Según ha podido confirmar Vida Nueva, el Santo Padre se ha mantenido al margen de la investigación en las dos denuncias por abuso al artista jesuita para respetar el proceso judicial y el principio de no injerencia
Desde que hace dos semanas se desvelara que el jesuita esloveno Marko Rupnik estaría salpicado por la lacra de los abusos, el caso se ha ido complicando por momentos. A priori, las acusaciones se circunscribían a unas agresiones psicológicas y sexuales en la década de los 90 hacia una comunidad de monjas de Loyola de Liubliana (Eslovenia), de la que Rupnik era amigo y capellán. Sin embargo, en estos días se ha destapado que habría otra segunda causa contra el genio católico de los mosaicos, vinculada a una mujer italiana. Precisamente sería este caso el que habría propiciado la excomunión del genio de los mosaicos, por confesar a esta víctima con la que había cometido actos contra el sexto mandamiento.
Más allá del cuestionado comunicado de la Compañía de Jesús y de las críticas a la gestión de su congregación por parte del ex provincial de la Europa Mediterránea, Gianfranco Mattarazzo, en estos días se han incrementado las críticas que han puesto en duda la actuación de los jesuitas y de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Incluso, en algunos medios online han llegado a dejar caer que se habría dado una intervención directa del Papa para levantar la excomunión de Rupnik, por ser jesuita, por su notoriedad y por una supuesta amistad con el pontífice.
Según ha podido confirmar Vida Nueva, a día de hoy a Francisco no habría tenido acceso al expediente Rupnik, por lo que habría sido imposible que se pronunciara ante las medidas preventivas o sanciones propuestas tanto por Doctrina de la Fe como por los propios jesuitas.
“El Santo Padre no sabe del detalle de las denuncias”, exponen fuentes vaticanas que insisten en negar una intervención del pontífice argentino. ¿El motivo? Dejar actuar con libertad a los investigadores y a los jueces precisamente para evitar cualquier tipo de injerencia o intervencionismo durante el proceso que pudiera interpretarse como un trato de favor en un asunto especialmente delicado por su trascendencia pública.
El propio superior general de la Compañía de Jesús, Arturo Sosa, corroboraba esta versión ayer durante un acto en Roma, donde sentenció que no había abordado este tema con el Papa ni había intercedido de ningún modo.
Descartado el Papa como interventor, la cesación de una pena, según recoge el Código de Derecho Canónico (1355), quedaría en manos del ordinario que ha impuesto la sanción, que podría ser el obispo o vicario local, pero también podría ser el superior general de la congregación, esto es, Arturo Sosa. Eso sí, el canon 1384 del nuevo Libro VI del Código de Derecho Canónico expone que un clérigo que absuelve a su cómplice en un pecado contra el sexto mandamiento del Decálogo incurre en excomunión latae sententiae reservada a la Sede Apostólica.
El prepósito de los jesuitas no entró ayer a detallar este extremo, simplemente reconoció que ejecutó los requisitos para que se le levantara el castigo máximo. A la vez, también admitió que no estaba respetando otras sanciones impuestas como dirigir tandas de ejercicios espirituales.
Distinto sería que, una vez conocidas las resoluciones de las dos causas que ahora se han hecho públicas, a posteriori se decidiera recurrir al Papa como instancia superior, tal y como ha sucedido en otros casos como el de Gaztelueta en España, lo que podría devenir en una petición de revisión por parte de Francisco.
“A estas alturas es imposible negar la credibilidad de los testimonios contra Rupnik, pero no estaría de más que nos preguntáramos si, al hacerlo público, se buscaba denunciar públicamente al jesuita o si realmente lo que se persigue es disparar contra el Papa, presentándolo como un encubridor como si conociera la causa cuando no lo es”, expone una fuente cerca a la investigación. Desde esta perspectiva, se habría aprovechado hechos veraces como las acusaciones de Rupnik para intentar inculpar a Francisco de cómplice a través de insinuaciones verosímiles -con apariencia de verdad-, pero totalmente falsas, como así ha sido.