Culturas

¿Y si los pecados capitales fueran nueve y no siete?

PPC estrena una colección de ensayos en los que analiza las fragilidades humanas desde una perspectiva actual





“Al igual de que El Bosco hizo una lectura del ser humano y del mundo de su tiempo en ‘El jardín de las delicias’, nosotros hemos intentado acceder al paradigma cultural actual desde nuestros anhelos, preocupaciones y fragilidades”. Así es como Javier Navarro, director editorial de PPC, definió la colección ‘Pecados capitales’ durante su presentación en Madrid el 14 de diciembre.



Compuesta por nueve volúmenes planteados en un tono divulgativo, se presentan como ensayos creativos en fondo y forma que añaden dos pecados más a la lista tradicional para ahondar en la soberbia, la avaricia, la envidia, la ira, la lujuria, la gula, la pereza, la maledicencia y la tristeza.

Ensayo sobre el ser humano

En un encuentro con periodistas, Navarro apuntó que las nueve obras “se desmarcan de lo estrictamente confesional para ser un ensayo sobre el ser humano”. En esta misma línea, se manifestaron los tres autores que participaron en el acto: Cristina Sánchez, Esther Bendahan y Rafael Narbona.

Esther Bendahan, Rafael Narbona y Cristina Sánchez

Como coordinador de la colección, Narbona destacó que, junto a autores cristianos, también se incluyeran agnósticos, judíos… “Así portamos una perspectiva netamente humanista”, suscribió el crítico literario y periodista que considera que “es necesario desarrollar y reinterpretar hoy el concepto de pecado, desde una reflexión abierta acorde con la evolución de la sociedad”.

Volver a la esencia

Para Esther Bendahan, directora del área de cultura del Centro Sefarad Israel, “lo más importante no es hablar del pecado como tal, sino de volver a la esencia del hombre como hombre”. Autora de la obra sobre la maledicencia, defendió la necesidad de “aprender a controlar la palabra que decimos y escribimos” para evitar que “nos convirtamos en marionetas de nuestros conflictos”.

Por su parte, Cristina Sánchez, subdirectora del semanario ‘Alfa y Omega’, aprecia de la colección que resulta “apta incluso para aquellos que puedan considerar que los pecados suenan a una inquisición caduca, porque lo que mostramos son las consecuencias del mal, cómo repercuten en ti y en el otro”. En su caso, su texto sobre la lujuria, “no es una reflexión filosófica y sociológica, sino un ensayo periodístico, con datos y testimonios que habla de cómo es generadora de víctimas y victimarios”.

Los pecados y sus autores

  • El catedrático de ética Miguel García-Baró se adentra en la avaricia, partiendo de la idea de que “no es simplemente el deseo de posesiones, bienes, dinero, honras”. “Tener 20.000 millones de euros no quiere ya decir que seamos avariciosos: dependerá de si sabemos usarlos para el bien de muchos, puesto que, aunque nos propongamos dilapidar en solo nosotros mismos una cantidad así de dinero, no alcanzaremos el objetivo por más larga y disipadamente que vivamos”, apunta.
  • La Académica de la Real Academia de la Historia, Marifé Santiago Bolaños, se enfrenta a la envidia, con el preaviso de que quien la ejerce, “se ve juzgado siempre, y señalado”. “Sus relaciones sociales aparejan, por eso mismo, un permanente estado de alerta y una reacción automática violenta –reprimirla no impide que se note– ante cualquier sospecha emanada de su incapacidad para enfrentarse a sí mismo”, advierte.
  • El crítico literario Rafael Narbona bucea en las consecuencias de la ira. “Su expresión más radical es la violencia”, apunta el escritor, que habla sobre cómo es “gestada en el laboratorio de las ideologías”. “La ira solo genera devastación; la compasión y el perdón, lejos de destruir, son los cimientos de todas las obras dignas de perdurar”, subraya Narbona.
  • El arquitecto Álvaro Galmés parte de la gula para denunciar el actual “exceso de consumo, en cuanto al equilibrio, no del propio individuo, sino al equilibrio exterior”. “Es un hecho que los recursos del planeta son limitados y que, aunque una pequeña parte de él tenga la capacidad económica para explotarlo hasta la extenuación, la responsabilidad del ciudadano moderno tiene que prevalecer sobre su poder”, aporta.
  • La periodista Cristina Sánchez Aguilar se pregunta por la lujuria, para sentenciar que “no es una mera liberación de tabúes o una ruptura con el «moralismo cristiano”. “Deja víctimas: adictos a la pornografía; niños que, a edades muy tempranas, pierden su virginidad y se acostumbran a prácticas sexuales salvajes; víctimas de trata vejadas para satisfacer la demanda desmedida de sexo…”, alerta.
  • La directora del área de cultura del Centro Sefarad Israel, Esther Bendahan, redescubre la maledicencia desde su raíz hebrea que evoca a la “lengua venenosa”. “El pecado, la desconexión que es la maledicencia, la lengua venenosa, el ser transmisor de un rumor, nos corresponde a cada uno, y también a nuestros líderes”, expone.
  • Asunción Escribano, catedrática de Lengua y Literatura Española, se sumerge en la pereza desde “la fragilidad de nuestra especie, de nuestra limitación como seres creados a partir de un soplo sobre la materia más fácil de quebrar”. Para Escribano, “el perezoso se aísla y dinamita una especie de acuerdo tácito con su mundo por el que se espera de él que contribuya a empujar la historia, al menos ese trozo pequeño que está al alcance de su espacio y de su tiempo”.
  • El fraile capuchino Víctor Herrero de Miguel aborda la tristeza desde su cotidianidad personal: “Lo contrario de la tristeza es la realidad. Lo dice Simone Weil y así lo creo. Creo que en la realidad está la dicha. Lo he visto en la sonrisa de mi madre antes de morir”.
  • El jesuita Xavier Quinzá se detiene en el espejo de la vanidad “que falsea lo que somos y le imprime una dinámica de perversión del don recibido de la vida” de la mano del orgullo y la soberbia. “Nos recuerda la enorme fragilidad de nuestra vida, que nos empuja a cultivar la humildad, como el deseo de verdad, que tanto ama Dios”, añade el teólogo.
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Etiquetas: culturaLibros
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