Sus mosaicos ocres y dorados son conocidos en todo el mundo católico. Cientos de ellos decoran iglesias, monasterios y otros espacios vinculados a la fe, lo cual le ha valido un enorme reconocimiento que ha traspasado las fronteras de su congregación, la Compañía de Jesús. En España, por ejemplo, su obra se puede apreciar en la catedral de Santo Domingo de la Calzada o en la catedral de La Almudena. Ahora, los jesuitas han confirmado la noticia: sí, Marko Rupnik ha sido investigado por abusos desde el Dicasterio para la Doctrina de la Fe.
La noticia la adelantaba, hace unos días, la web Silere non possum. Fue recogida después por los medios italianos La Repubblica y Il Messaggero, y era reconfirmada por medio de un comunicado de la Compañía de Jesús: “El Dicasterio para la Doctrina de la Fe recibía, en 2021, una denuncia contra el P. Marko Ivan Rupnik, SJ sobre su manera de ejercer el ministerio”.
En el escrito, los jesuitas aclaran que “no hubo menores involucrados” en los hechos. De hecho, fueron religiosas de la Comunidad de Loyola de Liubliana quienes sufrieron presuntamente los abusos por parte del jesuita, quien ejercía, durante la década de 1990, de capellán de la misma.
“El Dicasterio para la Doctrina de la Fe ha pedido a la Compañía de Jesús que abra la investigación preliminar relativo a este caso”, continúa la congregación, que asevera que de forma “inmediata” se designó para la investigación un instructor externo. Concretamente, un religioso de otra congregación, que presentó su informe al Vaticano. Sin embargo, han pasado más de 30 años de los hechos, por lo que Doctrina de la Fe consideró, a principios de octubre de 2022, cerrar el caso porque este “había prescrito”.
Durante el curso de la investigación preliminar, señalan los jesuitas, “se tomaron varias medidas cautelares contra el P. Rupnik”, como es “la prohibición del ejercicio del sacramento de confesión, dirección espiritual y del acompañamiento de los Ejercicios Espirituales”. Además, Rupnik ha tenido prohibido, durante este tiempo, “participar en actividades públicas sin el permiso de su superior local”. Medidas que, por otro lado, “siguen vigentes hoy en día, como medidas cautelares, incluso después de la respuesta del Dicasterio para la Doctrina de la Fe”.
Tal como señala Silere non possum, que recoge varios testimonios de las mujeres denunciantes –muchas de las cuales abandonaron la vida religiosa–, las acusaciones contra el jesuita se hacen por abusos sexual, de poder y espiritual. Las denuncias, que comenzaron siendo puntuales pero que poco a poco fueron haciéndose más numerosas, dieron lugar a la investigación canónica de la mano de Daniele Libanori, quien viajó a Eslovenia para escuchar a víctimas y testigos y examinar sus testimonios.
“Me obligó a hacer cosas que, de hecho, no quería hacer. Usó la violencia, me golpeó. En sus ojos, en su voz, estaba y está la convicción de que es intocable. Abusó de mí, de mi confianza. Yo era sumisa. Debido a su poder, a la estima de la que goza, está convencido de que nadie pondrá en duda su buena fe”, relata una de las víctimas, cuyo testimonio resulta verosímil para Libanori. “Las víctimas escuchadas son creíbles y su relato es sólido”, concluía el prelado ante el Dicasterio para la Doctrina de la Fe.