“Esperamos que el acuerdo… lleve a nuestros pueblos hacia la unidad y la paz”. Es el anhelo compartido por el cardenal primado de Etiopía Berhaneyesus Demerew Souraphiel, tras conocer el alto el fuego al que han llegado en estos días el Gobierno y el Frente Popular de Liberación para poner fin a una guerra que estaba cerca de cumplir sus dos años en activo en la región de Tigray. En este tiempo, se calcula que el conflicto y el hambre se han llevado por delante la vida de medio millón de personas y han obligado a huir de su tierra a unos 5 millones de etíopes.
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Después diez días de negociaciones en Sudáfrica bajo el auspicio de la Unión Africana, las dos partes firmaron el 2 de noviembre en Pretoria un protocolo de actuación que incluye, a priori el cese de toda violencia visible y encubierta, lo que incluye las minas terrestres, los sabotajes…
Desarme sistemático
Tal y como ha expresado el expresidente nigeriano Olusegun Obasanjo, como coordinador de la mesa de negociación, el acuerdo incluye un “desarme sistemático, ordenado, suave y coordinado”. Y lo hizo convencido de que “hoy es el comienzo de un nuevo amanecer para Etiopía”. Mientras que el primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed, califica el alto el fuego como “monumental”, para António Guterres, secretario general de la ONU, se trata de un “primer paso”.
Francisco también quiso celebrar este salto hacia adelante desde Bahréin. En su último día de viaje al reino del Golfo Pérsico, el Papa deseó que “la declaración que ha sido firmada en Etiopía anime a todos a apoyar este compromiso para una paz duradera”. “Que con la ayuda de Dios se continúen recorriendo los caminos del diálogo y el pueblo cuente pronto con una vida serena y digna”, expuso durante su última intervención en el país asiático, en el marco del encuentro de oración con la comunidad católica en la iglesia del Sagrado Corazón de Manama.
Respetar la autoridad
En este contexto, el Gobierno etíope tendrá que borrar al Frente Popular de Liberación del listado de grupos terroristas, deberá facilitar ayuda humanitaria sin excepción tras el bloqueo al que ha sido sometido Tigray, así como promover el regreso de los desplazados internos a su lugar de origen. Los rebeldes, por su parte, se comprometen a desarmarse en apenas un mes, sus militares se integrarán en las fuerzas armadas del país, a la par que están llamados a respetar la autoridad del Gobierno, así como a los órganos constitucionales del país.
Humildad y perdón
Precisamente, a través de su comunicado, el cardenal arzobispo de Addis Abeba reclamó a las autoridades a materializar sus promesas con urgencia: “Para garantizar una paz sostenible en todo el país, los insto a promover un espíritu de cercanía y reconciliación entre nuestra gente y permitir que los desplazados regresen a sus hogares”.
En esta hora de ruta marcada por el purpurado, también llama a todos a dejarse empapar por el mensaje del Evangelio: “Para aprender la vida de Jesús y de los santos, la semilla de la paz debe morir antes de que siembre y dé fruto. La paz no se logra por un principio derrotista, no conoce otra cosa que un espíritu de humildad y perdón”.
Está previsto que el siguiente paso para avanzar en esta senda sea una reunión en Kenia. “Los líderes militares de ambos bandos se encontrarán para iniciar la implementación del acuerdo de paz y su prioridad será establecer las condiciones detalladas para el desarme del Frente Popular de Liberación de Tigray)”, ha expuesto Redwan Hussien, viceministro etíope de Asuntos Exteriores.