El Papa está convencido de que “el educador cristiano está llamado a ser plenamente humano y plenamente cristiano al mismo tiempo. No hay humanismo sin cristianismo. Y no hay cristianismo sin humanismo”. Estas son algunas de las lapidarias reflexiones que lanzó esta mañana a la Unión Mundial de Educadores Católicos, una entidad que surgió en 1908, hoy aglutina a profesionales de 17 países y en estos días celebra en Roma su asamblea general.
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Desde la Sala del Consistorio de los Palacios Apostólicos, Francisco expuso que el educador cristiano “no debe ser espiritualista, en órbita, ‘fuera de este mundo’”. “Debe estar enraizado en el presente, en su tiempo, en su cultura”, defendió el pontífice, convencido de que “es importante que su personalidad sea rica, abierta, capaz de establecer relaciones sinceras con los alumnos, de comprender sus necesidades más profundas, sus dudas, sus miedos, sus sueños”.
Testimoniar con vida y palabras
A la par, el Papa les alertó de que tengan cuidado con las “colonizaciones ideológicas” que “destruyen la personalidad humana y cuando se cuelan en la educación provocan masacres”. El pontífice argentino explicó que el maestro católico debe ser “capaz de testimoniar -ante todo con su vida y también con sus palabras- que la fe cristiana abarca a todo el ser humano, a todo, que lleva luz y verdad a cada ámbito de la existencia, sin excluir nada, sin cortarle las alas, a los sueños de los jóvenes, sin empobrecer sus aspiraciones”.
Reafirmando que la misión de la Iglesia en las aulas pasa por una educación integral “no con objetos, sino con sujetos”, llamó a los profesores a “renovarse continuamente en las motivaciones y formas de trabajo”. “No pueden ser rígidos. La rigidez destruye la educación”, sentenció justo después, para reivindicar la capacidad de empatía con sus alumnos.