El subsecretario de la Secretaría General del Sínodo, el arzobispo español Luis Marín de San Martín, acaba de pasar unos días en Panamá con varios encuentros sinodales. Ya desde Roma, el religioso agustino comparte sus expectativas sobre la Fase Continental del Sínodo de la Sinodalidad.
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PREGUNTA.- Un año después de la Asamblea Eclesial, ¿cómo valora este proceso inédito?
RESPUESTA.- El Celam tiene una larga andadura; la sensibilidad sinodal no solo está presente en América Latina y el Caribe, sino que presenta un notable desarrollo. La Conferencia de Medellín (1968) impulsó la eclesiología del Vaticano II desde la realidad latinoamericana, que luego continuó sobre todo en las Conferencias de Puebla y Aparecida. Si queremos entender el pensamiento de Francisco sobre el proceso sinodal en curso, debemos releer el Documento de Aparecida y Evangelii gaudium.
Por lo que se refiere a este proceso, en la historia del Celam encontramos dos claves importantísimas. La primera es la lectura inculturada de la Buena Noticia en una realidad concreta (se evitan así el espiritualismo y el intelectualismo). La segunda es la implicación de todo el Pueblo de Dios en la tarea evangelizadora (se ponen las bases para superar el clericalismo). El camino, evidentemente, no ha sido fácil pero la llama de la sinodalidad ha prendido en este continente que, sin duda, va por delante.
Pálpito vital de un continente
P.- ¿Qué espera de la Fase Continental en América Latina?
R.- Sobre todo, potenciar el camino emprendido. Se trata de continuar el proceso de escucha y discernimiento, tomando como base el Documento de Trabajo para esta etapa. Un momento importante serán las asambleas regionales, con representantes del Pueblo de Dios, ya fijadas por el Celam entre febrero y marzo. Con lo recogido se celebrará una Asamblea Eclesial del 17 al 20 de marzo en Bogotá para discernir y redactar la Síntesis Continental. Los presidentes y secretarios generales de las conferencias episcopales se encontrarán allí del 21 al 23 de marzo para aprobar esta Síntesis, que se enviará a la Secretaría del Sínodo.
En ella, estoy seguro, estará el pálpito vital de todo un continente, el testimonio de sus valientes opciones desde el Evangelio, su creatividad, su impulso renovador, su esperanza. También esperamos avanzar en la interrelación y enriquecimiento mutuo entre las Iglesias que peregrinan en los distintos continentes. Debemos fortalecer el sentido de unidad pluriforme, reforzando el modo particular de ser cristiano en cada cultura, pero siempre al servicio de toda la Iglesia. En apertura, superando cualquier atisbo de autorreferencialidad.
P.- ¿Se está consiguiendo una verdadera conversión?
R.- El objetivo de este camino, que se recorre paso a paso, no es otro sino la vivencia coherente de la fe y un decidido impulso evangelizador. Más Cristo, más Iglesia. Y esto es fruto del Espíritu Santo, que es el gran protagonista. Pero el Espíritu no puede actuar si nosotros lo impedimos con la dureza de nuestro corazón. Necesitamos humildad, potenciar la dimensión orante y fortalecer los lazos de la caridad. Entonces el Espíritu nos abrirá a la experiencia de Cristo en la Iglesia.