Pier Luiggi Maccalli y Gloria Cecilia Narváez, I Premio Pauline Jaricot otorgado por Obras Misionales Pontificias. Tras entregarle el premio Francisco Pérez, arzobispo de Pamplona y presidente de la Comisión Episcopal de Misiones, este fin de semana en el Invernadero del Palacio de Cristal de Arganzuela en Madrid, afirmó que lo recogía “en nombre de la población de Bomoanga y Níger, a ellos se lo dedico e invito a todos a seguir orando por la paz”.
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El sacerdote italiano se mostró sorprendido de que lo que él vivió haya podido interesarle a alguien, y explicó que “nuestras historias como rehenes del yihadismo han puesto el foco en una zona de África donde se viven muchas guerras olvidadas”.
Maccali ha compartido que días antes de ser liberado, escuchó por una radio que el Papa había firmado la encíclica ‘Fratelli Tutti’. Sin saber más, esas dos palabras le inspiraron para decirle al líder yihadista que le llevaba a la liberación: “Que Dios nos dé a entender algún día que todos somos hermanos”. De hecho, reconoció que reza por sus perseguidores, y que su misión ahora es proclamar la fraternidad.
Por su parte, Narváez quiso “dar gracias a Dios, que me ha dado la oportunidad de volver a nacer y a volver a la misión”. Esta misionera, cuya vocación nació en un grupo de Infancia Misionera en su aldea, explicó que para ella, donde más claramente ha visto la presencia de Dios ha sido en la cruz, porque “no hay cruz sin Cristo”. Así ha sido en todos sus años de experiencia misionera, y especialmente durante sus casi cinco años de secuestro.
Y a pesar de todo lo que ha pasado, la hermana franciscana de María Inmaculada defiende que “vale la pena llevar a Jesús a una mies cansada, que sufre, que espera conocer la misericordia de ese Dios que se hace hombre”. Agradeció el trabajo de OMP “por poner en valor el trabajo y la santidad de tantos misioneros” y por “tanto bien que hacen en el mundo”: “Gracias a OMP podemos dar el biberón a los niños de nuestro orfanato en Mali y podemos tener un comedor”.
Misionera en la retaguardia
OMP también ha querido premiar a Ana Álvarez de Lara, expresidenta de Manos Unidas y Misión América, una mujer que ha entregado su vida profesional por los misioneros. “Me considero una misionera en la distancia, les ayudamos para que ellos puedan seguir haciendo su labor”, dijo tras recibir el Premio Paolo Manna.
“No debemos dejar pasar la oportunidad de ayudar a los misioneros, necesitan el apoyo de la sociedad. Todo suma: nuestro tiempo, nuestra ayuda económica, nuestra oración”, dijo Álvarez de Lara.