Carlos Ferrando es ‘l’enfant terrible’ de la prensa rosa. Maestro de pluma afilada, se ganó el apodo de ‘La avispa’ por sus crónicas canallas de la época dorada de ese papel couché que ahora ha dado paso al mundo mediático. A sus 64 años presenta, por fin, ‘La delgada línea rosa’ (La Esfera), una biografía muy personal, en la que, sin hacer concesiones a nadie, nos habla de sus vivencias junto a gran parte de los personajes más influyentes de todos los tiempos.
PREGUNTA.- Es periodista, casi con seguridad, gracias a Rocío Jurado y a Esperanza Roy…
RESPUESTA.- La madre de Rocío me preguntó: “¿Escribes como hablas?”. Y me pidió que fuera a su casa a contestar cartas de los fans. Pensé: “¿Qué tengo que perder?”. Yo empecé trabajando en una petrolera en Tarragona. ¿Qué tenía yo que ver con eso? Todos los fines de semana me escapaba a la casa de Esperanza Roy. La descubrí en Barcelona y me volví loco. Con una cosa sobre ella empecé a escribir en ‘Fotogramas’. Yo, que era una persona que no tenía estudios superiores. Maruja Torres siempre me aconsejaba: “Escribe como hablas”. Esa frase me ha perseguido siempre.
P.- Isabel Pantoja es un género en sí misma, como usted dice. ¿Cómo ha sido su relación con ella?
R.- Isabel Pantoja ha pasado tantas necesidades en la adolescencia que eso le ha llevado a buscar el dinero en demasía. Ahora no sé cuál es su día a día, pero me da pena ver cómo ha acabado, todo el día encerrada en su casa. Mi relación en la primera película, ‘Yo soy esa’, fue fantástica. Ella estaba feliz. Mejor que nunca. Además, era una actriz aceptable. En la segunda película, ‘El día que nací yo’, llegó ya Encarna Sánchez a su vida y prohibió que yo llevara la prensa con ella. Encarna la apartó de muchas cosas. A Isabel la encerró y la protegió no dejando que nadie se acercara. Era la persona más triste que he conocido del mundo del espectáculo, a pesar de todo el dinero y el poder que tuvo. (…)
P.- Su madre era una mujer muy religiosa. ¿Usted?
R.- No lo era, tiraba a rojillo y ateo pero sí tengo mucho respeto a la fe. Si alguien habla mal de la religión me enfada, porque me encantaría creer como creía mi madre. Sí te puedo decir que tengo el catolicismo muy arraigado y voy mucho a la iglesia para hablar con mi madre, por quien tengo devoción. Es el sitio adecuado, porque es su casa. Desde que ella murió me ha pasado algo inexplicable. Ella sabía que la llamó Dios. Y yo… igual soy como santa Bárbara, pero un templo es el sitio para comunicarme con ella… y quizá conmigo mismo.