La sociedad española siempre ha sido solidaria en momentos de prueba, dentro y fuera de nuestras fronteras. Sin cambiar eso, como se ha percibido en la pandemia, ante distintos desastres naturales (como el volcán de La Palma) o frente a horrores humanos (la guerra en Ucrania), algunas ONG’s vienen señalando una crisis del voluntariado, especialmente entre los jóvenes, en cuanto a un compromiso regular.
Algo se intuye en el Informe España, que elabora anualmente la Universidad Pontificia Comillas y cuyo último estudio, el de 2022, ha sido presentado recientemente. Entre sus más de 450 páginas, algunas de ellas evalúan “las conductas solidarias que se desarrollan en ONG’s” y señalan que “el porcentaje de personas que ha colaborado económicamente con ONG’s, ya sea de forma esporádica o habitual, está en un 17,9%”.
En cambio, los que se han implicado como voluntarios están en un 7,6%, más de diez puntos menos. De ese porcentaje, el 5% “colabora esporádicamente como voluntario con este tipo de organizaciones”, mientras que “solo un 2,6% lo hace habitualmente”. Otro dato a destacar en el Informe España es que “el nivel de estudios conlleva un aumento significativo de la participación, tanto económica como en voluntariado: un 13,5% de los universitarios ha hecho voluntariado en ese tiempo y un 29% aportó económicamente”.
Por su parte, constata Comillas, “la Plataforma para el Voluntariado en España cifra en torno al 7% las personas que colaboran como voluntarias; un dato en línea con nuestra encuesta”. Eso sí, en su último estudio, publicado días atrás y también relativo a 2022, la Plataforma ofrece un dato mucho más optimisma que el de Comillas: el 74% de los voluntarios muestran su compromiso al menos una vez a la semana. Y, de ellos, hasta un 39,3% lo hacen varias veces a la semana.
La propia universidad jesuita hace autocrítica con otro dato ofrecido por la Asociación Española de Fundraising, que afirma que “el 37% de la población ha colaborado en los últimos 12 meses, frente al casi 18% de nuestro estudio”. Algo que achacan “a lo restrictivo de nuestra pregunta, ya que ceñimos la colaboración al mundo de las ONG’s. Sin duda, la pregunta debiera ser, para próximas oleadas, más abierta”, versando “sobre la cultura del encuentro más allá del mundo institucional solidario clásico”.
Completa la panorámica el Observatorio del Voluntariado, que, en su estudio sobre 2022, indica que en España hay 3,3 millones de personas mayores de 14 años que realizan labores de voluntariado, mientras que en 2021 eran 2,7. En cuanto al perfil, el 56% son mujeres y el 44% hombres. Un índice que aumenta entre los menores de 25 años.
Con la intención de aterrizar estos datos en la experiencia de algunas de las principales entidades eclesiales de España, nos dirigimos a José Luis Graus Pina, responsable de Voluntariado de Cáritas Española, federación que cuenta con 70.000 voluntarios en toda España. “Más que hablar de crisis en el voluntariado –argumenta–, es más adecuado hablar de un momento de encrucijada, de cruce de caminos. Lo que ha sucedido siempre y como ha sucedido siempre ya no vale para todo el mundo. Por eso, quizás, no haya que hablar de una única forma de hacer voluntariado. La esencia del compromiso, la solidaridad, la gratuidad y la generosidad están en el fondo, pero las formas pueden ser diferentes y diversas”.
A su juicio, “el momento social y eclesial es complejo y, sin duda, va a estresar lo que hasta ahora ha venido pasando. Por eso es hora de ser honestos y valientes. Honestos para hacer la autocrítica suficiente que nos ayude a mejorar y a revisar nuestras formas de hacer. Y valientes para cambiar lo que sea necesario, abrir nuevos caminos y construir Reino de nuevas maneras”. Consciente de que el voluntariado de Cáritas está configurado en el ámbito eclesial, “el que en las parroquias haya menos gente en general implica un doble reto: ¿cómo cuidamos lo que queda, ese pequeño resto fiel y comprometido? ¿Cómo alumbramos nuevas experiencias de voluntariado en formas y lugares hasta ahora no imaginados?”.
Por eso hay es un gran reto involucrar a los jóvenes: “Nuestra tarea es ofrecerles referencias desde el voluntariado para que puedan incorporar esta clave en sus vidas, ahora o más adelante. Hay una gran corriente de solidaridad y los jóvenes, con su espontaneidad, están comprometidos y quieren ayudar, pero desde las entidades hemos de hacer el esfuerzo de saber canalizar ese deseo, ofreciéndoles un voluntariado consciente de su propia realidad vital”. Así, si tienen “experiencias positivas”, aunque sus circunstancias vitales puedan alejarles de este compromiso, puede llegar un momento en el que, cuando estas sean más propicias, sean “los candidatos idóneos” para retomar ese voluntariado.
Todo sin perder de vista que, “junto a los jóvenes, tenemos que prestar a cada franja de edad la atención que precisa. A los voluntarios muy mayores, todo el reconocimiento, la gratitud y el acompañamiento que necesiten para que sigan desarrollando su tarea mientras quieran y puedan. A quienes están entre 55 y 75 años, toda la promoción, el impulso, el apoyo suficiente para que puedan seguir desarrollando su acción con energía y creatividad. Y con quienes tienen entre 30 y 55, animar, promover y provocar todo su compromiso en pro de la realidad sufriente”.
Bajando a lo concreto, Graus aprecia que “la realidad tampoco es monolítica, sino multidiversa y con todo tipo de situaciones según donde nos hacemos presentes. No es lo mismo nuestro voluntariado en las grandes ciudades, que apenas desciende, que en los pueblos o en las pequeñas ciudades rurales, donde cae mucho más. Porque, cuando hablamos de la España vaciada, hay que tener en cuenta que se vacía de todo, incluidos los voluntarios”.
A nivel personal y de fe, Graus se siente un afortunado por este trabajo, mano a mano, con los voluntarios. Sobre todo por las historias personales que le han configurado: “Pienso ahora en Cáritas Ferrol, donde impulsan un proyecto en el que tienen claro que, más que ir con una bolsa de comida, la prioridad ha de estar en atender a las personas centrándose en su dignidad. Hablando con una voluntaria de la parroquia de más de 80 años, me reconoció que al principio le daba entre miedo y vergüenza presentarse sin la bolsa de comida… Pero al poco ya valoró que ahora podía sentarse con la persona a la que se dirigía, mirarla a los ojos y hablar tranquilamente con ella… Esa experiencia fraterna del encuentro real con el otro, de la que conozco muchos ejemplos entre nuestros voluntarios, es la auténtica esencia de Cáritas. Es un caudal de bondad que se da cada día en nuestra Iglesia y que me interpela con mucha fuerza”.
Completa la perspectiva Guillermo Fernández, responsable de Formación de Cáritas Española, quien, junto al departamento encabezado por José Luis Graus, organiza estos días en Madrid el VII Encuentro Confederal de Responsables de Voluntariado y Formación, que reúne a responsables de las 70 delegaciones diocesanas presentes en toda España para reflexionar, entre otras cosas, sobre la II Encuesta Confederal del Voluntariado y sobre el “paradigma” que afronta en general la solidaridad en España, percibiendo que estamos en un tiempo de “transformación”.
Dando por buena “la idea de que en nuestro país hay unos dos millones de voluntarios”, de los que más de 70.000 están en Cáritas, el perfil de la entidad eclesial muestra que “dos de cada tres son mujeres y están fuera del mercado de trabajo”, en buena parte, por jubilación. En torno al 50% están entre los 45 y los 64 años y un 39% sobrepasan los 65 años. Los jóvenes rondan el 4%. Como precisa Fernández, “estos son los parámetros en los que nos movemos desde hace años, no habiendo mucha variedad desde 2016”.
En Cáritas perciben que su voluntariado “es maduro, militante y con una fuerte opción evangélica, entroncado en las parroquias. Un 54% llevan al menos seis años con nosotros y uno de cada tres, además, lo compagina con otros tipos de voluntariados”. Eso sí, perciben “la evolución general del voluntariado en España” y notan que, “más que un descenso, hay un cambio en el modelo de solidaridad. No se trata tanto de que haya menos compromiso, sino de que hay un mayor individualismo y eso se traduce en este ámbito. Es más diverso y hay una mayor libertad individual a la hora de ofrecer la ayuda. Es menos identitario, menos institucional y se refleja muchas veces en acciones puntuales, adaptadas a las circunstancias vitales”.
Graus abunda en que, siendo los resultados de Cáritas ciertamente buenos (el 51% de sus voluntarios están presentes semanalmente y un 21% lo hacen a diario), “no hay un único modo de compromiso, manifestado en una presencia concreta y por un tiempo prolongado. No se compromete menos un joven que se vuelca en un campamento de verano y, durante el año, no puede por los estudios, mostrando su solidaridad de otros modos”.
Desde esta conciencia de “transformación”, enlaza Fernández, “nosotros vemos cómo, en general, los voluntarios de Cáritas con mayor edad están en las parroquias, en el trabajo local y concreto, y los más jóvenes están más presentes en otro nivel, el de los proyectos, trascendiendo de lo local y lo parroquial y con un peso cada vez mayor en la toma de decisiones”. Algo, en cierto sentido, “que va de la mano con la evolución que está habiendo en la Iglesia en general”.
De ahí su conclusión: “Los más jóvenes suelen moverse en otros márgenes solidarios. Hay una evolución y hemos de adaptarnos a ella, pero a nuestro ritmo y respetando nuestra identidad. Por ejemplo, en la pandemia se hizo un esfuerzo por adaptarnos a la transformación digital y estuvimos muchas veces presentes de un modo on-line. Ahora, muchos otros hacen el esfuerzo por volver y tocarnos, algo que va muy en la esencia de lo que es Cáritas, saliendo al encuentro de la persona para tocarla. Hemos de valorar los pros y contras de lo digital y ofrecer alternativas a los más jóvenes, pero de un modo pausado, entroncados en nuestras raíces”.