El próximo 12 de diciembre, el papa Francisco presidirá la eucaristía con motivo de la solemnidad de la Virgen de Guadalupe. Vida Nueva entrevista a Rodrigo Guerra, secretario de la Pontificia Comisión para América Latina, sobre la importancia de esta celebración para la sociedad y la Iglesia de todo el continente americano.
En otros temas, el funcionario del Vaticano también se refirió al proyecto de sentencia que se encuentra en la Corte mexicana que busca prohibir los pesebres y las imágenes religiosas en espacios públicos de un municipio de Yucatán.
“Toda restricción de libertades fundamentales es autoritarismo explícito o encubierto –dijo-. El espacio público debe ser el espacio de las libertades. Justo la ‘casita sagrada’ a la que se refiere la Virgen es el espacio que debemos construir para que la soberanía personal y la soberanía de los pueblos pueda emerger a plenitud”, añadió el doctor Guerra.
PREGUNTA.- El papa Francisco celebrará la misa del próximo 12 de diciembre en la Basílica de San Pedro a las 6:00 PM con motivo de la fiesta litúrgica de la Virgen de Guadalupe. ¿Cómo será la misa? ¿Qué importancia tiene?
RESPUESTA.- El papa Francisco es el Pastor Universal y el signo sensible de unidad eclesial, como nos enseña el Catecismo. Poder participar en una eucaristía con él nos permite vivir intensamente el misterio de comunión que es la Iglesia. Jesucristo nos quiere unidos –’ut unum sint’-, para que el mundo crea. Esta unidad no es mera aglomeración de personas o de opiniones, sino pertenencia a Cristo, nuestro Hermano, y al modo como Cristo permanece en la historia.
A la misa, estamos invitados todos los americanos residentes en Italia, todos los embajadores de las américas, y en general, todos los que deseen seguir las huellas de san Juan Diego, vivan donde vivan. En este año, además, acompañarán al Papa, el cardenal Marc Ouellet (Dicasterio para los Obispos), el cardenal Pietro Parolin y monseñor Edgar Peña (Secretaría de Estado), el cardenal Farrell (Dicasterio para Laicos, Familia y Vida), y todos los sacerdotes que deseen participar pueden hacerlo previa inscripción en este enlace. Tendremos la partipación del coro de la Basílica y de los coros de los colegios mexicano y pío latino.
P.- ¿Qué relevancia tiene el acontecimiento guadalupano en el momento actual de la Iglesia?
R.- Santa María de Guadalupe es la forma inculturada como Dios mismo anuncia a su Hijo en el continente americano. En la imagen y en el mensaje que nos ha dejado existen importantes indicaciones metodológicas particularmente actuales para la Iglesia de hoy. Primero que nada la Virgen llama a la conversión del corazón, sin reproches ni amenazas. Ella es pura misericordia y ternura.
De parte de san Juan Diego, nos topamos con la humildad más radical. Nada más correctivo de mariologías gnósticas, llenas de superioridad moral, basadas en revelaciones privadas al margen de la comunión eclesial, que el ‘Nican Mopohua’. En segundo lugar, Ella se nos acerca de manera inculturada, asumiendo signos y símbolos relevantes para las culturas prehispánicas.
La Virgen no se escandaliza con la religiosidad indígena sino que la aprovecha para mostrar la plenitud y la purificación que todos necesitamos en Cristo. En tercer lugar, Guadalupe educa a san Juan Diego en la verdadera sinodalidad. El laico, excluído y marginado, es escogido como mensajero ante el obispo. San Juan Diego evangeliza a su Pastor. Pero este mensajero no es arrogante, ni petulante, ni prepotente. Cuando el obispo pide una señal, san Juan Diego lo obedece con plena disponibilidad. Y aunque todo le parece imposible de cumplir, la Virgen lo sostiene y lo acompaña, y a través de su disponibilidad, el milagro de las rosas y de la tilma se realizan.
P.- ¿Podemos hablar de un aspecto social del acontecimiento guadalupano?
R.- En Guadalupe, Dios muestra su predilección por los más pobres, sencillos y marginales. En la verdadera pedagogía de Dios nunca encontramos exaltación de los poderosos. El Señor siempre privilegia los ‘medios pobres’ para intervenir a fondo en la Historia. Así, la opción preferencial por los pobres es una dimensión constitutiva de la forma particular como se nos anuncia el evangelio en las américas. Así mismo, la mujer del Apocalipsis, la Virgen María, nos recuerda que el maligno, el que divide y polariza a los pueblos, no tiene la última palabra.
Así, la ‘mujer’, cuando es fiel a su identidad profunda y su misión peculiar en la sociedad y en la Iglesia, se transforma en signo misterioso, pero real, del triunfo final y del triunfo que cada día acontece cuando un corazón se convierte. Finalmente, la petición de la Virgen a san Juan Diego y al obispo es: construir una ‘casita sagrada’, es decir, hacer de estas tierras un lugar donde la fe cristiana pueda ser vivida a plenitud y con libertad.
P.- En varios países de América Latina, la libertad religiosa es conculcada. Actualmente en México existe un proyecto para prohibir los pesebres y las imágenes religiosas en espacios públicos de un municipio de Yucatán. ¿La libertad religiosa es parte, entonces, del proyecto guadalupano?
R.- El espacio público debe ser el espacio de las libertades. Justo la ‘casita sagrada’ a la que se refiere la Virgen es el espacio que debemos construir para que la soberanía personal y la soberanía de los pueblos pueda emerger a plenitud. ‘Gloria Dei vivens homo’, la gloria de Dios es que el hombre viva, pensaba San Ireneo. Me gusta también recordar a este respecto que José María Morelos, reconocido por todos como uno de los padres de la Independencia nacional, reconoció a la Virgen de Guadalupe como “Patrona de nuestra libertad”.
Toda restricción de libertades fundamentales es autoritarismo explícito o encubierto. Por otra parte, intentar prohibir imágenes religiosas en el espacio público en una nación como México es ignorar su historia, su ‘ethos’ profundo, sus raíces más hondas. El derecho humano a la libertad religiosa, tal y como ha sido firmado y ratificado por México, en diversos pactos y tratados, incluye la facultad de vivir libremente las convicciones de conciencia, en lo público y en lo privado, de manera individual y asociada. Por ello, el proyecto al que haces referencia, desde mi punto de vista, es jurídicamente improcedente.
P.- En algún momento se ha hablado de la Virgen de Guadalupe como “Emperatriz de América”. ¿Es posible que el acontecimiento guadalupano sea realmente una buena noticia para todo el continente?
R.- La conciencia sobre la dimensión continental del acontecimiento guadalupano ha eclosionado lentamente a través del Magisterio episcopal y pontificio. En 1737, la Virgen de Guadalupe fue declarada “patrona de la ciudad de México”. En 1754, el papa Benedicto XIV, la nombró “patrona de la Nueva España”. En el Concilio Plenario Latinoamericano, celebrado en 1900, los obispos pidieron que la fiesta de la Virgen se extendiera a toda la América hispana. En 1910, el Papa san Pío X, la declaró “celestial Patrona de América Latina”. Pío XI la proclamó “Patrona de todas las américas”.
Pío XII prefirió el título de “Emperatriz de las américas”. Juan XXIII, la llamó “misionera del Nuevo Mundo” y “Madre de las américas”. En 1999, san Juan Pablo II la reconoció como “Reina de México y Emperatriz de América” y encomendó a todo el continente a su cuidado.
Benedicto XVI y el papa Francisco han insistido fortísimamente en su importancia. Baste recordar que en la consagración de Rusia y Ucrania al Inmaculado corazón de María realizada el 25 de marzo de 2022, en la Basílica de San Pedro, el papa Francisco incluyó las palabras de la Virgen, tal y como están registradas en el “Nican Mopohua”: “En esta hora oscura, ven a socorrernos y consolarnos. Repite a cada uno de nosotros: ‘¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?’. Tú sabes cómo desatar los enredos de nuestro corazón y los nudos de nuestro tiempo. Ponemos nuestra confianza en ti”. Así mismo, el 26 de julio de 2022, durante el viaje a Canadá, el Papa nos ha recordado que “durante el drama de la Conquista, fue Nuestra Señora de Guadalupe la que transmitió la recta fe a los indígenas, hablando su lengua y vistiendo sus trajes, sin violencia y sin imposiciones“.
P.- ¿La Virgen de Guadalupe compite con otras advocaciones marianas en el Continente?
R.- El acontecimiento guadalupano es un “modelo de evangelización perfectamente inculturada”, como decía san Juan Pablo II. Precisamente por ello, su mensaje profundo es invitación constante a que cada pueblo, cada cultura, cada comunidad, valoren y promuevan las advocaciones marianas que existen en cada contexto. En este sentido, Guadalupe no es una “advocación más”, sino la forma cómo en América estamos todos invitados a respetar y promover el propio camino contextual para vivir y celebrar la fe, en comunión con la Iglesia universal.
Conviene siempre recordar que la Virgen de la Caridad del Cobre, la Virgen de Chiquinquirá, la Virgen del Carmen de Maipú, la Virgen de Aparecida, la Señora de la Merced, la Virgen del Luján, y tantas otras, son la misma Virgen María que con diversos rostros nos anuncia al único Redentor.
P.- ¿Cuál es en su opinión el mayor milagro realizado por la Virgen de Guadalupe?
R.- Es muy difícil hablar del “mayor milagro”. Sin embargo, Santa María de Guadalupe, realizó algo insólito que no deja de maravillarme cada vez que pienso en ello. En 1521, los indígenas y los españoles estaban sumamente conflictuados. La destrucción de la Gran Tenochtitlán no sólo fue la devastación de una ciudad extraordinaria, construida sobre el agua, tan grande como algunas de las más grandes ciudades europeas de esa misma época. La caída de Tenochtitlán fue una catástrofe cosmológica.
Toda la comprensión del mundo y del sentido de la historia de los indígenas entró en crisis. En los siguientes diez años, las enfermedades arremetieron fuertemente contra los indígenas que no tenían capacidad de respuesta inmune. El colapso poblacional, primero de mesoamérica, y luego de otras zonas, fue enorme. En ese contexto de muerte y desolación, la evangelización y el mestizaje encontraron enormes dificultades… hasta 1531. A nivel empírico, es posible constatar que 1531 significó el inicio de un proceso de mestizaje cultural y de reconciliación social sumamente significativo. Este proceso jamás fue perfecto, pero su fuerza ayuda a entender los orígenes del barroco latinoamericano y del sustrato cultural que aún hermana a Latinoamérica, y que invita igualmente a la fraternidad aun a habitantes de otras partes del mundo.
P.- Nos encontramos a nueve años del quinto centenario del acontecimiento guadalupano. ¿Qué debemos hacer para prepararnos?
R.- Lo más importante es nuestra conversión. Seguir a Jesucristo, en la Iglesia, con el Papa. La mejor preparación es mirar cómo Dios desea que sigamos a su Hijo en el hoy de la historia. No a partir de nuestras propias ideas, teorías o prejuicios, sino abrazando la objetividad que se nos propone como camino educativo a través de la Iglesia. La conversion es personal y comunitaria, es interior y socio-cultural, es del alma y de todas las estructuras de la vida social. Sólo procediendo así, el milagro de 1531 puede volverse a dar. Desde Alaska hasta la Patagonia, estamos necesitados de perdón, de reconciliación, de restaurar el tejido social.
Las violencias, las exclusiones, las descalificaciones y el maximalismo nos desgarran. Por eso, en Santa María de Guadalupe podemos encontrar las razones profundas para vivir un camino de comunión y sinodalidad eclesial que florezca en inclusión y fraternidad socio-política. Toda América necesita a Guadalupe. Toda América necesita prepararse hacia 2031 a través de un camino de conversión personal que genere reforma eclesial y transformación social. Por eso, el año 2031, no debe ser visto como un hecho aislado sino como vinculado providencialmente a 2033, es decir, al segundo milenio de la Redención. Santa María de Guadalupe no se predica a sí misma. En la tilma una flor a la altura del vientre simboliza al “verdadero Dios por Quién se vive” que habrá de nacer y padecer por nuestra salvación y liberación integrales.