El pontífice, concluida la eucaristía de la 6ª Jornada Mundial de los Pobres, presidió la oración mariana del ángelus en la plaza de San Pedro
Concluida la misa en la 6ª Jornada Mundial de los Pobres, el papa Francisco presidió la oración mariana del ángelus desde la ventana de la última planta del Palacio Apostólico. Un momento en el que el pontífice ha recordado el aniversario de la plataforma Laudato Si’ para el cuidado de la creación creada hace siete años y que une a familias o empresas y deseo que se den pasos con determinación en la COP 27 de Egipto. Nuevamente mostró su cercanía “con la oración y la solidaridad concreta” con la “martirizada ucrania”. “La paz es posible, no nos resignemos a la guerra”, reclamó. También prometió oraciones ante la situación que vive Eritrea.
Comentando el evangelio del día, un fragmento del discurso escatológico de Lucas en el que Jesús anuncia “guerras, terremotos y hambrunas, plagas y persecuciones”, algo que presenta “como si dijera: no hay que confiar demasiado en las realidades terrenales, que pasan”. El Papa, advirtió, “en realidad su intención es otra, es darnos una valiosa enseñanza, a saber, la salida de toda esta precariedad”.
“Jesús nos pide que seamos ‘estrictos’, inflexibles, persistentes en lo que a Él le importa, en lo que importa. Porque, lo que realmente importa, muchas veces no coincide con lo que atrae nuestro interés: a menudo, como aquellas personas en el templo, priorizamos las obras de nuestras manos, nuestros logros, nuestras tradiciones religiosas y civiles, nuestros símbolos sagrados y sociales”, advirtió el pontífice. “Estas cosas son importantes, pero pasan. En cambio, Jesús dice que nos centremos en lo que queda, que evitemos dedicar nuestra vida a construir algo que luego se destruirá, como ese templo, y que nos olvidemos de construir lo que no se derrumba, de construir sobre su palabra, sobre el amor, sobre la bondad”, añadió.
Por lo tanto, el Papa invitó a “la perseverancia” que supone “construir la bondad cada día”. “Perseverar es permanecer constante en el bien, especialmente cuando la realidad que nos rodea nos insta a hacer otra cosa”, añadió señalando ejemplos como cuando uno sabe “que rezar es importante, pero yo, como todo el mundo, siempre tengo muchas cosas que hacer, y por eso lo dejo para más adelante” o cuando “veo tanta gente astuta que se aprovecha de las situaciones, que ‘regatea’ las normas, y yo también dejo de observarlas, persevero en la justicia y la legalidad”. O en clave cristiana relató cuando “hago un servicio en la Iglesia, para la comunidad, para los pobres, pero veo que tanta gente en su tiempo libre sólo piensa en divertirse, y entonces me dan ganas de abandonar y hacer como ellos”.
“Perseverar, en cambio, es permanecer en el bien”, añadió. “Si perseveramos –nos recuerda Jesús– no tenemos nada que temer, ni siquiera en los acontecimientos tristes y feos de la vida, ni siquiera en el mal que vemos a nuestro alrededor, porque permanecemos anclados en el bien”, añadió. Para Francisco “la perseverancia es el reflejo del amor de Dios en el mundo, porque el amor de Dios es fiel, nunca cambia”.