El pasado 22 de noviembre, el Papa cesaba a toda la cúpula de Caritas Internationalis a través de un decreto. Para “favorecer la propuesta de renovación de la institución”, Francisco designaba un equipo provisional liderado por el consultor italiano Pier Francesco Pinelli como comisario extraordinario. Junto a él, la española María Amparo Alonso Escobar, responsable de Incidencia y Campañas de la plataforma eclesial, y el ex provincial de los jesuitas portugueses, el padre Manuel Morujão, para el acompañamiento personal y espiritual de los empleados.
Vida Nueva conversa con esta extremeña que acumula casi tres décadas al servicio de la institución, con más de 20 años de experiencia de liderazgo de equipos, representación institucional, negociación, alianzas estratégicas, recaudación de fondos y comunicación. Se desenvuelve con la misma naturalidad en español que en inglés, francés o italiano, además de manejarse con el portugués y el swahili, fruto de los dos años que vivió en Kenia.
A pesar de este rodaje, resulta complicado ponerse en su piel y pensar hasta qué punto le puede doler que, tras una vida entregada a Cáritas, primero como voluntaria y luego como trabajadora, sea consciente de que hay fallos en la gestión…
PREGUNTA.- ¿Qué sintió cuando le comunicaron que se cesaba a la cúpula de la organización y que pensaban en usted para ayudar a solventar esta crisis institucional? ¿Tuvo la tentación de decir que no?
RESPUESTA.- Agradezco al Santo Padre la inmensa confianza que ha depositado en mí, al que, por supuesto, respondí con un “sí” inmediatamente, con gran responsabilidad, humildad y fuerte compromiso. Vamos a trabajar en estos seis meses de mandato, con mi apoyo al nuevo comisario, para que estos procesos de mejora sean de crecimiento, que nos ayuden en este camino de renovación, para trabajar con entusiasmo, y armonía.
P.- ¿Qué puede aportar una extremeña especialista en economía social, liderazgo y cooperación a esta administración temporal de Caritas Internationalis?
R.- Me siento orgullosa de ser mujer extremeña, tierra que me formó con calidad y mucho rigor. De Extremadura, he aprendido el valor de la sencillez y la calidez humana que se respira. Como mujer, siempre tengo presente a todas las mujeres del mundo que me recuerdan el valor del trabajo, el esfuerzo infinito, la fe en Dios y en la familia.
Más allá de mi formación profesional, mi motivación, mi motor, siempre ha sido poner en el centro a las personas. Desde que empecé a trabajar con Cáritas, hace 28 años, aprendí el papel fundamental que desarrolla acompañando a los “últimos de los últimos”, como centro. En el corazón de nuestro trabajo por la justicia social y el desarrollo integral, siempre están ellos, no hay números ni estadísticas, hay personas.
P.- Descartados tanto un desfalco de los fondos como el hecho de que la lacra de los abusos sexuales planeara sobre la organización, en los pasillos eclesiales se comenta que el problema radicaría en un errado ejercicio de la autoridad en la gestión de los equipos de la cúpula de Caritas Internationalis. ¿Cómo le explicaría lo que ha sucedido a un voluntario de Cáritas o a alguien que contribuye con sus ahorros a la plataforma social de la Iglesia?
R.- En determinados momentos de la vida de una organización, son necesarios cambios para que pueda cumplir su misión con mayor eficacia. En este caso, era necesaria una renovación de la Secretaría General de Caritas Internationalis para que pudiera coordinar la Confederación con mayor eficacia. La decisión del Papa ha sido un gesto absoluto de amor hacia una institución que durante 70 años ha encarnado la mano caritativa de la Iglesia, tendida a los más pequeños y vulnerables, y quiere seguir siendo Iglesia al servicio de los “últimos de los últimos”.
P.- ¿Qué le diría a quien pueda dudar de la credibilidad de Cáritas, al trascender públicamente este bache?
R.- La eficacia y la profesionalidad de la labor de la Confederación mundial de Cáritas, en cada territorio, en cada país, en la respuesta a las emergencias humanitarias y en la promoción del desarrollo humano integral, el ser, sobre todo, Iglesia, también ha sido reconocida en varias ocasiones por el propio Santo Padre. Por lo tanto, la decisión del papa Francisco no debe entenderse como un acto de denuncia, sino de amor hacia una organización cuyo valor y credibilidad nunca han sido cuestionados.