El papa Francisco ha rezado el ángelus con los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro un domingo más. El pontífice, desde la ventana del Palacio Apostólico, ha recordado que el atentado en el Ministerio de Educación que en Mogadiscio, la capital de Somalia, ha dejado al menos 100 muertos y 300 heridos. También ha mostrado su cercanía el Papa a los víctimas de la tragedia que se ha producido en Corea del Sur; uniéndose al mensaje de los obispos ha pedido oración las jóvenes víctimas y sus familias.
El Papa también recordó la beatificación, el sábado 29 de octubre en la catedral de Medellín (Colombia), de la religiosa María Berenice Duque Hencker, fundadora, entre otras, de la comunidad de las Hermanitas de La Anunciación. Bergoglio ha destacado la atención de la nueva beata a los pobres, los niños y las mujeres. Finalmente, el pontífice pidió que “no nos cansemos jamás de pedir por la paz” al recordar, una vez más, la situación de Ucrania.
Comentando el evangelio del día, el encuentro de Jesús con el publicano Zaqueo en Jericó (cf. Lc 19,1-10) es para el Papa una oportunidad para detenerse en “la mirada de Zaqueo que busca a Jesús y la mirada de Jesús que busca a Zaqueo” porque este “espera que alguien lo libere de su condición, que lo saque del fango en el que se encuentra”. “Esto es fundamental: Zaqueo nos enseña que, en la vida, nunca está todo perdido. Siempre podemos dar cabida al deseo de comenzar de nuevo, de volver a empezar, de convertirnos”, añadió el Papa.
Jesús, prosiguió el pontífice, “ha sido enviado por el Padre a buscar a los perdidos” y el encuentro refleja “la historia de la salvación” en la que “Dios no nos miró para humillarnos y juzgarnos; al contrario, se rebajó hasta lavarnos los pies, mirándonos y devolviéndonos la dignidad”. “El encuentro de las miradas entre Zaqueo y Jesús parece resumir toda la historia de la salvación: la humanidad con sus miserias busca la redención, pero antes Dios con su misericordia busca a su criatura para salvarla”, apuntó.
“La mirada de Dios nunca se detiene en nuestro pasado lleno de errores, sino que mira con infinita confianza lo que podemos llegar a ser”, destacó Francisco. “Y si a veces nos sentimos personas de baja estatura, no a la altura de los desafíos de la vida, y mucho menos del Evangelio, sumidos en problemas y pecados, Jesús siempre nos mira con amor: como con Zaqueo, sale a nuestro encuentro, nos llama por nuestro nombre y, si lo acogemos, viene a nuestra casa”. “Los cristianos debemos tener la mirada de Cristo, que abraza desde abajo, que busca al perdido, con compasión. Esta es, y debe ser, la mirada de la Iglesia, siempre”, concluyó el Papa.