El obispo de Cancún-Chetumal pidió a los diputados que aprobaron el aborto escuchar la voz de su conciencia, pues son “cómplices de un asesinato”
Este 26 de octubre se aprobó en el estado de Quintana Roo el aborto antes de las 12 semanas de gestación, por lo que dicha entidad se convirtió en la décima, de 32 entidades en México, en permitir esta práctica.
Ante ello, el obispo de Cancún-Chetumal, Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, lamentó que los diputados locales no escucharan al pueblo que representan, pues -dijo- un 72% de los habitantes del estado son provida.
Tras solidarizarse con su grey, el obispo llamó a los quintanarroenses a seguir orando y a comprometerse a favor de la vida, pues es “una batalla que no se ha terminado y que por más larga que se presente podrá revertir una legislación como ha sucedido en otros países”.
Agregó: “Comprendemos el gran sufrimiento de esas mujeres que por circunstancias a veces ajenas a su persona se ven envueltas en esta situación de embarazos complicados, pero creemos que la solución no es el aborto y que todos debemos seguir buscando mejores maneras de apoyarlas finalmente”, señaló.
También hizo un llamado a los políticos a que escuchen su propia conciencia: “que la ambición política no le gane a la conciencia”, les dijo.
El obispo Elizondo Cárdenas recordó que la postura de la Iglesia católica siempre será a favor de la vida, la familia, la mujer y las libertades de conciencia, religión y pensamiento, y por ello está a favor de los derechos universales y fundamentales de los seres humanos, comenzando con el derecho más básico en la vida desde su concepción hasta su muerte.
Refirió que “como católicos y como ciudadanos tenemos los derechos constitucionales e internacionales que protegen la vida, así como el derecho a la objeción de conciencia que ampara a los médicos o personas implicadas. Por lo cual no se les puede obligar a cometer un asesinato en contra de su conciencia”.
Finalmente, afirmó que “los católicos convencidos no votan por aquellos que promueven el asesinato” y que no es que la autoridad de la Iglesia excomulgue a los promotores del aborto, sino que “son ellos los que rompen su relación con la comunión de la Iglesia y se llevan el peso en su conciencia como cómplices de asesinatos”.