“Nadie está excluido”, afirma en una entrevista con L’Osservatore Romano el arzobispo de Luxemburgo y relator general del Sínodo sobre la Sinodalidad, destacando que los homosexuales “no son manzanas podridas”
¿Dios maldeciría a dos personas que se quieren bien? Esa es la pregunta que el cardenal cardenal Jean-Claude Hollerich, arzobispo de Luxemburgo, presidente de la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Comunidad Europea (COMECE) y relator general del Sínodo sobre la Sinodalidad, ofrece a quien le pide su opinión sobre las bendiciones a las parejas entre personas del mismo sexo.
En una entrevista con L’Osservatore Romano, el diario oficial de la Santa Sede, este purpurado jesuita subraya que en el Reino de Dios “nadie está excluido”, lo que engloba también a “los homosexuales” y a “los divorciados vueltos a casar”. “No es un club exclusivo. Abre sus puertas a todos, sin discriminación”, sostiene Hollerich, destacando cómo la orientación sexual no es algo que una persona elija. “No son ‘manzanas podridas’”, afirma refiriéndose a los homosexuales.
En una posición autocrítica, el presidente de la COMECE reconoce que la Iglesia católica utiliza una pastoral que habla “a un hombre que ya no existe”. Por eso aboga por anunciar el Evangelio pensando “en el hombre de hoy, que en su mayoría lo ignora”, lo que obliga a la institución a “una gran apertura” y a “dejarnos transformar, aunque sigamos firmes en el Evangelio”.
Esta opinión no lleva a Hollerich a estar a favor de que la doctrina abra la puerta a los matrimonios homosexuales. “No creo que haya espacio para un matrimonio sacramental entre las personas del mismo sexo, porque no cuenta con el fin de procreación que lo caracteriza. Pero eso no quiere decir que su relación afectiva no tenga ningún valor”, destaca el purpurado, que invita a preguntarse por las causas del “vistoso crecimiento” de la homosexualidad en la sociedad. También recuerda el purpurado su rechazo a la eutanasia y al aborto, que considera representaciones de la “ideología consumista” que prevalece.
En su reciente entrevista con Vida Nueva, el relator general del Sínodo sobre la Sinodalidad también habló sobre estas cuestiones. Mostró su deseo de que la Iglesia “no haga discriminaciones” aunque no vayan a producirse cambios doctrinales por el momento. “La Iglesia es para todos, también para los divorciados que se han vuelto a casar y para los homosexuales, como dice siempre el Papa. Son parte de la Iglesia y debemos aceptarlos y escuchar sus sufrimientos”, dijo a esta revista, abogando por “poner por delante siempre a la persona”, lo que no significa “hacer una ideología de género”.