Toda sociedad se configura con los que son y están. Con los que son porque están desde siempre y con los que son porque llegaron dejando atrás sus hogares y acamparon entre nosotros. Un tejerse la Historia que, en la España de 2022, hace que millones de sus habitantes sean migrantes. Eso, lejos de ser una etiqueta, no es sino un rostro más de esas personas, pues muchas de ellas cada vez tienen más peso, incidencia y responsabilidades en nuestro acontecer diario. En el conjunto de la sociedad y, por supuesto, en la Iglesia.
La venezolana Aniuska Coromoto Aponte Vargas es actualmente la superiora general de las Hermanas Franciscanas de la Inmaculada. Acompaña y anima desde 2013 la congregación, conformada por 305 hermanas y presente en 13 países. Es una fraternidad que tiene raíces valencianas, pues fue fundada en la capital del Turia, en 1876, por la Madre Francisca Pascual Domenech. Aniuska sigue los pasos de la fundadora coordinando la acción de las comunidades desde Valencia. Allí llegó ya en septiembre de 2001, tras ser elegida consejera y pasar a formar parte del gobierno general de la congregación.
Tras más de dos décadas de servicio en España, recuerda la “sorpresa” con la que recibió sus elecciones y cómo era su vida en su Venezuela natal, que tuvo que abandonar cuando nunca había pensado en ello. Allí desempeñó la misión como docente de educación especial, fue formadora y tuvo sus “primeras responsabilidades como animadora, siendo viceprovincial” de la congregación para su país y Puerto Rico, teniendo otras tareas en la animación de la vida religiosa de Venezuela. Un tiempo en el que vivía con naturalidad la intercongregacionalidad. Vivencia que en España “está costando más y muchas veces viene impuesta por las necesidades, algo similar a lo que pasa con la misión compartida con los laicos. Dos tareas que han de mirarse en positivo, creyendo en ellas con verdadero espíritu sinodal”.
Aniuska también ve otras diferencias entre ambas realidades, tanto sociales como eclesiales: “En Venezuela viví un modelo de liderazgo más participativo y aquí, en general, los liderazgos eran más directivos; realidad que actualmente ha cambiado mucho”. Así, todas las experiencias vividas, tanto en Venezuela como en España, “me han enriquecido y son una herramienta positiva en la tarea de coordinar el trabajo en una comunidad universal, ya que la congregación está presente en África, América Latina, Asia y Europa”.
Actualmente, continúa trabajando por un liderazgo que sea motivador, gestionando en equipo, desde el diálogo y la escucha. Entre otras medidas, ha promovido que las hermanas que realizan votos perpetuos y las que cumplen 25 y 50 años de profesión perpetua pasen tres meses en el centro de espiritualidad que tienen en Valencia para una experiencia de “actualización personal, vocacional y de profundización en el carisma de la congregación”.
Este octubre, del 11 al 24, han tenido un encuentro congregacional en el que han reflexionado sobre la necesidad de una visión más “sistémica de la congregación” y la adecuación de algunas de sus estructuras, buscando “un mejor modo de aprovechar los recursos disponibles para avivar el sentido misionero y responder a las necesidades de la Iglesia y de la sociedad”.
Desde su experiencia, tanto en Venezuela como en España, y con la necesidad de tener una mirada global, Aniuska se siente muy plena en su vocación y en esta misión encomendada: “He aprendido muchísimo y he ahondado en lo que somos. Me ha permitido conocer todas las realidades y a las hermanas de la congregación, lo cual es una gran riqueza”.
En los inicios, en el siglo XIX, “nuestra congregación dio respuestas a necesidades del momento, y la sensibilidad de la fundadora la llevó a la misión a atender las urgencias de niñas, niños y jóvenes sordos, ciegos, enfermos de lepra, trabajando también promoción de la mujer. Es así como hoy, siglo y medio después, continuamos expansionando el amor de Dios, como decía Madre Francisca, dedicándonos a la educación formal y especial, a la atención de enfermos de lepra y a las mujeres en situaciones de exclusión, buscando que sean artífices de su propia liberación. De esta manera vivimos el mandato que nos dejó la fundadora: ‘Hagan siempre el bien’”
En lo personal, Aniuska echa de menos la vivencia espiritual que tenía en Venezuela: “Era una fe más comunitaria, marcada por la alegría y la sencillez. Aquí todo es más formal e institucional. Sin embargo, esto me ha enriquecido y España me ha brindado nuevos aprendizajes. Y sí, siendo importante una Iglesia que planifica, añoro una Iglesia que ante todo celebra. Eso se aprecia mucho en las diferencias en cuanto a la religiosidad popular, siendo la venezolana familiar, natural y muy festiva”.
También, por ejemplo, nota la diferencia en las experiencias con la gente, como cuenta en la siguiente anécdota: “Una vez quise salir a la calle a compartir bocadillos, pero me cortaron la iniciativa hablándome de los peligros que eso podía suponer, y se me fue la espontaneidad. Sinceramente, creo que sería más fascinante si, espontáneamente, cogiéramos unos simples bocadillos y saliéramos a la calle, al encuentro de la gente para compartir con todos”.
Porque, como insiste, “los cristianos estamos llamados, ante todo, a la escucha, a la alegría, a la espontaneidad y al encuentro. Más que discursos, la gente requiere de nosotros y nosotras un testimonio sencillo, fraterno y auténtico. Como dice el papa Francisco, ‘hay que callejear’”. Y eso es, precisamente, lo que ella trata de aportar en una experiencia migratoria que deje poso: en su congregación, en la sociedad y en la Iglesia.
Por último, cabe señalar que en la última Asamblea General de CONFER, celebrada el pasado mayo en Madrid, Aniuska fue elegida como nueva vocal del Consejo General de la plataforma de los religiosos españoles. Sin duda, su mirada será importante a la hora de aterrizar “el gran sueño de todos: una Iglesia en verdad más sinodal”.
Fotos: Jesús G. Feria.