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La Santa Sede ya cuenta con un Plan de Paz para Ucrania: Kiev renunciaría a la OTAN e ingresaría en la UE

  • Elaborado por la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, su presidente, Stefano Zamagni, desgrana sus claves
  • Se trata de un programa muy ambicioso y que, más allá del conflicto, plantea “nuevas reglas de gobernanza mundial”





El compromiso de la Santa Sede con la paz en Ucrania va mucho más allá de los contundentes discursos del papa Francisco o las exploraciones en la vía diplomática de sus principales colaboradores. El Vaticano, a través de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, cuenta con un propio Plan de Paz que ofrecer a Kiev y Moscú. Concretamente, es un ‘Plan para una paz justa y duradera en Ucrania’.



En una profunda entrevista con el vaticanista Marco Politi en ‘The Post Internazionale’, el economista italiano Stefano Zamagni, presidente del organismo eclesial y el gran artífice del documento, que remató en septiembre, explica que “la iniciativa nació en los primeros meses del año en un grupo de trabajo sobre la paz de la Academia Pontificia de las Ciencias, liderado por el economista estadounidense Jeffrey Sachs. Durante las reuniones se decidió presentar en septiembre una propuesta de paz negociada creíble”.

Causas del conflicto

En un intento por comprender lo ocurrido, Zamagni apunta a un “componente ideológico-identitario representado por las declaraciones del patriarca Kirill, centrado en el contraste con un Occidente desprovisto de valores y por tanto en el hecho de que se trata de una guerra santa, metafísica. Una dimensión más fuerte de la que podemos imaginar en Occidente, si ya en el siglo XIX Fedor Dostoievskij, y otros intelectuales después de él, defendían que sólo un país en el mundo podrá conservar el legado del cristianismo: Rusia”.

Otro factor a tener en cuenta es que Putin es consciente de que “Rusia es económicamente pobre estructuralmente”, basando su poderío “en los recursos naturales: gas, petróleo, uranio”. Puesto que, “en materia de gas, no se han descubierto nuevos yacimientos y por ello se ha calculado que el país tiene una autonomía de producción de sólo 60 años”, no se puede pasar por alto que “el Donbás, en disputa, es una importante área industrial con importantes recursos minerales”.

Posición de neutralidad

Ahora, con el fin de “salir de la situación en la que nos encontramos”, la Santa Sede ofrece un plan que, en primer lugar, propone “la neutralidad de Ucrania, que renuncia a formar parte de la OTAN, pero entrará en la Unión Europea (UE), con todo lo que sigue. Luego, un sistema de garantías internacionales sobre la soberanía, la independencia y la integridad territorial del estado ucraniano. Garantías aseguradas por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, así como por la Unión Europea y Turquía”.
Respecto a Crimea, anexionada por Rusia hace ocho años, “la situación se congela. Rusia retiene el control de facto durante un cierto número de años; luego, las dos partes negociarán una solución permanente”.

Futuro de Lugansk y Donetsk

Respecto a las regiones tomadas ahora y que Putin ha reconocido como parte del territorio ruso, la propuesta vaticana es que “las regiones de Lugansk y Donetsk seguirán siendo parte integral de Ucrania, pero se les garantizará la autonomía económica, política y cultural. Al mismo tiempo, tanto Ucrania como Rusia deberán tener garantizado el acceso a los puertos del Mar Negro para sus actividades comerciales”.

En cuanto a la reconstrucción de la devastada Ucrania, se ofrece “crear un Fondo Multilateral para la Reconstrucción y el Desarrollo de las zonas destruidas y dañadas de Ucrania. Una especie de Plan Marshall. Y, por supuesto, Rusia está llamada a contribuir a este Fondo”.

La primera guerra global

Consciente de que “esta es la primera guerra global en la historia de la humanidad”, pues las consecuencias las pueden sufrir países “inocentes” y no solo “beligerantes”, como ocurrió en las dos contiendas del siglo XX consideradas “mundiales”, el vaticano está convencido de que hay que apostar por “nuevas reglas de gobernanza mundial”.

Y con medidas concretas: “En primer lugar, debe eliminarse el derecho de veto de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Quien tiene el derecho de veto, tiene un poder de monopolio que limita la libertad de los demás. Es un elemento de presión y corrupción. Además, se debe abrir el camino a la participación de la sociedad civil, asociaciones y voluntarios. Por supuesto, con reglas y normas precisas. Pero, ¿por qué presencias internacionales como la Comunidad de Sant’Egidio o Médicos sin Fronteras no deberían poder expresarse en Naciones Unidas? Además, se deben reformar instituciones como el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial de la Salud, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio. Nacieron en Bretton Woods en 1944 con unos estatutos acordes a los intereses occidentales, en una época en la que todavía existían colonias”.

Un nuevo orden económico internacional

También se pide “enfrentar la cuestión de un nuevo orden económico internacional. Necesitamos nuevos organismos al nivel de la ONU: para gestionar la ayuda, para hacer frente al flujo de migraciones, para dedicarnos a la cuestión del medio ambiente. Y de nuevo, hay que eliminar los paraísos fiscales que alimentan la especulación financiera”. Y es que “también existen en la UE: Malta, Irlanda, Holanda, Luxemburgo”. Sin olvidar que “se debe prohibir el acaparamiento de tierras cultivables y recursos hídricos”.

Además, Zamagni, que entiende que “la paz debe construirse, ladrillo a ladrillo, eliminando también las causas de la guerra”, recuerda que es necesario no olvidar “que Rusia pertenece a Europa; obviamente, con sus propias características. ¿O queremos arriesgarnos a arrojárselo a los brazos de China?”.

Zelenski debe comprometerse

Sin olvidar que el hecho de que Europa apoye a Zelenski no significa respaldar su rotundo rechazo de toda negociación con Putin: “Una cosa es señalar que la culpa del conflicto la tiene Rusia. Suya es la responsabilidad de romper las reglas. Pero esto no debe impedir la razonabilidad. No debe conducir a la denegación de la negociación”.

En definitiva, en este momento transcendental en el destino de la humanidad, el Vaticano defiende que “es hora de encomendar a un mediador apartidista, dotado de características de sensatez y respetabilidad reconocidas por todos, la tarea de hacer una propuesta de negociación”. Sin duda, el candidato idóneo es quien tiene “una personalidad que no tiene intereses en juego, con un capital reputacional universalmente atestiguado y, finalmente, la sabiduría necesaria”. Es decir, “el papa Francisco”.

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