“En caso de impedimento por cuestiones médicas o qué sé yo, acá está mi renuncia. Ya la tienen”, así le dijo en su día el papa Francisco al entonces secretario de Estado Tarcisio Bertone. “Yo ya he firmado mi renuncia”, ha asegurado el pontífice en una entrevista para el diario español Abc. Francisco asegura que es la primera vez que cuenta este dato al director del periódico, Julián Quirós, y el corresponsal del periódico en el Vaticano, Javier Martínez-Brocal, que ya habrían hecho en el pasado Pío XII o Pablo VI. “Ahora alguno irá a pedírselo a Bertone: ‘¡Deme el papelito!’. Seguramente lo entregó al cardenal Pietro Parolin, el nuevo secretario de Estado. Yo se lo di a Bertone en cuanto secretario de Estado”, bromea.
Más allá de esta cuestión, afronta críticas como el hecho del rechazo por parte de los más “cercanos” a la Iglesia, para los que aplica el evangelio: “Si son buenos, no se sienten descuidados. Si tienen algo medio escondido, que ni ellos lo saben, son como ese hijo mayor de la parábola del hijo pródigo”. Además detecta posibles “posturas de una fe inmadura, que no se sienten seguras y se atan a una cosa, se aferran a lo que se hizo antes”. Para Francisco el “problema no es la tradición” sino “andar hacia atrás” por temor “al futuro”. “La tradición es la fe viva de los muertos; pero el tradicionalismo es la fe muerta de los vivos. La tradición te debe tirar para arriba, te hace crecer”, recalca.
“Sin horizonte no puedes vivir. Debes tener las raíces de la fe bien arraigadas, pero con horizonte para crecer. Si no, no habría libertad, no habría libertad cristiana”, apunta en otro momento de la entrevista. Mirando al pasado, confirma que Benedicto XVI “tiene buen humor, está lúcido, muy vivo, habla bajito pero te sigue la conversación” y destaca que “es un santo. Es un hombre de alta vida espiritual”.
“Tengo una en vista para un dicasterio que quedará vacante en dos años” señala ante la posibilidad cierta de que una mujer sea prefecta en un dicasterio vaticano. “Nada impide que una mujer guíe un dicasterio en el que un laico puede ser prefecto”, apunta. Y clarifica que “si es un dicasterio de índole sacramental, tiene que presidirlo un sacerdote o un obispo. Aunque ahí se discute si la autoridad viene por la misión, como sostiene el cardenal Ouellet, o por el sacramento, como sostiene Rouco Varela”.
Pensando en sus sucesores, les aconsejaría “que no hagan los errores que yo hice, punto y nada más”. Y ante unos cardenales tan plurales y distanciados confía en que, más allá de que se conozcan menos, en un cónclave “el que trabaja es el Espíritu Santo. Hubo alguien, no sé quién, que propuso que la elección del nuevo Papa se hiciera solamente con los cardenales que viven en Roma. ¿Es eso la universalidad de la Iglesia?”, cuestiona.
“Contra los abusos no hay negociación posible, son personas destruidas”, dice tajante ante la situación de los abusos. “Aunque hubiera un solo caso, es monstruoso que la persona que te tiene que llevar a Dios te destruya en el camino. Y sobre esto no hay negociación posible”, sentencia. En concreto comenta el proceso canónico que mandó reabrir ante los abusos de un profesor en el colegio Gaztelueta y confirma que ·no es el único reabierto. Hay otro caso de un sacerdote español. El proceso estaba empezado, pero se había extraviado. Lo pasé a la Rota española. Y el presidente de la Rota lo está llevando adelante. Los hemos reabierto sin ningún escrúpulo”.
“El hecho de estar caminando en esto es un buen camino. Ahora, no depende sólo de nosotros que se logre o no se logre el perdón”, añade sobre la cuestión. Si bien, aclara, “hay que interpretar los problemas con la hermenéutica de su época. Como hacemos con la esclavitud” y es que “la hermenéutica de antes era esconder todo, como por desgracia ahora se hace en algunos sectores de la sociedad, como las familias y los barrios”, precisa. Y ante la sensibilidad frente al encubrimiento explica que “es un progreso de la humanidad que se va haciendo cargo cada vez más de cuestiones morales que no tienen que subsistir así. Tomar cada vez más conciencia”. Para él, “esa fue la valentía de Benedicto”. Como ocurre en los abusos intrafamiliares, a veces “no hay fuerza suficiente para encararlos. Ojo, comprendo que no sepan cómo encararlos, pero no los justifico. Primero la Iglesia los tapaba, luego tuvo la gracia de ampliar la mirada y de decir ‘no’, hasta las últimas consecuencias”.