“Todos debemos tomar cada vez más conciencia de que el grito de nuestro maltrecho planeta es inseparable del grito de la humanidad doliente”. Este ha sido el recordatorio que ha lanzado hoy el papa Francisco en su mensaje a los participantes en la VIII Conferencia de Diálogos Roma MED, que tendrá lugar en Roma del 1 al 3 de diciembre, y en el que se debate la realidad actual del Mediterráneo. Un mar que, en su historia, “tiene una vocación de progreso, desarrollo y cultura que lamentablemente parece haber perdido en el pasado reciente y que necesita ser recuperada con plenitud y convicción”, ha señalado el Papa.
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De hecho, Francisco ha explicado que “el Mediterráneo tiene el gran potencial de poner en contacto a tres continentes: un vínculo que históricamente, también a través de las migraciones, ha sido sumamente fructífero”. Y es que “África, Asia y Europa la bordean, pero con demasiada frecuencia olvidamos que las líneas que delimitan son también las que conectan, y que la ambivalencia del término “frontera” también puede aludir a un objetivo común: cum-finis”.
Este, sin embargo, es un aspecto “del que eran muy conscientes las civilizaciones que nos precedieron y de las que el Mediterráneo fue cuna”. “Con pesar tenemos que constatar que este mismo mar, hoy, cuesta vivirlo como lugar de encuentro, de intercambio, de compartir y de colaboración”, ha dicho, animando a “retomar la cultura del encuentro de la que tanto nos hemos beneficiado, y no sólo en el pasado. De esta manera será posible reconstruir un sentido de fraternidad, desarrollando, además de relaciones económicas más justas, también más relaciones humanas, incluso con los migrantes”.
Crisis interrelacionadas
Por todo ello, Francisco ha animado a los participantes en la conferencia a no desvincular los temas ético sociales de “las múltiples situaciones de crisis geopolítica y también de los mismos problemas ambientales”. “La idea de abordar temas únicos de manera sectorial, por separado e independientemente de los demás es, en este sentido, un pensamiento engañoso. De hecho, implica el riesgo de llegar a soluciones parciales, defectuosas, que no sólo no solucionan los problemas sino que los cronifican”, ha explicado.
“La interconexión de los problemas exige que se examinen en conjunto, en una visión coordinada y lo más amplia posible, como surgió abrumadoramente ya durante la crisis de la pandemia, otra clara confirmación de que nadie se salva solo”, ha aseverado, poniendo como ejemplo de ello las consecuencias que está teniendo la guerra en Ucrania para los países del norte de África, que dependen “en un 80% del grano de Ucrania o Rusia. Esta crisis nos insta a considerar la totalidad de la situación real desde una perspectiva global, así como sus efectos son globales”.