Francisco inquiría ante una emocionada multitud de jóvenes: “Les pregunto, ¿quieren construir la Iglesia?”. Un sí al unísono. Corría el 2013 –recién electo Papa–, Jorge Mario Bergoglio hacía su primer viaje al exterior y, por supuesto, a América Latina para presidir la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en Brasil. Así comenzó su periplo con este gran encargo: animar a los jóvenes a ser la avanzadilla en la construcción de una Iglesia que va al encuentro. Por eso, añadía: “Somos parte de la Iglesia, más aún nos convertimos en constructores de la Iglesia y protagonistas de la historia”.
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“Chicos y chicas, por favor, no se metan en la cola, ¡sean protagonistas, jueguen para adelante, construyan un mundo mejor!”, completaba. No conforme, los invitó a hacer lío: “¿Qué es lo que espero como consecuencia de la Jornada de la Juventud? Espero lío (…) pero quiero lío en las diócesis, quiero que se salga afuera, quiero que la Iglesia salga a la calle, quiero que nos defendamos de todo lo que sea mundanidad, de lo que sea instalación, de lo que sea comodidad, de lo que sea clericalismo, de lo que sea estar encerrados en nosotros mismos”.
Ocho años después de este pedido, en 2021, América Latina y el Caribe celebró su Asamblea Eclesial y, entre sus 41 desafíos, figura como prioritario “reconocer y valorar el protagonismo de los jóvenes en la comunidad eclesial y en la sociedad como agentes de transformación, estructurando un proceso integral de encuentro con la persona de Jesús, que suscite un compromiso activo en la misión evangelizadora de la Iglesia”.
Un trabajo conjunto
Paola Balanza fue testigo en primera persona de este foro eclesial del continente. Ella integra el equipo animador de la Pastoral Juvenil Latinoamericana, coordina la región andina conformada por Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. Celebra que “los jóvenes sean el primer desafío de la Asamblea Eclesial” y, por ende, “de la Pastoral Juvenil como agentes de transformación dentro de la Iglesia”, puesto que “ha sido una gran satisfacción para todos nosotros, como a la vez implica una gran responsabilidad”.
“Apenas terminó la Asamblea, compartí estos desafíos a nivel latinoamericano y caribeño a los jóvenes de mi región, de mi país y también a los jóvenes de mi diócesis. Entonces hemos ido reflexionando y poniendo en marcha con acciones concretas cómo el joven es protagonista dentro de la Iglesia”. Admite que “se ha ido trabajando, pero lamentablemente ha faltado un mayor acompañamiento por parte de las conferencias episcopales, porque, si bien ha salido el documento de los desafíos de la Asamblea Eclesial, no han sido compartidos ni trabajados lo suficiente”.
No obstante, aclara que esto es un trabajo conjunto, que no solo compete a los pastores, sino a todo el Pueblo de Dios. Para ello apela a la sinodalidad, en la que “todos nos escuchemos y reflexionemos y caminemos en conjunto, así que invito a las conferencias episcopales, a los líderes de Iglesia, a los agentes responsables dentro de la Iglesia a que puedan compartir los desafíos con sus comunidades y que los pongan en marcha, que los podamos trabajar, reflexionar, encararlos y hacer algo al respecto, así que la invitación está hecha”.
Rebeldes (y) con causa
¿Hacer lío? Si bien pudiera enmarcarse esta expresión dentro de los llamados bergoglismos, la jerga propia del Papa, para Manuel Rodríguez, presidente de SIGNIS Cuba, se trata de no callar “ante lo mal hecho, ante las injusticias. Cuando no callo ante las problemáticas que hoy enfrentan las naciones y sobre todo mi país, creo que estamos haciendo lío”. De hecho, “tuve la dicha y la bendición de participar en la JMJ en Río y recuerdo que aquellas palabras del Papa nos interpelaron desde un principio y, en mi caso, creo que hago lío todo el tiempo, entonces creo que hacer lío me viene por naturaleza (risas)”.
El joven comunicador pone más ejemplos: “Siempre que salgamos de nuestra zona de confort, que salgamos al encuentro del otro, sobre todo, de aquellos que están inmersos en ciertas estructuras sociales, rodeados de determinadas problemáticas existenciales y vayamos al encuentro del otro, estamos haciendo lío”.
Por el solo hecho de convertir la Palabra de Dios en reggaeton y en rap, Fleury Contreras hace mucho lío desde República Dominicana. Empezó a incursionar en el mundo de la música urbana bajo el nombre de Míster Sincero, “con letras positivas e inspiradoras por Dios”. Siente que muchos jóvenes se han alejado, incluso “estando dentro de la Iglesia no conocemos a fondo el mensaje de Jesús”. Por ello, pide a los pastores “darles más oportunidades de crecer espiritualmente, para que, con amor, realicen con sus dones y carismas las tareas encomendadas”.
A ritmo de rap
Considera que esta pandemia ha dañado todo “poniendo a los feligreses como en un cuartito, donde ya tienen tecnologías y por allí vivir la fe; no quieren salir a los templos, ni responsabilizarse con la acción pastoral”. Por tanto, “eso no es ser Iglesia”, señala. De allí que en unos de sus temas, La praxis, rapeando recita sus versos: “Solo es cultura y religiosidad, diferente forma de actuar y de pensar / Yo no profeso solo una religión, profeso un Jesucristo vivo que por mí en la cruz murió / Esa misma la del calvario, para que estemos unidos y no separados /Trabajando juntos somos más y la palabra más lejos llegara”.
En la frontera entre Brasil y Guyana, estado de Roraima, al norte de Brasil, Jama Wapichana, del pueblo Wapichana, con tan solo 25 años es activista y defensora de los derechos de los pueblos indígenas, es integrante de la Unión de mujeres amazónicas de Brasil y coordina las juventudes de la REPAM. Por sus obras los conocerán, en tanto hacer lío es lo suyo: “Nosotros, en cuanto jóvenes, somos agentes de transformación. Contribuimos con la transformación social, estamos haciendo nuestra parte desde nuestro pequeño grupo, nuestro entorno social, nuestras realidades, y vamos transformando desde la base”.
Esta joven indígena pide a la Iglesia seguir acompañando el trabajo de la juventud, porque “somos el presente, somos el hoy, no somos solamente quienes transformamos el mañana”. Está convencida de que “Francisco ha sido un agente muy importante, como líder, para nuestra juventud, al llamar a la Iglesia, y no solo a la Iglesia, sino a todo habitante que vive en esta Tierra, a caminar juntos, asumiendo todo lo que nuestro planeta está viviendo”. De allí la importancia del “actual camino sinodal, ese caminar juntos para traer esperanza”.
Protagonistas y constructores
¿Quieren construir Iglesia? Ligia Elena Matamoros Bonilla, de la diócesis de San Isidro, al sur de Costa Rica, responde al interrogante del Papa con un sí. Ella coordina la Red juvenil latinoamericana y caribeña de Religiones por la Paz, movimiento multirreligioso que representa a las tradiciones religiosas ante la ONU. “Desde niña, a los 10 años, hice mi experiencia de grupo juvenil y luego comencé a servir en la animación y coordinación, en la parroquia, la diócesis y el país, me vinculé más de lleno con el proceso latinoamericano y caribeño a partir del III Congreso Latinoamericano de Jóvenes que se realizó en Venezuela en 2010”, relata.
Ligia cree que “es hermoso leer o escuchar que se considera en la Iglesia que los jóvenes son una gran riqueza y que es necesario escuchar su voz y que participen, pero también es muy doloroso que eso se quede muchas veces solo en las palabras y no pase a las acciones”. Por eso, “resulta mejor pedir que los y las jóvenes estén en su corazón, una Iglesia que les ame, que sienta y se movilice por las realidades que viven, sus alegrías y tristezas, sus desesperanzas y sueños, capaz de descubrir e incluso cuestionarse con la novedad y riqueza de sus aportes, yendo más allá de los prejuicios y etiquetas para hacer camino con ellos”.
Conversión ecológica
Jean Carlos Castillo Marmolejos, del equipo directivo del Movimiento Laudato si’ de República Dominicana, con el rol de animador de animadores y también coordinador del Movimiento ecológico Salesiano de la pastoral Juvenil de las Antillas, se siente protagonista “aún con muchas barreras que romper y obstáculos que derribar, pero se ha podido avanzar en la construcción de una conciencia ambiental y en una conversión ecológica más fuerte en la Iglesia”.
Desde su trinchera ecológica considera que “hoy en día la juventud está jugando un papel muy importante como agentes de transformación en la sociedad. Los jóvenes deben darse la oportunidad de sacar la mejor versión de sí mismos, de reconocer el valor que tienen, de no tener miedo, de alzar su voz cuando es necesario, de soñar, de asumir la invitación de Francisco, de hacer lío”. A la Iglesia ha pedido que “nos sigan escuchando a nosotros los jóvenes, que nos dejen brillar con nuestra esencia y que caminemos juntos en esta misión que nos fue otorgada de proteger y cuidar nuestra ‘casa común’”.
Desde Buenos Aires, Joaquín Casaburro forma parte del equipo nacional de Cáritas con el que acompaña procesos formativos, proyectos de ciudadanía y equidad. A los 15 años dijo sí a esa invitación del Santo Padre: “Me propusieron en el colegio secundario a acompañar el proceso de formación para animadores de campamento. Se podría decir que desde ahí estoy al servicio de la Iglesia”. No importa la escala del reto, “los jóvenes estamos para transformar”, por ende, “me siento protagonista, siempre me dieron lugar, confianza. Siempre me fueron acompañando y ayudándome a crecer. El acompañamiento fue muy importante. Hoy, desde Cáritas, siento que puedo aportar, que tengo voz, que puedo poner mis dones al servicio de la comunidad”.
El joven suma al llamado del Papa algo más: “Él nos invitó a hacer lío, pero después dijo, bueno, un lío organizado, pero también le agregaría, un lío junto con los abuelos y un lío todos juntos, es decir, un lío intergeneracional y un lío sinodal”. Una anécdota: “Hasta hace poco integramos una asociación civil surgida a partir de una misión en Catamarca adolescente. Ahí hemos hecho un hermoso lío. ¿Nosotros los jóvenes? No, todos, todos juntos”.
Tiempo de sinodalidad
Nicolle Barón vive en la Dorada, departamento de Caldas en Colombia. Está vinculada con el Laboratorio de Catequesis que promueve el Celam. Toda una vida vinculada con la Iglesia desde Infancia misionera y “este año tuve la oportunidad de ser catequista y ha sido una experiencia enriquecedora, el poder preparar niños para que reciban la primera comunión y a través de ello me he involucrado en las situaciones que vive cada familia, con el fin de orientarlas y acercarlas hacia el camino de Dios”.
Construye Iglesia desde el testimonio de vida, sobre todo “siendo comprometida con la misión evangelizadora por medio de la escucha y el acompañamiento a comunidades para contagiar a otros jóvenes a tomar iniciativa hacia la realización de obras para un bienestar social”. Este tiempo de sinodalidad lo ve como “la oportunidad de caminar hacia un mismo objetivo que es Cristo y para ello es necesario hacer aportes de calidad hacia el bien común, derribando los muros de la indiferencia, estando en los zapatos del otro, promoviendo la verdad, la bondad y haciendo discernimiento en la toma de decisiones”.