Los diarios de Ester ‘Etty’ Hillesum (1914-1943) tardaron más de cuarenta años en ver la luz. Y provocaron un terremoto cuando las palabras de esta mujer judía neerlandesa se revelaron. “Incluso en este siglo XX se puede todavía creer en milagros. Y yo creo en Dios, también cuando dentro de poco en Polonia me hayan devorado los piojos”, escribe a tinta. Tenía dos hermanos: uno, estudiante de Medicina, y otro, un notable pianista.
Ella estudió Derecho y lenguas eslavas y no dejó de aprender y servir hasta el último minuto de su vida, sabedora de que sus días acabarían en el campo de exterminio de Auschwitz, a donde llegó después de pasar voluntariamente por el de Westerbork. Tenía 29 años, una vida llena, un amante, Julius Spier, que la animó a leer los Evangelios y los Salmos, y que murió en 1943 mientras ella sabía que no había futuro para los suyos en Alemania, solo odio, golpes y escupitajos. Muerte.
Cuando Carla Vilallonga vive viernes y sábados en la piel de Etty y respira a través de ella se transforma. Es un ejercicio ímprobo, conlleva un esfuerzo brutal, cuenta. Es la actriz y productora de la obra de teatro que se puede ver los fines de semana de noviembre en la Sala Arapiles, ‘500×600: una historia que contar’, el exiguo espacio en el que en el campo de la muerte al que fue conducida se hacinaban 10.000 personas, el pellejo de 10.000 seres humanos. Junto a ella, los dos solos, el pianista Andreas König, “que es alemán y vive en Grecia. Es músico y acompaña al texto e interpreta a los actores que son secundarios”. La obra está dirigida por Paola Pozzo.
Carla había escuchado de la vida de esta joven, aunque fue al leer sus diarios cuando quiso darla a conocer. “Me conmocionó el que es capaz de mirar a la cara temas a los que nos da miedo mirar, siempre lo hace de frente, posee esa valentía. Analiza lo que le pasa, su propia miseria, el amor que descubre dentro de ella, se abre a la trascendencia y aligera su mente de prejuicios hasta acabar en una posición que le permite identificar la verdad que existe en las cosas”, asegura. Y toma las palabras del papa Francisco para relacionarlas con las de Etty: “Dios nos primerea y, después, nosotros respondemos”