“El Día de los Muertos es otra manera de enfrentar la muerte y la pérdida, una celebración que cada vez se vuelve más popular”, explica Nuria Sadurní, subdirectora de Cultura de la Fundación Casa de México en España, que este año ha inaugurado en su sede madrileña su “mega altar de muertos” dedicado a la pintora Frida Kahlo (Coyoacán, 1907-1954).
Una tradición realmente muy cercana a España y al catolicismo. “Sirve para ver los puntos en común y respetar otras tradiciones. Lo que nos conecta, nos ayuda a convivir de una mejor manera, más humana en el fondo”, reivindica Sadurní.
El éxito es extraordinario y da testimonio de cómo va calando una celebración en la que se unen fe, cultura y tradición. “Creo que hay varios factores de esta popularidad –añade Sadurní–. Por una parte, la globalización, que ha hecho que se difundan las tradiciones de cualquier país. Pero, evidentemente, películas como Coco (2017) o el desfile del Día de Muertos que apareció en Spectre (2015), uno de los títulos de la saga de James Bond 007, lo han popularizado a nivel más comercial”.
En Madrid, en concreto, la Fundación Casa de México se ha encargado de difundir esta tradición. “Los altares que venimos montado desde hace cinco años van siendo cada vez más conocidos y se va corriendo la voz. Este año, en cuanto anunciamos el altar del Día de Muertos, en apenas dos días se acabaron las 35.000 entradas previstas para visitas guiadas. Ahora solo se puede ver libremente por las mañanas, entre las diez y las cuatro”, afirma la subdirectora de Cultura.
El altar es un testimonio de color, de símbolos y de arte, pero también de amor a los que se han ido y, sin duda, de esperanza. “Al principio, quizá solo llamaba la atención el color o trataban de entender este vínculo que tenemos los mexicanos con la muerte –prosigue–, pero también gana popularidad porque quienes lo conocen le encuentran sentido. Les hemos invitado a conocer más y empaparse de esta tradición”.
Nuria Sadurní lo explica subrayando que, “lejos de huir o de temerle a la muerte, en México lo que hacemos es celebrar la vida y recordar a los muertos con cariño y con toda la parte gozosa que dejan en el que está vivo. Esa es un poco la idea de esta celebración”. En las casas, se pone un altar, que puede ser una sencilla mesa, aunque normalmente hay diferentes niveles que se despliegan en una escalera. Estos niveles pueden ser dos, en representación de la tierra y el cielo, tres –tierra, cielo y purgatorio– o hasta siete, cada uno de los pasos que las almas dan en el purgatorio buscando la paz.
“Lo que hacemos es recordar a los difuntos: se ponen sus fotos, su comida, su bebida favorita, flores de cempasúchil, que es una flor anaranjada que se da solamente en esta época del año, y velas encendidas que simbolizan el camino. Porque se piensa que en esta fecha el espíritu de los difuntos viene a pasar un día con la familia a celebrar la vida”, expone Nuria Sadurní.
La familia se reúne, incluso van al cementerio, también limpian las tumbas. “Depende de la tradición, se celebra de forma distinta en los diferentes estados de la República Mexicana –revela–. En los pueblos muy pequeñitos, por ejemplo, todavía se puede ver cómo la gente desde el panteón va poniendo un camino de flores de cempasúchil y de velas hasta la casa en donde se lleva a cabo la celebración”.