Bruno Spriet tiene 35 años, está casado y es padre de dos hijos. Y ayer, 27 de octubre, fue elegido nuevo secretario general de la Conferencia Episcopal Belga; encargo que será efectivo a partir del 13 de marzo de 2023, cuando tome posesión.
Como ha destacado el Episcopado belga, es el primer laico que ocupa este cargo. Desde luego, experiencia y formación no le faltan: máster en teología y ciencias religiosas por la Universidad Católica de Lovaina, tiene otro en dirección general en la Vlerick Business School y, además, un diploma de postgrado en gestión de subvenciones, filantropía e inversión social obtenido en la Bayes Business School de Londres. Además, habla francés, inglés y español.
Desde 2012 trabajado en la ONG internacional Porticus, fomentando la promoción social de los más vulnerables en su país, especialmente en proyectos educativos y con migrantes, y también fuera de Bélgica, como en Perú, donde ha puesto en marcha un proyecto en barrios del extrarradio de Lima, centrado en mujeres y niños con necesidades psicosociales. Muy comprometido con el impulso de “una Iglesia más sinodal”, también pertenece al grupo de reflexión cristiana Logia, desde el que fomenta el diálogo interreligioso y el ecumenismo
En declaraciones al portal de la Conferencia Episcopal Belga, Spriet reconoce que el nombramiento es “un gran honor” y, además, “es un signo de la voluntad de los obispos de evolucionar hacia una Iglesia sinodal en la que los laicos tengan un papel”.
En este sentido, admite que “una persona laica en este puesto sigue siendo excepcional”. Y se felicita por el hecho de que sus obispos hayan seguido el ejemplo de sus colegas alemanes, que también han nombrado a una teóloga como secretaria general de su Conferencia Episcopal.
Su nombramiento se une al que se produjo semanas atrás, cuando el Episcopado belga designó al laico Willy Bombeek coordinador del proyecto ‘Homosexualidad y fe’. Entre otras cosas, coordinará la aplicación del texto episcopal ‘Por una Iglesia acogedora que no excluya a nadie’, que incluye un esquema con un formulario “para la bendición de parejas homosexuales que quieren celebrar su amor ante Dios”. De hecho, como han reconocido los obispos, se trata de “oficializar” una práctica que ya venía realizándose en varias parroquias desde hace muchos años, aunque fuera clandestinamente.
Sin duda, la Iglesia belga sigue la senda de la alemana, inmersa en pleno proceso sinodal, y va imprimiendo sin pausa reformas profundas hacia una pastoral aterrizada en los márgenes existenciales.