“Ser humano, creyente, claretiano y sacerdote. Asturiano y del mundo. Peregrino y misionero. Iniciado en música, teología y psicología. Siempre aprendiendo”. Así se define el responsable del Área de PJV de la CONFER, Luis Manuel Suárez, CMF. Junto a él, recorremos el pasado, presente y futuro de la pastoral juvenil y nos acercamos a las próximas Jornadas de PJV, que cumplen medio siglo.
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PREGUNTA.- Tras 50 Jornadas de PJV, ¿cómo valora este medio siglo recorrido?
RESPUESTA.- Realmente han sido unas décadas con muchos cambios y el mundo de hoy, en un sentido, se parece poco al de aquellos años. A la vez, hay cosas que permanecen y permanecerán: las personas, con su realidad y sus búsquedas; el amor incondicional de Dios; y la Iglesia como familia de hermanos y amigos en Cristo y en el Espíritu. En todo ese camino, las Jornadas y el Área de PJV de la CONFER han estado ahí. Y aunque ahora vivimos tiempos recios, no queremos vivir de ninguna nostalgia, pues tan peligroso sería añorar los años 50 como haberse quedado congelado en el 68. Queremos vivir el presente desde el agradecimiento y la esperanza confiada.
P.- ¿En qué van a consistir estas Jornadas, que, sin duda, serán especiales?
R.- Vamos a empezar haciendo un recuerdo agradecido del camino recorrido. Después escucharemos algunas personas que han vivido el Sínodo sobre los jóvenes, y testimonios que nos acerquen a los tres “escenarios” de jóvenes con los que convivimos: “los que están” vinculados a la fe y a la Iglesia, “los que estuvieron” y después se han distanciado, y “los que nunca han estado”. Y terminaremos con algunas perspectivas de futuro: conexión, anuncio y vocación, desde ese lema inspirador: Lanzándome… hacia lo que está por delante (Filipenses 3, 13). Quizá los tiempos nos piden que seamos algo más “lanzados” y valientes en nuestra pastoral.
P.- ¿Cómo apoya la CONFER a los delegados de PJV de las congregaciones?
R.- En nuestra vocación de ser Casa común de las instituciones religiosas en España, queremos ser un punto de conexión entre los delegados y con otras realidades de Iglesia (diócesis y movimientos), un aspecto este que estamos motivando con más fuerza en los últimos años. Queremos también ayudar a la reflexión y a la formación, para abrir horizontes. Y estamos pensando algunas propuestas para que los delegados y los equipos puedan compartir proyectos y unirse en iniciativas comunes.
Punto de equilibrio
P.- Francisco habla de cuidar todas las vocaciones. ¿Se han olvidado a veces las congregaciones de cuidar la vocación laical?
R.- Es posible. Y también lo contrario. Me explico: en algunas de nuestras instituciones, creo que ha habido una especie de “péndulo”: de centrarse exclusivamente en las vocaciones consagradas (así nació nuestro Área), se pudo pasar al extremo de silenciar nuestro camino vocacional a la par que se resaltaba la vida laical, o bien tratando la cuestión vocacional de forma tan genérica, que no llegaba a alentar procesos de discernimiento… Cuentan de un religioso que tenía a gala que no supieran que lo era… Creo que en el presente buscamos un punto de “equilibrio”, tal como se nos presenta en el Sínodo sobre los jóvenes: desde la vocación bautismal común, cada joven está llamado a descubrir su vocación concreta, desde la vida laical o desde una consagración especial. El naciente Servicio de Pastoral Vocacional de la Conferencia Episcopal Española tiene ese planteamiento, y nos alegramos.
P.- Se cumplen cuatro años del Sínodo de los Jóvenes. La exhortación ‘Christus vivit’ es su principal fruto y ha marcado un antes y un después en la pastoral juvenil. ¿Se está consiguiendo aterrizar?
R.- Ciertamente todo el proceso sinodal ha sido referente e impulso para la PJV. En lo que conozco, en todas las instituciones y en los trabajos compartidos estamos intentando concretar sus grandes intuiciones: una pastoral que parta de relaciones sanas y significativas, una acogida incondicional a los jóvenes, un anuncio claro y valiente del tesoro de nuestra fe, y una propuesta de discernimiento vocacional para todos. Y que sea sinodal, aprendiendo unos de otros y superando polarizaciones y etiquetas simplistas.
Minoría creativa
P.- ¿Qué jóvenes necesita hoy la Iglesia?
R.- Diría que los que hay, porque el Señor siempre parte de la realidad, para caminar desde ahí hacia lo que él sueña. Con los que nunca han creído, tenemos el reto de presentarnos de forma que no tengan miedo de acercarse y preguntar todo lo que quieran. Con los que se han alejado, necesitaríamos volver a tender puentes y poner las condiciones para que se pueda dar una conversión, en el encuentro con el Dios vivo que hace nuevas todas las cosas. Y con los que están cercanos, ojalá que pudieran recuperar un sano orgullo de ser creyentes, tan alejado del sentimiento de superioridad como de sentirse “raros” en medio de nuestro contexto. Estamos llamados a ser una “minoría creativa”, como decía Benedicto XVI.
P.- ¿Y qué adultos se necesitan para tener jóvenes protagonistas?
R.- Si se me permite un matiz, en nuestro camino el “protagonismo” lo tiene Dios y su Espíritu en nosotros. A partir de ahí, ciertamente nos toca a todos ser “activos” y participar, viviéndonos como “discípulos misioneros”. En el Sínodo se habla de favorecer la participación activa de los jóvenes, desde un acompañamiento adecuado. Para mí, una referencia es Taizé: todo el mundo hace algo, aunque de acuerdo a su edad, formación y capacidad. No tiene sentido una pastoral “teledirigida” solo por adultos, pero tampoco una pastoral que pone todo el peso en gente con poca formación y sin acompañamiento. Y en un sentido más amplio, podríamos decir que los adultos que los jóvenes necesitan se reflejan en Christus vivit, 246, cuando el papa Francisco alude a las características que los mismos jóvenes piden en sus acompañantes, y que se podría resumir como que sean humanos, creyentes, eclesiales y serviciales.