El obispo electo de San Sebastián no tiene dudas: “El Concilio Vaticano II, del que estamos celebrando el 60 aniversario de su apertura, sigue siendo hoy la brújula que nos invita a navegar en esa dirección”. Así lo expresó en el saludo que hoy envió a la diócesis donostiarra nada más hacerse público su nombramiento desde la Santa Sede, en una alocución que reafirma su respaldo firme a las reformas del pontificado de Francisco.
Para el claretiano Fernando Prado, “estos son los maravillosos tiempos que nos toca vivir. Tiempos llenos de exigentes desafíos para la Iglesia y de no pocas dificultades”. Eso sí, convencido de que “no solo tenemos una gloriosa historia que contar, sino un gran futuro por construir”.
El bilbaíno de 53 años compareció ante los medios de comunicación en la ciudad vasca con el objetivo de hacer sentir “desde el primer momento el calor y la cercanía de quien pronto va a ser vuestro nuevo hermano obispo”. “Me siento muy limitado y pequeño ante esta importante responsabilidad que se me encomienda, pero me pongo con absoluta confianza en las manos de Dios”, expuso.
“Tardé unas horas en contestar”, confesó el periodista y teólogo sobre su aceptación cuando el 17 de octubre el nuncio Bernardito Auza le comunicó la decisión del Papa. “Enseguida me vinieron unas palabras del propio Francisco en una reciente catequesis sobre el ‘discernimiento’ que decía así: ‘Recuerda que las elecciones que hagas tendrán una consecuencia, para ti, para los demás y para el mundo; puedes hacer de la tierra un magnífico jardín o puedes convertirla en un desierto de muerte’”. “Después de orar un buen rato, unas horas más tarde, con no poca sensación de vértigo, pero lleno de confianza, envié la preceptiva carta de aceptación”, completó.
Prado recordó cómo inició su andadura sacerdotal como claretiano en San Sebastián para mirar al presente en su regreso “desde una nueva clave misionera como pastor diocesano”. En este sentido quiso hacer presente a sus tres predecesores en el cargo: “¿Cómo no recordar el largo y fecundo ministerio de monseñor José María Setién, en el que tanto nos instruyó con sus enseñanzas?¿Cómo no recordar la cordial cercanía y la sabiduría creyente de monseñor Juan Mari Uriarte? ¿Cómo no valorar la elocuencia de monseñor Munilla que llenó tantos espacios en la diócesis y también fuera de ella con sus innumerables catequesis y su presencia virtual?”.