El Documento para la Fase Continental del Sínodo de la Sinodalidad, titulado ‘Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión’, se publicaba el 27 de octubre con un clamor especial: el papel de las mujeres. Y es que, en el marco de la escucha a quienes “se sienten abandonados y excluidos”, el resultado de las aportaciones de la etapa diocesana ha remarcado el papel de aquellas sobre cuyos hombros, día a día, descansa una gran parte de la Iglesia, pero que, en muchos sentidos, no se ven representadas en la misma.
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De hecho, el texto destaca que las síntesis “muestran claramente que muchas comunidades han comprendido la sinodalidad como una invitación a escuchar a los que se sienten exiliados de la Iglesia”. Unos grupos que son diversos y que empiezan por “muchas mujeres y jóvenes que no ven reconocidos sus dones y capacidades”.
En este contexto llegan, un año más, las Jornadas de la Asociación de Teólogas Españolas (ATE), que se celebrará los días 12 y 13 de noviembre en el Colegio Mayor Mara de Madrid, y Vida Nueva conversa con las teólogas sobre el nuevo paradigma sinodal para la Iglesia. “Nos interesa el tema de la sinodalidad en cuanto a su concepción estructural y teologal que implica una serie de cambios de mirada en la teología y en la estructura eclesial”, dice Silvia Martínez Cano, presidenta de la ATE.
Asimismo, subraya que también pretenden profundizar en la visión de mujeres teólogas y otras mujeres comprometidas en la Iglesia que, en estos meses, “están viviendo el proceso de recogida del material del Sínodo como una oportunidad para hacer una reflexión teológica profunda”.
Un signo de los tiempos
Y es que, para la ATE, la sinodalidad implica una participación activa del laicado, lo que “viene de la mano de una recuperación de la subjetividad de los laicos en la Iglesia”. Es, por ello, importante “hacer notar que todo el laicado no es igual, y que no se puede considerar de igual manera la participación de los varones laicos, la de los varones religiosos laicos, la de las religiosas y la de las mujeres laicas de la misma manera”.
En este sentido, “la especificidad con que se ha ignorado la presencia de las mujeres en la vida participativa y más aún en la deliberativa de la Iglesia, debe tener un espacio especial de reflexión y discernimiento en la Iglesia sinodal”, continúa la presidenta de la ATE. Sin embargo, “en los procesos sinodales existe una conciencia de que la entrada de la mujer en la vida activa y deliberativa, así como en la ministerial de la Iglesia es un gran signo de los tiempos y eso le otorga un protagonismo mayor”. Aun así, es importante definir exactamente “cómo entendemos la sinodalidad nosotras, desde nuestra mirada teológica y existencial”.