La tercera y penúltima jornada de Francisco en el reino de Bahrein se ha cerrado con un encuentro con las nuevas generaciones en el Colegio del Sagrado Corazón, donde el Papa llegó a las cinco de la tarde (las tres en España). Esta institución cumple 74 años desde su fundación y en la actualidad la integran entre estudiantes y profesores personas que pertenecen a 29 diversas nacionalidades, culturas, lenguas e historial religioso.
“Esta escuela -le dijo al saludarle la directora sor Roselyn Thomas– es un símbolo en miniatura de esta pacífica convivencia y cultura del cuidado. Su presencia aquí con nosotros aumentará seguramente la conciencia de nuestra diversidad cultural y de nuestras convicciones compartidas así como de nuestro compromiso para establecer una sociedad vivaz y respetuosa para las generaciones presentes y futuras”.
Una vez llegado a la sede del colegio fue recibido por la directora, dos profesores y un grupo de estudiantes que le ofrecieron ramos de flores mientras un coro entonaba un canto de bienvenida y estallaban los aplausos. Después del cordial saludo se dirigió al gimnasio, donde le esperaban 800 jóvenes católicos o cristianos y también islámicos. Siguió una danza tradicional y los testimonios del joven musulmán Abdulla y de la católica Merina, voces impregnadas por la emoción que caldearon el ambiente antes de que Bergoglio tomara la palabra.
“En la masa del mundo –dijo apenas comenzó a hablar- ustedes son la buena levadura destinada a crecer, a superar tantas barreras sociales y culturales y a promover gérmenes de fraternidad y novedad. Jóvenes, ustedes son los que, como viajeros inquietos y abiertos a lo inédito, no tienen miedo de enfrentarse y dialogar, ‘hacer ruido’ y mezclarse con los demás, convirtiéndose en la base de una sociedad amiga y solidaria. Esto es fundamental en los contextos complejos y plurales en los que vivimos, derribar algunas barreras para inaugurar un mundo más conforme al hombre, más fraternal aun cuando esto suponga enfrentar muchos retos”.
Seguidamente les propuso tres invitaciones: (1) abrazar la cultura del cuidado, (2) sembrar fraternidad y (3) tomar decisiones.
Para finalizar, les dirigió esta petición: “Queridos jóvenes los necesitamos, necesitamos su creatividad, sus sueños y su valentía, su simpatía y sus sonrisas, su alegría contagiosa y también esa pizca de locura que ustedes saben llevar a cada situación y que ayuda a salir del sopor de la rutina y de los esquemas repetitivos en los que a veces nos encasillamos la vida”.