Fue director de la primera ficción para cine “Zatti, hermano nuestro”, sobre el recientemente canonizado coadjutor salesiano. Tuvo a su cargo la preproducción, rodaje y postproducción de esta película producida por el Boletín Salesiano de Argentina, con la ayuda del Rector Mayor, don Ángel Fernández Artime; la Procura Misionera de Madrid y las Inspectorías argentinas. Se estrenó en la plataforma YouTube en julio de 2020.
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Entrevistado por Vida Nueva, nos dijo que “entre otras gracias muy importantes, la canonización de Zatti va a ser una fuerte respuesta contra el clericalismo”.
Ricardo Cámpoli es Técnico Superior en Comunicaciones Sociales por la Universidad Católica de Salta-UCASAL (Argentina) y licenciado en producción y realización audiovisual, por la Universidad Abierta Interamericana de Rosario (Argentina). Actualmente reside en Roma, donde trabaja en el sector de Comunicación Social de la Congregación Salesiana. Además, acompaña a los delegados de comunicación social de las 23 inspectorías salesianas de América, desde Estados Unidos hasta Tierra del Fuego.
Tocar la vida
PREGUNTA.- ¿Qué significó para su vida y su momento actual este proceso hacia la canonización de Don Zatti? ¿Cómo se fue preparando en el camino?
RESPUESTA.- Mi historia con Zatti arranca cuando tenía 20 años, estaba en el posnoviciado en Córdoba después de la primera profesión. En el noviciado había imaginado en algún momento ser coadjutor. Después, el discernimiento me llevó al orden sagrado, del cual estoy muy contento, muy feliz, pero había algo que me encantaba de Zatti, hermano coadjutor, y fue su caridad evangélica, esta vivencia de la vida religiosa más pura, más esencial, y eso es lo que a mí me cautivó en el posnoviciado, me acompañó todos estos años, así que el tiempo de espera hasta verlo santo, era para mí revivir y reactualizar el sentido de la vida consagrada, de la vida religiosa.
Me preparé a esto, a sentir que de ahora en más esta canonización puede ser una alternativa contra el clericalismo; esencialmente nos puede ayudar a sopesar estos dinamismos que son históricos, también porque hoy la Iglesia está mirando esto, que si nos volvemos muy clericalistas hacemos de la Iglesia y de sus cosas cuestiones más bien rituales y a veces no tocamos la vida. Entonces este santo nos ayuda a meter las manos en el barro, a meternos en la herida del cuerpo sangrante y dolorido de Cristo, en el pobre, en el enfermo, nos ayuda a tocar la vida. Esto me ayuda mucho a centrar lo que quiero para mí, para mi vida consagrada.
En estos días hemos estado rezando muchísimo, aún en el trajín, porque en Roma hemos tenido que recibir a los peregrinos, atender a mil detalles, y me hicieron poner muy cerquita de la experiencia de él. A veces vivió cosas muy escondidas que ni sabemos o las sabemos gracias a que hubo un testigo que lo vio. Entonces a mí, me ha hecho mucho bien rezar todo esto.
Fama de santidad
P.- Muchas personas necesitamos saber más sobre estos procesos, desde la postulación a la canonización. ¿Podría explicarlo con el ejemplo de san Zatti?
R.- Voy a recordar un seminario sobre causas de beatificación que pude vivir aquí en Roma en el 2018. Entiendo que lo primero que aparece cuando muere un cristiano, un bautizado eminente en una comunidad cristiana es la fama de santidad; es decir, si existe esta fama de santidad y perdura en el tiempo y es serena, tranquila y no es algo exagerado, entonces se puede ir dando pasos, para que el obispo del lugar pueda escuchar el consenso del pueblo de Dios que vive en su diócesis, a la que pertenece. Entonces, puede pedir a la Santa Sede por el inicio del proceso de beatificación.
Cuando la Santa Sede es informada sobre el candidato y da el nihil obstat -una aprobación previa, la primera-, entonces autoriza a que esta persona pueda avanzar en un camino de reconocimiento de su santidad. Allí arranca una especie de juicio, un juicio para corroborar si esta persona verdaderamente es santa y entonces se convoca a un postulador, que será quien sigue toda esta causa.
Después se cita a personas que den testimonios del presunto santo y se redacta la positio que es un gran libro con todos los testimonios bajo juramento. De allí en más se trata de llegar a la veracidad sobre la vivencia de las virtudes teologales y cardinales, es decir, si esta persona vivió verdaderamente la fe, la esperanza y la caridad, y además la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza, de modo heroico. Si eso se corrobora positivamente, el que ahora es llamado Siervo de Dios, la iglesia lo comienza a nombrar Venerable.
A partir de la venerabilidad, se debe esperar un milagro y si el milagro se da, entonces se hace un nuevo estudio con los médicos, –si fue un milagro a nivel de salud, porque puede haber milagros de otro tipo, incluso milagros a nivel científico– entonces se llama a expertos en el área que corresponde a la característica del presunto milagro y se llaman a los testigos, a los que estuvieron implicados en este acto milagroso, a los que pidieron por la intervención del santo y a los médicos o peritos que tienen que escribir este informe sobre lo ocurrido. Ellos no pueden concluir que era un milagro, lo que pueden llegar a decir es que es algo inexplicable para la ciencia. Después tiene que estar claro que ese hecho es una sanación instantánea, que se le pidió a este presunto santo concretamente, y por último hay que corroborar que esa persona permanece sana una vez que se ha recuperado de manera estable y constante.
Los milagros
Por eso, el primer milagro de Zatti que lo llevó a su beatificación, fue en Argentina, recibido por el padre Carlos Bossio un salesiano sacerdote, que era novicio en el momento de su curación. El segundo milagro, que se dio en Filipinas, cuando se postuló los médicos dijeron que tenía que corroborarse la estabilidad de la salud de la persona y se esperaron tres años. Esta persona está sana y apareció allí en la audiencia con el Papa el 8 de octubre. Sonreía, saludaba y era una persona que, técnicamente hablando, tendría que haber estado muerta por un tumor invasivo que era un ictus cerebral isquémico, y que estaba fuera del control de la ciencia y por esto se lo declaró inexplicable. Para nosotros es un milagro. Porque toda la familia pidió a Zatti por su curación.
Además, el proceso es largo. Piensen que nuestro postulador salesiano lleva más de 59 causas. Tiene un asistente que lo ayuda, y cuenta con otros muchos hermanos o laicos que actúan como vicepostuladores, atendiendo cada una, la causa correspondiente. La Familia Salesiana cuenta con 10 santos, de los cuales el último es San Artémides Zatti; 118 Beatos; 17 Venerables y 24 Siervos de Dios. Existen causas en todos los continentes. En Argentina tenemos a Laura Vicuña, a Ceferino Namuncurá que ya son beatos.
También están beatificados todos los 95 mártires salesianos de España, y contamos con 5 beatos de la Segunda Guerra Mundial, y otros 9 salesianos sacerdotes de Polonia martirizados en campo de concentración, que están aún en proceso y fases de estudio. De los últimos mártires que se suman a esta gloriosa lista están los dos mártires de la misión de Meruri, en el Mato Grosso del Brasil, P. Rodolfo Lunkenbein y un aborigen, el Sr. Simao Bororo. Por último, se une el joven mártir exalumno salesiano Akash Bashir, de Pakistán, que murió por evitar un atentado a una iglesia católica.
Literalidad práctica
P.- Como para meternos en la personalidad y en la piel de este gran hombre, y tal como Ud. lo cuenta en la película, ¿cómo descubría Don Zatti a Jesús? ¿Cómo y dónde lo encontraba Jesús? ¿Qué hacía durante el día?
R.- Tenía un estilo muy marcado, que en parte respondía a nuestra vida cotidiana como salesianos. Él empezaba la oración muy temprano a la mañana, muchas veces lo encontraban en la capilla postrado, porque se había levantado media hora antes que el resto, y rezaba postrado, tal vez pidiendo una gracia especial. Después de la Misa iba a su desayuno y luego empezaba una rutina en el hospital que implicaba la atención de sus enfermos, cama por cama.
Recordando alguna anécdota, podemos contar aquello que respondió una vez cuando le dijeron que el hospital sólo podría albergar treinta enfermos y entonces él dijo “qué hacemos si el treinta y uno es Jesús”.
Decía quien era postulador en momento de su beatificación, don Pascual Liberatore, que Zatti tenía una cualidad muy grande y que nos alecciona mucho, y es que él hacía una lectura literal del Evangelio. Es decir que si Jesús decía “ámense los unos a los otros”, él amaba. “El que atiende a los pequeños me atiende a mí”, entonces él atendió a los más pequeños. Si pedía ropa, no pide para un enfermo, tan sólo decía si “tendrán una ropita para Jesús de 5 años que me acaba de llegar”. Iba a la ropería y pedía de esta manera. Estos detalles son verdaderos mensajes evangélicos.
Quizá la gente se riera en el momento, pero después uno se pone a pensar y dice “este hombre ve a Jesús”. Para él, Jesús era un Jesús cotidiano, que descubría en quien tenía al lado. En el enfermo que había acostado o en el otro que lo hacía renegar, pero para él eran causa de bendición. Por ejemplo, el chico macrocefálico, y la muda que tenía una especie de retraso psicológico –una mujer que habían encontrado en el campo perdida y sola, no caminaba, casi gateaba–, que ya era grande en el momento en que lo conoce a Zatti, y que la única palabra que pronunció en su vida fue “Ati” cuando llena de emoción lo vió llegar de su viaje a Roma para la Canonización de Don Bosco. Queriendo decir “Zatti” le salió solo “…ati”: Entonces ese Jesús es el que encontraba en los más pobres, en los abandonados, en los más invisibilizados.
Zatti relató el milagro que él recibió y lo dijo con tres verbos, que son el lema de su canonización: creí, prometí, sané. Era más bien breve para decir las cosas pero era muy práctico.
Mirada serena ante la prueba
P.- En este tiempo de crisis varias, ¿qué nos dice san Artémides Zatti de la fidelidad a la Iglesia, al Reino, a los valores del Evangelio?
R.- Creo que respecto de las crisis y de los momentos que vivimos como Iglesia, como sociedad, Zatti tiene una mirada serena ante la prueba. Leyendo su biografía, es obvio que debe haber sentido por dentro un poco de movimiento, de ruido por el hecho de que las cosas no salieran como esperaba en algunos momentos de su vida, pero él tiene una capacidad de leer con serenidad estos temas y enfrentarlos con gran paz y no buscar ni culpables ni excusas.
Entonces, él tiene un solo objetivo, quiere hacer el bien, que sus enfermos estén bien, y quiere ayudar lo más que pueda a toda persona que se le cruce y hasta donde pueda. Lo demás, no le interesa. No le importa si lo pasan por encima, si le consultan o no, no le interesa si las cosas se dan como él esperaba a no.
Un ejemplo muy claro es el tema de su enfermedad. ¿Por qué se enferma él? Porque cuida a un cura que estaba con tuberculosis y ya se había contagiado un aspirante antes, por lo que él calculaba también que se podía morir. ¿Cuáles fueron sus manifestaciones ante esto? No es que se enojó porque tuvo que obedecer y esto lo puso al borde de la muerte. No cuestionó ni siquiera que no pudiera llegar al sacerdocio. Esto no lo irritó, no lo frustró. Porque a él lo único que le interesaba era servir. Mientras pudiera servir, él estaba bien, aunque lógicamente, con poca salud, no iba a poder hacerlo. Por eso, al tiempo, él le escribe a un amigo que había sido salesiano y le dice: “mirá, vos estás en esto, yo estoy en la congregación, que seamos o no curas, que seamos o no comerciantes o médicos, lo importante es que sirvamos a la voluntad de Dios y a sus designios”. El tema del servicio era lo fundamental. Por eso el mensaje del buen samaritano es muy claro en él.
Eso creo que nos deja a nosotros como Iglesia. Zatti se corre de todo carrerismo, para él no era una promoción ni ser cura, ni ser director del hospital, lo que quería era servir. Y para una Iglesia como a la que nos está invitando hoy el Papa Francisco, es una mirada renovada, es una oxigenación impresionante, es un aire puro que respiramos. Es esencialmente por ahí el camino. Una Iglesia servidora. No hay otra cosa para ponernos a pensar cómo hacerla.
Las tres S
P.- Podemos decir, que de la mano del papa Francisco, soñamos que la Iglesia sea sinodal, samaritana y en salida. ¿Cuál es el aporte que hoy hace san Zatti, desde su santidad, a nuestra Iglesia?
R.- Hay algunas características en su vida, que van revelando, muchos aspectos de estas tres s. De hecho, él vivió en salida, porque agarraba la bicicleta y no paraba. Las personas de la delegación gubernamental patagónica que estuvo en la canonización nos contaron muchas vivencias. En este caso, cito al intendente de Viedma, que nos decía que para ellos Zatti tenía un hospital a cielo abierto, era toda Viedma, porque sus enfermos estaban en toda la ciudad, por ejemplo, cuando a la gente que vivía al lado del río y había subidas, se les inundaba todo y tenían que empezar a correr todo tierra adentro. Ahí llegaba Zatti con su bicicleta a atender los que iban cayendo enfermos rancho por rancho. Claramente en salida para atender y a tocar la vida en el barro.
Samaritano a la vez, porque toda la gente de la comunidad de enfermeros y enfermeras que lo acompañaba estaba formada por él espiritualmente. Fueron todas personas que aprendieron a tocar la vida a su manera, a su estilo. El postulador dice que Zatti también era formador de las personas, un catequista, alguien que quiere que el otro, que está atendiendo al más pobre, sepa porqué lo hace. Convoca al discernimiento, a vivir juntos, a escuchar la Palabra y eso es la sinodalidad. Trabajar juntos es el Evangelio de Zatti.
Los amigos santos de Zatti
P.- En este mismo sentido, ¿podría hablarnos de las causas de una hermana y un hermano que se ven en la película?
R.- Lo que quise hacer con la presencia de ellos es revelar algo que sabía, pero no estaba tan claro en las biografías de Zatti y es que alrededor de un santo, giran otros santos. Es como las galaxias. Hay algo que concentra la energía y gravitacionalmente, todo empieza a dar vueltas por ahí. Buscas un santo y tenés cinco o seis relacionados con él de alguna forma.
Antonieta Bohm es una hija de María Auxiliadora que llega muy joven a los 24 años, desde Alemania a Bahía Blanca, se suma a esa inspectoría y trabaja dos años en Viedma ayudando y conociendo la realidad del hospital, donde se cruzó varias veces con Zatti.
El padre Carlos Mariano Pérez, que fue el primer obispo de Comodoro Rivadavia y segundo arzobispo de Salta, tiene fama de santidad en Salta. Era un hombre muy bueno, reconocido por donde pasó, quien ayudó a instalar la Universidad Católica de Salta. Ese hombre fue el superior de Zatti en los dos últimos años de su vida.
En el hospital llegará algún día y morírá allí el salesiano, padre Félix Dabois, el gran confidente de Laura Vicuña, que escuchó su secreto de querer entregar su vida por su madre. También, Zatti se encuentra con Ceferino y viven juntos un año y medio, tratando de curarse ambos. Los santos se llaman entre ellos y se contagian.
Un dato interesante es que el papa Francisco cuando era superior de los jesuitas en Argentina y como les faltaban vocaciones, fue monseñor Mariano Pérez el que le dijo que rezara a Don Zatti. Le dijo que él lo conocía, que estaba en proceso de beatificación, que le rezara. Francisco, aún siendo arzobispo de Buenos Aires, dio este testimonio al historiador salesiano, el padre Cayetano Bruno, quien lo guardó en la positio. En ese momento, no podía saber que él lo iba a canonizar.
El mensaje
P.- En una homilía referida a San Zatti, ¿cuál sería tu mensaje central?
R.- A Artémides Zatti lo hizo santo el amor. Que lo podemos decir de todos los santos, es verdad. Sin embargo, lo que quiero resaltar es que él descubre el amor en el servicio, como vemos en Madre Teresa. El descubre el amor a través del servicio, y se pone a servir y después descubre que ese servicio es más amor cuando está dedicado a los pobres, y a partir de allí ya no los abandona jamás. Eso diría en una homilía.
Algo más, las pruebas por las que tuvo que pasar Zatti que tenemos más en cuenta son la enfermedad de los 22 años, que no le permitió ser sacerdote y la demolición del hospital. Cuando le avisan del tumor, lo que más le preocupaba era que iba a perder fuerza y posibilidad de atender a sus enfermos y lo decía… Realmente, era un personaje muy grande. Nos quedamos muy chicos al lado de él. “Se nos fue el mejor de los vecinos”, decía la gente cuando murió don Zatti.