El cardenal Aquilino Bocos ha presidido la celebración de la ordenación episcopal y la toma de posesión del séptimo prelado al frente de esta diócesis
La catedral del Buen Pastor de San Sebastián ha recibido este sábado, 17 de diciembre, a su nuevo obispo, el claretiano Fernando Prado, nombrado el pasado 31 de octubre como titular de las diócesis que se quedó vacante tras el traslado de José Ignacio Munilla a Alicante. Prado, que ha escogido como lema episcopal “In corde Matris”, ha sido ordenado obispo por el cardenal claretiano Aquilino Bocos. Los otros dos obispos consagrantes han sido el nuncio apostólico Bernardito Auza y el arzobispo de Pamplona Francisco Pérez. La celebración ha contado con una buena representación de los fieles de la diócesis y más de una veintena de obispos de España y de América Latina.
Desde esta mañana, Prado se convierte en el séptimo obispo de esta diócesis creada en 1949 abarcando todo el territorio de la provincia de Guipúzcoa y que cuenta en su territorio con templos destacados como el santuario de Aránzazu o la basílica de San Ignacio en Loyola –de hecho ha habido imágenes de ambas iglesias en el altar–. Los elementos del folklore tradicional han estado presentes desde el primer momento ya que, antes de la misa, fue recibido por las tamborradas de agrupaciones de distintos colegios de la provincia tocando la Marcha de San Sebastián en la puerta de la Catedral. Durante la ordenación un grupo de dantzaris completó la acción de gracias por el nuevo obispo. Como es habitual, a través de los diferentes ritos, Prado ha recibido el anillo, la cruz pectoral, el báculo, el solideo, la mitra y ha tomado posesión de la cátedra. Desde esta sede presidirá su primera misa como obispo en la catedral este domingo, 18 de diciembre.
Em su homilía el cardenal Bocos, destacó que el de hoy “es día de acción de gracias, porque el papa Francisco os ha enviado a Fernando para que sea vuestro Pastor según el corazón de Cristo y le agrega al Colegio de los Obispos, sucesores de los Apóstoles. Esta celebración, pues, es profundamente eclesial. Revive el misterio, reafirma la comunión y relanza la misión de esta Iglesia de San Sebastián”. “Quiere ser padre, hermano y amigo de todos los miembros de esta Iglesia que se le ha encomendado. En esta Eucaristía sellaremos el compromiso de formar una comunidad fraterna, unida, viva, misionera, compasiva y solidaria, en la que todos se sientan acogidos y nadie sufra por ser excluido”, añadió.
Al final de la celebración, el nuevo obispo de San Sebastián ha dirigido una alocución a los fieles. “Quisiera que mis primeras palabras fueran dirigidas a aquellas personas que, por lo general, no cuentan”, señaló ante quienes “no contáis a los ojos de muchos, para los que habitualmente no hacéis historia, no formáis parte de la historia”. Por eso recalcó: “A los ojos de Dios sois grandes. Esto es lo que quiero deciros hoy y seguir diciéndoos siempre. Simplemente: a los ojos de Dios sois importantes. Para él sí contáis. Y, por ello, para mí, también”, insistió a modo de compromiso público. “Espero no dejar nunca de cumplirla y reflejar, siquiera de lejos o tenuemente, un rayo de la luz de ese buen pastor al que está llamado a imitar este pobre obispo. Tutelar la dignidad de los más débiles contribuye a la fraternidad humana y salvaguarda la imagen de Dios impresa en cada persona”.
Tras agradecer la presencia de las autoridades civiles y eclesiásticas, tuvo palabras de recuerdo para los claretianos, familiares y amigos. Destacó el testimonio de sacerdotes, consagrados y laicos de la diócesis donostiarra: “Entre todos, formamos esta Iglesia que peregrina y busca sinceramente a Dios en medio de no pocas dificultades. Entre todos edificamos la Iglesia y juntos descubriremos retos, trazaremos sueños y buscaremos soluciones a tantas cosas. En la comunión y en este ‘hacer juntos’ está nuestro futuro. Juntos lo haremos todo y llegaremos muy lejos”, apeló.
“Hoy vuelvo a vosotros después de realizar otras encomiendas pastorales y misioneras. Vuelvo, tal vez más maduro y algo más hecho, pero con toda la fuerza y la ilusión del amor primero”, apuntó al recordad su ordenación sacerdotal en esta misma diócesis. “Quisiera ser, sobre todo, más amigo de esos que no cuentan y de aquellos que, por múltiples razones, están más lejos de la comunidad cristiana, pero que nunca han estado ni estarán lejos del corazón de Dios. Quisiera pedir hoy al Señor, sobre todo, la gracia de no ser un estorbo, sino un instrumento”, propuso.
“Vivir el Evangelio, celebrarlo, cultivarlo e intentar proclamarlo con la vida. No se puede tener otro programa que no sea querer vivir el Evangelio evangélicamente, sosteniendo con nuestra vida lo que dicen nuestras torpes palabras, intentando que los que no cuentan cuenten, colaborando con las instituciones de la sociedad en la búsqueda del bien común”, apuntó como programa pastoral.
Algo que pasa, añadió, por el testimonio: “que nuestra vida sea un testimonio real de alegría, compasión y ternura para con todos. Hoy no convencen a nadie los buenos argumentos, sino el testimonio del amor que nos une y nos hace cercanos a todos. Que sea nuestra vida concreta y real el mejor Evangelio predicado. Y confiemos en la fuerza de la semilla”, destacó.