe cómo nos configura esta presencia. Por eso, aparte de las que vivimos aquí, varias hermanas vienen a ayudar en verano o a cubrir nuestro hueco si nos vamos de ejercicios espirituales”.

Rocío también incide en el factor humano y destaca que “somos una auténtica familia. El único hombre aquí, Jesús Cruz, es un cocinero que lleva con nosotras 10 años. Sabe perfectamente que su labor va mucho más allá de preparar la comida. Hace valer su mano izquierda y su cariño en unas circunstancias muchas veces difíciles”. Y es que esta no deja de ser una respuesta “bañada en lágrimas. Ellas lloran mucho y nosotros lloramos con ellas. Vienen de situaciones muy duras y, aunque hacemos todo lo posible para lograr su recuperación integral, la realidad nos dice que muchas de ellas están tan dañadas que no lograrán tener un trabajo o una casa propia”.

Sin límite de permanencia

Por eso, uno de sus principios es que “no tenemos un tiempo máximo de permanencia en la casa. En estos 26 años han pasado por aquí 463 mujeres. Tenemos 19 plazas y ha habido algunas que solo han estado un par de meses, otras han permanecido cuatro o cinco años… y hay un grupo de ellas que están aquí desde el principio”.

Porque, si hablamos de una sanación integral, es necesario “saber adaptarse a todas las situaciones, habiendo siempre un seguimiento personalizado de cada una de ellas”. Eso sí, lo que no hacen nunca es rendirse, “tampoco con las que estarán aquí hasta que tengan que entrar en una residencia de ancianos porque requieran otro tipo de cuidados”. De hecho, otra respuesta fundamental es que “se conozcan a sí mismas, estén estables mentalmente y tengan autoestima”. Para ello es clave la presencia de una psicóloga, así como la de una psiquiatra que las visita una vez al mes, pero también “la socialización, tratando de que vean otra realidad fuera de aquí y que este no es su único mundo posible”. En ello trabajan a través de muchas celebraciones festivas, salidas recreativas y culturales y también gracias al desarrollo de talleres de todo tipo, desde los enfocados a su formación de cara a una salida laboral a los que buscan nutrir su interioridad y aficiones.

Espacio para la fe

En este sentido, Elisa, cuenta que lo espiritual también está muy presente en el hogar. Eso sí, conscientes de que la casa está abierta a mujeres de toda condición, respetándose “la libertad ideológica, religiosa y de culto”. Ante la realidad de que hay varias musulmanas, “se les facilitan espacios para su fe y todo lo que necesiten para celebrar sus fiestas”. Para las otras que lo deseen, “tenemos una capilla que está siempre abierta y hay una misa todas las tardes”.

Para ella misma, esta no deja de ser “una experiencia creyente muy grande. Llevo tres años aquí y mi fe se enriquece mucho con ellas. Como trabajadora social y religiosa, aquí encarno mi vocación al saber que puedo cuidar a Jesús crucificado a través de estas mujeres. Nuestro carisma se basa en ser sostén de quienes sufren y tratar de que puedan tomar las riendas de su propia vida. Aunque es muy duro, pues estamos las 24 horas del día disponibles para unas personas que nos necesitan en todo momento, así es como vivo mi fe”.

Apoyo del Banco Sabadell

Como cada año, el Fondo Sabadell Inversión Ética y Solidaria, del Banco Sabadell, apoya proyectos de incidencia social. Entre las ayudas concedidas este año (por un valor de 340.000 euros) a 29 de entidades, algo más de la mitad son eclesiales; entre ellas, se encuentra la Fundación Hogar Santa Lucía. En el acto de entrega de las ayudas, este 18 de octubre en el Auditorio Banco Sabadell, en Madrid, Santiago Portas, director de Instituciones Religiosas de la entidad, les recalcó que “sois la esperanza de los desfavorecidos”.

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Etiquetas: Sin hogar
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