Un nacimiento en el exilio

El belén de la Real Casa de Correos de Madrid culmina con la huida a Egipto como guiño a los refugiados de hoy, explica a Vida Nueva Fernando de Miguel, vicepresidente de la Asociación de Belenistas de Madrid

Un nacimiento en el exilio

La Real Casa de Correos de Madrid ha estrenado estos días su tradicional belén de la mano de la Asociación de Belenistas de Madrid. Son más de 300 piezas que, en 155 metros cuadrados, representan escenas cotidianas de la Galilea del siglo I. Lo hace, además, a través de una experiencia inmersiva, en la que el visitante puede “adentrarse” dentro de la escena.



“Hemos creado una gruta en la que pueden entrar los visitantes para continuar el recorrido, haciendo así un guiño a aquella primera representación del belén, la elaborada por san Francisco de Asís dentro de la gruta”, explica a Vida Nueva Fernando de Miguel, vicepresidente de la Asociación de Belenistas de Madrid.

Pero hay algo llamativo en este nacimiento antes de que el visitante se adentre en la gruta: se ve la escena de la posada, pero no el misterio; se ven dos Reyes Magos con sus camellos y su séquito, pero falta el tercero. Al entrar en la gruta el espacio se vuelve más íntimo. Primero, la anunciación a los pastores. Y, seguidamente, el nacimiento (y, sí, también el Rey Mago que faltaba, que estaba ya adorando al niño).

Refugiado, como tantos otros hoy

Sin embargo, tal vez lo más llamativo de este belén no sea su espectacularidad o la experiencia de “inmersión”. Lo más llamativo es que no culmina en la escena del nacimiento. Acaba en soledad, y con una reflexión. “Hemos querido incluir, al final del recorrido, la imagen de la huída a Egipto porque Herodes había mandado a matar a todos los recién nacidos”, dice de Miguel. Y este gesto, en un momento en el que el mundo se estremece por la guerra, cobra especial sentido.

Así, entre las piedras de la gruta, y detrás de un cenote del que cae agua, enmarcados por la oscuridad de la cueva, se puede ver la escena de José y María, con el niño en brazos, de camino hacia Egipto. Un recordatorio de que incluso Él, el que venía para salvar al mundo, no solo no encontró posada donde nacer, sino que tuvo que huir como tantos otros niños lo harán en una Navidad que, como señalaba hace unos días el papa Francisco, es “una Navidad triste. Una Navidad de guerra”.

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