“La paz no se alcanza conquistando o derrotando a alguien, nunca es violenta, nunca es armada”. Así lo ha expresado el papa Francisco hoy, al asomarse al balcón del palacio apostólico para rezar el ángelus con los miles de fieles que aguardaban en la plaza de San Pedro.
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En la oración mariana con motivo de la fiesta de Todos los Santos, el Pontífice se detuvo en las Bienaventuranzas descritas en el Evangelio de Mateo, que “¡hablan de una vida a contracorriente y revolucionaria!”.
“Jesús no llama bienaventurados a aquellos que están en paz, sino a aquellos que hacen la paz, los constructores, los que trabajan por la paz”, ha señalado, para luego continuar: “De hecho, la paz hay que construirla y como toda construcción, requiere compromiso, colaboración, paciencia”.
Asimismo, ha proseguido: “A nosotros nos gustaría que la paz lloviera de lo alto, y en cambio, la Biblia habla de la ‘semilla de paz’ (Zc 8,12), porque germina del terreno de la vida, de la semilla de nuestro corazón; crece en silencio, día tras días, a través de obras de justicia y de misericordia. Como nos muestran los testimonios luminosos que festejamos hoy”.
Mientras “se nos hace creer que la paz viene por la fuerza y el poder, para Jesús es lo contrario”, ha señalado, pues “su vida y la de los santos” muestran “que la semilla de la paz, para crecer y dar fruto, debe morir primero”.
¿Cómo ser artesanos de paz?
En un diálogo con los fieles, Jorge Mario Bergoglio ha lanzado esta pregunta: “¿Cómo convertirse, entonces, en alguien que trabaja por la paz?”.
Y ha respondido: “Ante todo, es necesario desarmar el corazón. Sí, porque estamos todos equipados con pensamientos agresivos y palabras cortantes y pensamos en defendernos con el alambre de espino de la queja y con los muros de cemento de la indiferencia. La semilla de la paz pide que se desmilitarice el campo del corazón”.
“¿Cómo?”, se ha preguntado nuevamente el Papa. “Abriéndose a Jesús, que es ‘nuestra paz’ (Ef 2, 14); estando frente a su Cruz, que es la cátedra de la paz; recibiendo de Él, en la Confesión, ‘el perdón y la paz’. De aquí se empieza, porque ser operadores de paz, ser santos, no es una capacidad nuestra, es un don suyo, es una gracia”, ha añadido.
¿Perdonamos a quién nos ha ofendido?
“Hermanos y hermanas, mirémonos dentro y preguntémonos: ¿somos constructores de paz? ¿Allí donde vivimos, estudiamos y trabajamos, llevamos tensión, palabras que hieren, chácharas que envenenan, polémicas? ¿O abrimos la vía de la paz: perdonamos a quién nos ha ofendido, nos ocupamos de los que se encuentran en los márgenes?”.
Según el Papa, “esto es construir la paz. Perdonar, cuidar a los más pequeños, curar las injusticias”. Y ha lanzado otra pregunta al aire: “¿Conviene vivir así? ¿No es perdedor?”.
“Es Jesús quien nos da la respuesta: los que trabajan por la paz ‘serán llamados hijos de Dios’ (Mt 5,9): en el mundo parecen fuera de lugar, porque no ceden a la lógica del poder y del predominio, en el Cielo serán los más cercanos a Dios, los más parecidos a Él”, ha agregado.
Y ha subrayado: “En realidad, también aquí, el que prevarica se queda con las manos vacías, mientras el que ama a todos y no hiere a nadie gana: como dice el Salmo, ‘el pacífico tendrá porvenir’ (cf. Sal 37, 37)”.
Viaje a Bahrein
Al concluir el rezo del ángelus, Francisco ha hablado sobre su visita a Bahrein, donde estará del 3 al 6 de noviembre, que será “un viaje bajo el signo del diálogo”. “Participaré en un foro que se centrará en la necesidad ineludible de que Oriente y Occidente se acerquen por el bien de la convivencia humana”, ha indicado.
“Pido a todos que me acompañen con sus oraciones, para que cada encuentro y evento sea una ocasión propicia para sostener, en nombre de Dios, la causa de la fraternidad y de la paz, de la que nuestro tiempo tiene extrema y urgente necesidad”, ha señalado.
Antes de retirarse a descansar, Bergoglio se ha acordado una vez más de la “martirizada” Ucrania: “Por favor, no olvidemos a la martirizada Ucrania: recemos por la paz, recemos para que en Ucrania haya paz”.